Javier Sologuren: elogio de las putas

Javier Sologuren. 'Vida continua' ", por Carlos Germán Belli | En Prosa y en Verso

-Si hubiera sabido que era putañero, jamás lo hubiera leído, nos dijo una tarde en el Cuzco Rodolfo Hinostroza.  En concreto, en Ran Huaylla, mientras nos disponíamos a beber una infusión o algo más fuerte, no recordamos esto con claridad, en los pagos de nuestro amigo Vladimir Herrera.

Poeta motejado de “puro”, en el Perú, respecto a aquellos “sociales” de su misma generación: Alejandro Romualdo, Washington Delgado, Pablo Guevara, entre otros.  Como si dedicarse, en sus versos, al cuidado de la naturaleza y ser militante de una perspectiva simétrica de la existencia fuese cuestión de “puros”.  Poeta sin crítica, todavía; salvo, acaso, Roberto Paoli, Anna Soncini y otro poeta compañero de ruta, Jorge Eduardo Eielson.  La ética nos tiene realmente jodidos, cogidos de la vulva o de los cojones de nuestra imaginación.  Ética, puritanismo, cedazo previo sea de estirpe comunista o capitalista, en esto coinciden ambas maneras de ponernos diariamente la máscara.  Y es por este motivo que el pensamiento o la poesía constituyen siempre una excepción; algo que de modo invariable aceptamos o digerimos a posteriori. Mientras, en el aquí y el ahora, seguimos contando, hasta el hartazgo, las sílabas métricas de los versos del autor de Vida continua, reparando en su rica intertextualidad o en la confluencia allí de varias lenguas o culturas (oriente y occidente).  En pocas palabras, insistiendo en reconstruir el archivo de tan caro secreto profesional.  Cuando lo suyo  fueron precisamente las putas, como en el caso de Arguedas, Vallejo y paramos de enumerar.  Aunque la estirpe de la búsqueda –y encuentro– en los burdeles de Sologuren fuera un tanto distinta al de la catadura trágica, en  Arguedas, o al del entusiasmo siempre adolescente en Vallejo.  El puterío de Javier Sologuren fue el de encontrar el yin para el yang de esta existencia; el de toparse con la compacta obscuridad justo detrás o más arriba que esta luz.  Las putas constituyeron la terracota, imprescindible, de cada una de las lúcidas cuentas de su poesía; por ejemplo, de Estancias (1960).  Terracota previa a su aguda inteligencia, a la metamorfosis, al fuego abarcador y abrasador de Sologuren por todo lo que viviera.

–Los que dividen son aquellos denominados poetas “sociales”, nos dijo una vez, no recordamos ya si en Los Ángeles (de Chosica) o si en su casa de Jesús María.  Pero el tiempo, el cual constituye asimismo otro yin y yang, le ha dado toda la razón o le va otorgando su merecido reconocimiento.  Cómo es posible en un país de pobres, bicentenariamente colonizados, manipulados hacia los clips de la Tele y la pornografía de la Internet, ser meramente poetas “sociales”.

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