Archivo por meses: octubre 2010

Distribuidores del libro, Vallejo sin fronteras, en el mundo

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1. Caza de Libros
(Contacto: Gustavo Peña)
Cra. 7A No 19-41 Barrio Interlaken
Teléfonos: (8)2625437 – 3214843065
Ibagué, Tolima (Colombia)
gustavo@cazadelibros.com
cazadelibros@gmail.com
www.cazadelibros.com

2.The Latin American Book Store, Ltd.
(Contacto: Carlos Castellanos)
204 North Geneva Street
Ithaca, NY 14850 -USA-
Tel: 607 273-2418
Fax: 607 273 6003
libros@latinamericanbooks.com

3.Distribuidora Peruana de Libros
(Contacto: Silvia Segura)
telef. (511) 247 76 24
distribuidoraperuanadelibros@hotmail.com

4. En México
(Contacto: Edgar Altamirano)
Tel. +52-747-4727341
Móvil: 747-104-6978
edgar@altamirano.biz

5. Librería Española e Hispanoamericana
desde 1984 ofreciendo libros y servicios al profesor de Español
(Contacto: Raquel)
e-mail: libreriaespanola@gmail.com
Telefones/Fax: (011) 3283.4700/3288.6434
R. Augusta, 1371 – lojas 9, 10, 11 e 14
Consolação/SP * Cep: 01305-100 -Brasil-

6. Editorial Lina
editoriallina@hotmail.com
(Contacto: Federico)
Asunción-Paraguay

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El avatar virtual/ Edgar Artaud

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El avatar virtual estaba enamorado de otra

avatar virtual.

Yo era un supuesto anarquista falso,

ella era una mujer complicada.

Al salir de la virtualidad, sus imágenes

permanecían.

El avatar que era yo, siempre andaba borracho.

A veces desaparecía del mapa, no estaba

en ningún foro, ninguna red social

parecía inexplicable, pero no explica nada.

Mi avatar se embriagaba en Internet

En los mundos virtuales, en el chat,

en los foros anarquistas.

Ella desapareció para siempre.

Yo comencé a frecuentar foros imposibles,

sitios prohibidos también inconcebibles

cantinas virtuales foros de suicidas,

me quedaba tirado en los chats

tumbado en las esquinas

como un perro tímido.

Ella nunca jamás regresó.

Me quedé toda la eternidad

escuchando a los lobos

que critican esta estupidez

para vivir.

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Álvaro Miranda: Barroligao andino-caribeño

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PAISAJES CREPUSCULARES

Para vos, Señora, este crepúsculo,
esta mancha que mancha por el cielo
pájaros, siervos y escuderos.
Para vos, Señora, esta burbuja enllamada,
este cisma del poniente que la noche
al Occidente entrega.
Para vos, Señora, esta crápula vertida
que el horizonte lame,
este chirriar de fuego entre los mares,
este zumo que la brisa en áureo
viento por estribor reparte.
Para vos, Señora, este frotar de estrellas
que el amor incendia,
esta cópula de astros que entre los montes
se alza como calor humano.

LA ÚLTIMA NOCHE DE BRETON

Noche diurna de baño de espíritu
y de totuma andina donde no cabe un silencio
noche de lluvia paralítica en la mitad del espacio
noche extranjera de luz cancerosa
de migas de tamal entre nidos de buitres
noche de tul entre la trayectoria de un buque de papel

Noche de corteza de aire
de siesta de estrellas bajo llanto de sauces
noche amortajada de nubes
entre rosario de luceros rebeldes
noche tímida de mejilla de alba sonrosada
y de muñeca rota de golpe de mamut

Noche de gelatina sobre un plato de peltre
noche de cartón entre dientes de ratas
y de ojo de ahogado en el eje del mar
noche inservible de Navidad entre vahos
de epilépticas rumberas

Noche crucificada entre ladrón de sueños
de espumas y de verdades

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Falsa autobiografía/ Guadalupe Ángeles

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Soy Janis Joplin. Busqué en las calles un amante y lo encontré. Me fui a la cama con un desconocido. Reconocí en su sexo la extrañeza. Entré en ese minuto incandescente de su vida y salí como quien abandona un paraje soleado ¿era el mar su sonrisa?, ¿fue un paraíso ese su mirar y su ansia (que ya debo olvidar) de tomarme para irse luego?

Las palabras se me hacen humo, los cuerpos que he amado nada; el tiempo se me hace duro, cruel jornada cada día para habitarla con razones, con largas caminatas, con alcohol y embriaguez constante, con canciones que alucinan de tan mías, música sagrada dentro de la que me salen alas, en la que soy lágrima, mar sereno y tempestuoso, águila poderosa, montaña de granito oscuro que brilla bajo el sol más cálido, terremoto, letal caricia, un arrullo, dádiva, una dolorosa promesa, una herida, una cascada.

He dejado de mentir, soy Janis Joplin y tomo lo que quiero, Estoy sola porque soy una borracha imposible. Me posesiono de aquellos que se me someten aunque sea por instantes. Soy la reina en ese sitio que no existe sino en mí misma, me erijo allí, en el espacio de un orgasmo como estratega, soberana y dueña. Nada me pertenece sino ese desconocido que se llama Yo. Estoy sola porque amo desesperadamente, porque me entrego sin reservas y así quiero ser amada, pero nadie se atreve. Entran y salen de mi cama, los veo irse, buscar canciones para huir de mí, los contemplo incrédula cuando se emborrachan conmigo y me ofenden, los veo ser golpeados por mí y ni así se quedan, no hay pretexto que pueda mantenernos unidos, ni a ellos, pobres borrachos, ni a mí; ellos se han disuelto en el tiempo con sus cuerpos siempre diferentes y siempre el mismo: cuerpo del vacío. Nos quisimos mucho, fueron meses o fueron horas, pero estoy sola, soy Janis Joplin y lo único que necesito es mi rabia, mi dolor para cantarlo a voz en cuello, para aullarle a la luna que me mira dentro de mi jaula, esta que me hice para esconderme de mí sin lograrlo.

Soy Janis Joplin, quienes me escuchan cantar envidian mi vehemencia; pobres, no saben que la sagrada música que me habita no logra desprenderme de la mordedura de una soledad más imaginada que vivida, pero vaya que muerde más fuerte que cualquier borrachera, embriaguez o alucinación autoinducida. No me quejo, hasta el hartazgo me habito, soy Janis Joplin y tomo lo que quiero.

Lo único que necesito es mi rabia, ninguna alegoría.

27-mayo-2010

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Las puertas entornadas de Rafael del Castillo Matamoros

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(Tunja, Colombia, 1962)

Letanías del escribiente (fragmento)

No me lean

Siéntanme quizás, quiéranme de pronto,
díganme que me ven,
que escuchas mi asesar contra su nuca

Es nada escribir, es mucho menos que leer
He visto niños casi de pecho escribir y escribir
jornadas enteras concentrados
cabeza gacha corazón de rodillas
Filas de niños escribiendo,
encorvados como viejos
viejos

Sanos consejos a una prostituta

Mantén la calma
todavía no acaba la noche
ve al ventorrillo de la esquina
y pide un café amargo como tú.

Mantén la calma
quizás aquella sombra que ahora surge
por una callejuela neblinosa cantando a voz en cuello
sea tu cliente de hoy
es posible también que esté embriagado
y quizás sólo atine a hablarte todo el tiempo
de su infeliz matrimonio, de los hijos que adora
tal vez te deje ver sus fotos
mientras te manosea con desgano
puede ser que se adormezca en tu regazo
sin pensar en que tú
vaciarás sus bolsillos ante el menor descuido.

En cualquier caso toma tus medidas
no vaya a ser que no tenga una sola moneda
y otra vez debas pagar el cuarto
y sentarte a llorar al borde de la cama
velando a un desconocido
tal vez más indefenso
tal vez más solitario que tú misma…

Solamente el poema

El poema no es un hombre ni una mujer ni una palabra
El hombre arriesga unas palabras
Y la mujer también
Pero el poema no es un hombre ni una mujer ni un puñado
de palabras
Por eso dice,
Tal vez por eso dice

Y hay quien lo recuerde…

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EDADES/ Elkin Restrepo

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No es como un vaso griego
para adornar la vida
y mostrar a la vez el valor
imperecedero de algo
que ya no puede ser

esa idea de la belleza
que en algún momento
se perdió

relegando al fragmento
la partícula
la consideración de nosotros los modernos

No la cariátide el vaso
el templo
para atrapar en una forma
imperturbable

el sentido que huye
y así ofrecerle luz y lugar a lo humano

sino por el contrario
el tótem
la joya en el ojo vaciado
primitivo
de una deidad repulsiva

la lengua burda
e inhóspita
que remeda no calla
el furor bárbaro
oído entre sueños
al alba
menesterosa
de un sacramento incomprendido

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sinthomita político/ Armando Almánzar Botello

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A Jacques Lacan
A James Joyce
A Alejandra Pizarnik

En verdad la culpa discúlpame tú mi amarga Mielita pues quien dijo así es voz a-cadémica sinthomita para cama o hamaca de psicoanalista que no cree en la mitra ni tampoco en política del montón “hipócrita-sadomasoquista” que devora sin pueblo en misa sin camisa las comas en estado de hostia y “santo-más” mentido santo mito parlanchín charlatoso charlatán tan charloso gobernante libresco poeta verboso periodista tramposo ¿para qué?: para comer vomitar y evitar a la Eva que va a evanescerle y no envanecerle con su ser en la letra de chucha encharcada en no-ser que chocheando en su lodo charloco. ahora. ¡concha! ¡taíno re-concho! ¡bendito africano sancocho!……. ¡I love you New York! ¡¡Turpicula res !!

Carnaval Dominicano del 2010
Santo Domingo, República Dominicana

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Vallejo según Granados: Un pañuelo extraordinariamente elocuente/Carlos Eduardo Quenaya

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Vallejo sin fronteras (Arcadia/Espacio Cultura Editores, 2010) reúne 10 textos que son la prolongación de una propuesta crítica ejercida con tanto fervor como perspicacia. La preocupación crítica de Granados, es cierto, es la poesía. En particular –leemos en la contratapa del libro que reseñamos– la poesía hispana reciente.

Ya se sabe que Vallejo es el mayor poeta peruano del siglo XX. ¿Qué de nuevo, pues, ha de añadir este libro a la copiosa y proliferante lista de estudios sobre el autor de Santiago de Chuco? Creo que una respuesta posible se encuentra en el artículo Trilce: muletilla del canto y adorno del baile de jarana. En este texto, Granados se propone, ni más ni menos, que leer Trilce en clave de marinera limeña, es decir, desde el contexto de la modernización de Lima (años 20) y la gravitación de la clase proletaria… en específico desde la quinta o el callejón donde los obreros (…) celebraban la vida con aquel ritmo de raíz afro-peruana, puntualiza el autor. Este artículo, siendo tal vez el más audaz y personal de Vallejo sin fronteras, puede ser también el hilo conductor hacia los demás textos del libro.

Invocando, primero, a los datos biográficos que le debemos a Juan Espejo Asturrizaga, Granados plantea la posibilidad de que algo más de las dos terceras partes de Trilce se hayan escrito en Lima. Así, el contexto vital del poeta sería un primer factor –hipotético, es claro– para sugerir que la bohemia, la música criolla y el medio popular limeño constituirían la clave del enigmático poemario de Vallejo. El segundo argumento se refiere al título que, en opinión de Granados, aludiría al estribillo de una marinera de capricho limeña (La Tirana). Pero La Tirana de Vallejo, la trílcica, no sería más una alusión a España, sino al Perú. El tercer argumento del artículo se concentra en el análisis del poema XXXVII de Trilce. Este poema reproduce con bastante claridad una escena de cortejo, teniendo como telón de fondo una marinera y el consiguiente juego erótico y sexual. Granados afirma, finalmente, que el artículo es un esbozo de un proyecto en el que se lea todo Trilce en clave de jarana limeña, es decir, en cuanto evento oral, musical y corporal. Ésta es, a nuestro parecer, la gran apuesta de Granados, el elocuente pañuelo que inspira su lectura y –es oportuno decirlo– buena parte su escritura poética.

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‘Melodía en mi’/ Davo Valdés de la Campa

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Caminé hasta el patio, las hojas pardas cubrían las lágrimas póstumas. El viento temeroso cantaba las siete de la noche. Los colores se distorsionaban conforme caminaba hacia los pocos rayos de luz que el sol desbordaba entre las grietas del techo. Ya nada tenía sentido, no me importaba si el sol se apagaba en un suspiro o si el tiempo se detenía ante mí para absorberme en sus misterios.

Un día antes.

Llegué a casa. Todo estaba apagado, excepto la música: eran guitarras tristes sonando, era el preludio de muerte. Las nubes teñidas de rojo se mezclaban con la naciente luna. Entré por la puerta trasera y me di cuenta que la cocina estaba destrozada, más que de costumbre. Cada habitación había sido saqueada. Subí las escaleras sin prender las luces. Atravesé el pasillo, el disco puesto estaba rayado y se repetía una y otra vez en la nota más triste de la melodía. Llegué al cuarto de mis padres, el clóset estaba revuelto. Al parecer toda la ropa de mi madre había sido robada. Miré por la ventana y sentí en el pecho presión, pude divisar a lo lejos un árbol y a su alrededor un murciélago volando sin rumbo fijo. Me estremecí y bajé las escaleras. Al llegar al último escalón prendí la luz. Mientras las diminutas partículas de polvo se esparcían en torno al foco, uniéndose a los mosquitos hambrientos de ella, pude ver a mi padre en el sillón. A su pie una botella de ron se derramaba y se recargaba en otras tres vacías.

Caminé lentamente, algo dentro me decía que retrocediera, pero mis pies no respondían. El aparato de la música se apagó. Algo apestaba conforme me acercaba al sillón donde mi padre estaba sentado. A unos pasos me di cuenta que estaba inerte. Lo descubrí cuando vi el vómito en su pecho, cuando vi sus dedos blancos, sus ojos perdidos, su pantalón mojado. Al acercarme un poco más descubrí una nota encima de la mesa de la sala. Reconocí la letra de mi madre y la tomé con dolor. Observé a mi padre, descansaba con pesadumbre. Sus facciones reflejaban una tristeza de años, fracasos y mentiras atrapadas entre sus parpados cansados.

Leí la nota que decía:

Hijo, tu padre ha muerto. Esta vez las botellas se le han pasado. Considérame muerta a mí también. Me llevo los ahorros y mi ropa, no puedo continuar viviendo la mentira y seguir dañándote.

Te quiere, tu madre

La letra reflejaba el efecto de la heroína en ella. Podía ver en esas palabras la verdad que se escondió durante tanto tiempo entre ellos dos. Ese silencio que perduraba horas: mientras él consumía botellas para olvidar, ella se inyectaba la muerte entre sus brazos para no sentir.

Apagué la luz y me senté junto al sillón. Tomé la mano de mi padre, estaba fría.

La sala entera parecía repleta de fantasmas y entre ellos mi padre intentando huir, atrapado sin salida en esas cuatro paredes. Podía mirar entre el techo a mi madre perdida, en algún autobús rumbo a ningún lugar, llorando, riendo, sudando, temblando.

Pasaron las horas, el frío empezó a colarse, el olor seguía empeorando. La desesperación explotaba en mi cabeza, en mis pensamientos. La ira, el dolor, la terrible sensación del abandono. Quería destruir la casa entera, quemarme en ella y quemar toda la miseria que habitaba entre nosotros. Salí al patio, necesitaba volar. Transité entre los árboles, entre las sombras, entre las penas y las flores marchitas. Llegué a la piscina, el agua verde reflejaba las ramas secas de los hules. Lloré desconsoladamente, de rodillas y con las manos en el suelo. De pronto, escuché un ruido, eran pasos. Volteé y ella llegó a la orilla de la alberca, se limpió la cara y sacudió sus largos cabellos negros, su mirada era una bandada de aves negras volando hacia mí.

¿Acaso era la esperanza vestida de muerte, acaso la salvación o la oportunidad falsa de una vida nueva?

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