Archivo por meses: julio 2022

“Vallejo es nuestro hermafrodita universal”/ Entrevista por K. (Juan Carlos Ramiro Quiroga)

Juan Carlos Ramiro Quiroga (K.)

– El escritor y poeta peruano que visita la ciudad de La Paz vivió y trabajó en la ciudad de Santa Cruz a mediados de los años 90.

– En esa época colaboró en las páginas literarias de El Deber y en las memorables de Presencia Literaria cuando dirigía el poeta chaqueño Jesús Urzagasti.

1. Pedro Granados (53) está excepcionalmente en la ciudad de La Paz desde el pasado miércoles 6 de febrero. Es uno de los invitados especiales de la presentación de la revista boliviano-chilena “Mar con Soroche” que se realizará esta noche en la Fundación Arte y Culturas Bolivianas, Av. Ecuador Nº2582, entre Belisario Salinas y Pedro Salazar.

2. Entre las cosas que más recuerda de Bolivia, cuando trabajaba en 1994, es una charla terminal y crepuscular en Cochabamba con Luis H. Antezana, crítico y literato, con relación al par de sonetos “El ajedrez” que rubricara Jorge Luis Borges.

3. “Discutimos durante dos horas sobre el parecido de unos de los cuartetos de estos sonetos”, rememoró anoche Granados en breve charla con el ciudadano K. en el bar Bocaisapo de la Jaen.

4. Impelido por esas bellezas y por otras añoranzas de su paso por Santa Cruz de la Sierra, el K. le envío una entrevista que pasa a exhibir debajo.

5. Según el sitio Urbanotopía, Pedro Granados nació en Lima, Perú, 1955. Ph.D (Hispanic Language and Literatures) por Boston University. Ha publicado Poéticas y utopías en la poesía de César Vallejo (Lima: Fondo editorial PUCP) y (México: Universidad Autónoma de Puebla, 2004).

6. Además, los siguientes poemarios: Sin motivo aparente (1978), Juego de manos (1984), Vía expresa (1986), El muro de las memorias (1989), El fuego que no es el sol (1993), El corazón y la escritura (1996), Lo penúltimo (1998) y Desde el más allá (2002) y Al filo del reglamento.

7. Asimismo dos novelas: Prepucio carmesí (New Jersey: Ediciones Nuevo Espacio, 2000) y Un chin de amor (Lima: San Marcos, 2005).

8. El escritor y poeta peruano cuenta además con un blog denominado Pedro Granados, dedicado exclusivamente a temas literarios, sin caer nunca en los espurios debates políticos.

“La obra narrativa de Homero Carvalho fue la que me impresionó más”

– ¿Hace qué tiempo vivías y trabajabas en Bolivia?
El año 1994 viví y trabajé en Santa Cruz de la Sierra; en seguida después de terminar mi maestría en Hispanic Studies por Brown University, y poco antes de vincularme a Boston University donde conseguí un PhD también en Hispanic Studies. En Santa Cruz de la Sierra enseñé literatura en el colegio San José. Estas anécdotas, junto con otras y de variado tipo, alimentan parte de mi primera novela breve, titulada Prepucio carmesí (New Jersey: Ediciones Nuevo Espacio, 2000).

– ¿Cómo lograste ingresar a El Deber y dedicarte a elaborar críticas literarias?
Jamás ingresé allí formalmente, nomás era un colaborador de la página cultural; lo mismo que en Presencia Literaria de La Paz, cuyo suplemento literario dirigía en esa época mi amigo Jesús Urzagasti.

– ¿Qué libro te impresionó más de los escritores cruceños?
La obra narrativa de Homero Carvalho fue la que me impresionó más.

– ¿Hay algún autor literario boliviano de tu preferencia?
La poesía de Jaime Saenz, sin lugar a dudas.

-¿Cómo resumirías tu vida actual literaria?
Quiero publicar este año un nuevo poemario, Mar retinto, seis años después de salir Desde el más allá (Lima: Corza frágil, 2002). Mi obra reunida hasta ahora, Al filo del reglamento (2006), la pueden encontrar también en la web. Por otro lado, espero salga pronto, editado por la Universidad de Puerto Rico, un estudio-antología que he denominado “La poesía dominicana: el secreto mejor guardado del caribe”. Asimismo, promuevo la aparición de nuevos escritores a través de mis clases en la Pontificia Universidad Católica del Perú; en particular a través de los talleres de creación literaria que ofrezco allí, tanto en la facultad de literatura como en los estudios generales letras de esa universidad. Por último, llevo un blog cada vez con más gusto, lo concibo como un curso que ofrezco de modo permanente y a distancia.

Mar con Soroche

– ¿Cuál es tu opinión sobre el último número de la revista boliviano-chilena “Mar con Soroche”?
La iniciativa de esta revista me interesó desde el inicio, desde la primera hasta esta quinta entrega. Las relaciones interculturales siempre me han interesado; no sólo, como ahora, en las correspondientes a nuestro ámbito andino (Chile, Bolivia, Perú), sino también -por ejemplo- entre las del mundo andino y el caribe… mi segunda novela breve, Un chin de amor (un poquito de amor), refleja este compromiso y militancia.

Vallejo en ceviche

-¿Qué es lo no conocido o no revelado de la poesía de César Vallejo?
Que es, en palabras de mi amigo Alan Smith Soto, nuestro hermafrodita universal. Claro, entre otros aspectos fundamentales que enriquecen y matizan la lectura típica y ya tópica de la poesía del peruano. Vallejo no es puro compromiso político y social; por supuesto, tampoco es un poeta desentendido de su tiempo. Justamente por no haber andado desatento a su época lo más interesante en él son sus heterodoxias -y no ortodoxias- a Marx, Darwin, Freud, Cristo y a la misma cultura andina.

-¿Es posible escoger entre la poesía de Carlos Oquendo de Amat y Emilio Adolfo Wetsphalen?
Vallejo integra a las dos; ambas, la “hechizada” de Oquendo de Amat y la “entrecortada, oscura y sobriamente reflexiva” de Westphalen son meros ingredientes de la poesía de Vallejo; esto sin desmerecer la estupenda obra de esos dos representantes de la generación del 30 en el Perú.

https://culpinak.blogspot.com/2008/02/csar-vallejo-es-un-hermafrodita.html

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Primero es el ritmo

Primero es el ritmo. Enseguida, como montada sobre él o fundida con él, viene la palabra, el “verbo” (Génesis). Estamos en un momento cultural donde nos hemos extraviado y nos hemos desconectado del ritmo y, por lo tanto, es muy escasa la experiencia de bumerang. El ritmo atraviesa, oscila, envuelve, retorna y crea comunidad. No son las palabras, a las cuales se las lleva el viento. Y no arropan a nadie, empezando por quienes las pronuncian. Ni a cuadrúpedos ni a humanos. Sin embargo, sonámbula, la poesía hoy por hoy empieza por las palabras. Y acaso incluso con la mejor de las intenciones; se trataría de hacer filosofía con ellas. Aunque, con la peor de aquellas mismas, se trataría de establecer con las palabras un decálogo; unas nuevas tablas de auto-ayuda obligatorias para todo el mundo. La auto-ayuda como una nueva ley, sobre todo, post-coronavirus. Algo nada nuevo; sino que ya ha estado ensayándose y gestándose en toda nuestra región como mecanismo de control del imaginario y del deseo: Acción Poética. Poesía sin “patos” (en tanto catarsis y, asimismo, emblemático post-antropocentrismo) y sin “sombra” (Jung). Comer, oler, tocar, deslizarse, sumergirse, ni qué decir hablar, diseñados dentro del más lobotomizado protocolo. El verbo se ha trocado en puro significante o en algo más o menos así. Y la voz nos va resultando extraña en sí misma e incluso indeseable; hoy intentamos, mucho mejor, ser un palimpsesto, la más pulcra imitación de alguien. Toda la distribución de lo sensible (Rancière) contenida en un chip; aquel decálogo en tan acelerada construcción. Lo mismo en los States como en Bolivia. Un grifo que reposa al fondo del patio y que ya, teniendo cada uno agua en casa, ha pasado de cada vez más obscuro a prácticamente invisible.

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“Vostok” Guillermo Acuña (Costa Rica)

Interesante poesía porque a la invención verbal se suma innovación crítica.  A la denuncia, el cauterio suave del distanciamiento inteligente y el buen humor.  Intentar ser lúcido no ha pasado de moda en la poesía; lo fue Vallejo hasta en la más mínima preposición. Lo que ya no va es reducir la crítica a la real politik y auto-persuadirse de ello.  Si no, miren nuestro patio local, dividido entre poetas evadidos y, por otro lado, un amplio degradé de hipo reales.  Desde escrupulosos con la guerra más remota al lugar donde reposan sus zapatos, hasta militantes por una dieta sin condimentos o no salir ya más de casa por temor a la lluvia.  P.G.

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Crónica de Santiago de Chuco. César Vallejo: Al filo del reglamento

Se sube para abajo o se baja para arriba, constantemente, sobre las calles de Santiago de Chuco. Trazado de casas a desnivel que ya de por sí explica la factura alegórica de algunos versos del autor de Trilce; mas no así, por cierto, el resto de sus posibilidades metafóricas. Amontonamiento ordenado en cúspide de más de 3,000 metros de altura, el pueblo de Santiago de Chuco, y tranquilo que pareciera maqueta de su propio cementerio puesto a orearse entre andrajosos apus y humildes iglesias. Trompo puesto a rotar en la ingravidez –incluidas sus desamparadas gentes– apoyado tan sólo en el monolito de su pequeña plaza de armas. Gordos brochazos de sol sobre tejas, burros y oferta de afamadas papas negras complementan la escenografía humana del paisaje -únicamente nuestra- porque aquel pueblo probablemente no sabe que es el mítico Santiago de Chuco. Tampoco, pareciera, que allí nació César Vallejo Mendoza -aunque ahora el blanco de su casa natal destaque entre el blanco de todas las otras- y que hoy por hoy lo habitan en su mayoría personas venidas de caseríos vecinos. Oleadas migratorias que llevaron también a uno de sus hijos a escaparse un buen día a París; a decir adiós para siempre al burro sensible y a la mujer estoica que mora entre aquellas escarpadas pendientes: la andina y dulce Rita de ahora que chatea encandilada con un ubicuo amor de neón.

Acabamos de visitar Santiago de Chuco, entonces, y nos cuesta creer que allí haya nacido César Vallejo -un ser tan heterodoxo en medio de cualquier grey- mucho más incluso que imaginarnos a García Lorca emergiendo del desierto de Fuente Vaqueros; pero no se nos ha mezquinado, al visitar su casa, la intimidad del poeta ni la de su familia. Ellos siguen allí, alrededor del pozo de agua, al interior del sencillo oratorio y entre el capulí del patio central y el cuarto de amasar el pan; hecho todo aquello de adobe, eso sí, como la pasta del corazón mismo del autor de Los heraldos negros. Lo más destacable en el contexto, además, es el eco de los juegos que aún impregna todo lo que soportan aquellas columnas de esmaltado palo de eucalipto. Puertas adentro sin duda allí se sabía reír, pero puertas afuera -por el puro pudor de la felicidad- quizá la imagen que transmitía más inmediatamente aquella unida familia era la de rezar. Y así lo ha entendido, de este modo unilateral, mucha de la crítica sobre la vida y obra de nuestro poeta; sobre todo aquélla surgida desde el mundo culturalmente anglo que tiende a dividir -de modo puritano y tajante- lo malo de lo bueno, lo correcto de su inalienable opuesto. No de otra manera es como quizá hemos de entender, por ejemplo, un significativo artículo académico reciente; se trata de “César Vallejo y sus espejismos”, firmado por Stephen Hart y publicado en Romance Quarterly (49, 2:111-118, 2002).

En este artículo el conocido estudioso inglés se propone desentrañar algunos supuestos de la vida y obra del autor de “España, aparta de mí este cáliz”; de algún modo desmitificar las imágenes que nos hemos hecho del poeta, y a éstas Hart las denomina “espejismos”. Uno de los que ventila en su artículo, si no el más importante, al menos el más pertinente a nuestros fines, es el conectado al rol de Vallejo en la revuelta callejera que aconteció en Santiago de Chuco el 1 de agosto de 1920 y que costó la vida a dos policías y a Antonio Ciudad, amigo de la familia Vallejo; aparte del incendio de la casa de la familia Santa María (donde hoy día funciona un hotelito del mismo nombre) y el confinamiento de nuestro poeta por ciento doce días en una cárcel de Trujillo. Ante el peso de lo escrito, el estudioso inglés -desenmascarando la ideología de El proceso Vallejo con que su autor, Germán Patrón Candela, supuestamente pretende demostrar la innegable inocencia del poeta, y ateniéndose a los partes legales- se anima finalmente por su fragrante culpabilidad: “es legítimo plantear que la supuesta inocencia de Vallejo es otro espejismo inventado por críticos que han yuxtapuesto el hombre y el poeta” (112). Hasta aquí -datos manejados y lógica expositiva parecen sólidos por parte de Hart- el discurso legal ensombreciendo implacable al del mito.

Pero lo más interesante a puntualizar es el paso siguiente en el razonamiento de este reputado vallejista respecto a lo que denomina “espejismo de la personalidad de Vallejo tal como se proyecta en su poesía” (116). En este sentido, basándose en algunos versos de Trilce y Poemas humanos donde se alude reiteradamente, según este mismo estudioso, al “caso de su autoproyección despersonalizada [ejemplo: “César Vallejo ha muerto”]” (116); técnica del doblaje que anima a Hart a concluir que “Vallejo, con gran lucidez, se veía a sí mismo como un ser misterioso, un fantasma, en fin, un espejismo” (117). Es decir, el profesor inglés discrimina tajantemente este hombre (taimado, culpable y prófugo) del poeta Vallejo. Suponemos que este tipo de zanjas ayuda, sobre todo a algunos críticos más que a otros, a orientarse con más comodidad entre anecdotario tan heterodoxo (nieto de curas o, según Hart, impune incendiario y asesino) y una poesía de por sí tan compleja como es la del autor de Trilce. Mas no todo lo informan los legajos o partes legales, sobre todo en el Perú, y es preciso tener idea más aproximada de la secular injusticia y arbitrariedad aquí reinante. No es este el contexto para entrar en detalles sobre el Caso Vallejo; sin embargo, queremos rescatar una vez más, aunque sea muy de pasada, el sentido de la complejidad y entramado de su vida y su obra. Por ejemplo, en el capítulo “La cárcel” del libro de Ernesto More, Vallejo, en la encrucijada del drama peruano (Lima: Bendezú, 1968), no percibimos para nada, a través de las cartas que el poeta dirige desde París al que fuera su abogado, Dr. Carlos Godoy, que Vallejo se halla desentendido o se oculte de su situación legal en el Perú. Más bien pareciera ser todo lo contrario y, para tranquilidad del poeta y la de su familia, haber desembocado aquello en un positivo colofón: “¨[París, 15 de agosto 1926] Mi querido doctor: Agradezco a usted mucho su cablegrama y su atentísima carta en que me dice que no tenga cuidado sobre el juicio de Santiago de Chuco. Sus noticias han venido a calmar mi inquietud, pues estaba yo muy atormentado” (83). Entonces, informados por esta misiva, si Vallejo no regresó al Perú no fue en primer lugar por temor a su situación legal -a pesar de los ires y venires de la justicia en el Perú-, sino por otros factores, adicionales incluso a la desagradable memoria del calabozo trujillano. Estos quizá se puedan sintetizar en uno fundamental, y aquí retomamos de algún modo la crónica de nuestra visita a Santiago de Chuco, en palabras de Jorge Aguilera Mora: “Vallejo exploró incansablemente todas las posibilidades trascendentales del estar aquí, en este mundo, de las ilusiones del sujeto, de los espejismos de la moral cristiana, de la negación de la esperanza y de la alegría fundamental de estar vivo” (“Buscar a H: poesía y posmodernidad”, Hispamérica 1999, 84, 13-22). Es decir, el poeta se apropió -no sin las tan conocidas carencias- de otros contextos y entornos; no era un peruano “profesional”, no creía en la vuelta o el retorno; no era oficiante de esta clase de melancolías. Culpable o no -u oximorónico en su vida también, mejor- no existían ya Ithacas que lo reclamaran de modo exclusivo. ¿Cómo iba de volver a Santiago de Chuco? Metonimia del Perú, aquel pueblo, es desde antes -y como sin duda hasta ahora mismo- un lugar del que se debe partir.

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“La forma del confín” Carlos Eduardo Quenaya (Perú)/ Fonoteca de Poesía

Desde el 2008 (Elogio de otra vana invención) seguimos de cerca la poesía de Carlos Eduardo Quenaya (24 años en aquel entonces); allí decíamos  lo siguiente: “no escribe de antemano como peruano y ese es su primer y gran acierto, un peruano de utilería –progresista o reaccionaria– nos referimos; y más bien lo hace como un ser de otro planeta que, sólo por principio de analogía, está próximo a nosotros”.  Luego, al arribo de su segundo poemario: Los discutibles cuadernos (Lima: Praracaídas/ Tribal, 2012), nos reafirmábamos en nuestras palabras de aliento al joven poeta y filósofo peruano; “Canción”, llevaba por título uno de sus textos:

Procuro grabar aquí una canción parecida a la calma

que hay dentro del pozo. Una quietud de aguas y flores

negras, una sombra rota en miles de jirones, una voz de

mujer rebotando en las paredes, una forma que el tiem-

­po ha detenido y queda abierta. Una permanencia que

es como el corazón. Una estridencia, un resquicio, una

visión. Una alegría. Una espuma lenta cayendo sobre las

cosas que atestiguan que además de mí, el mundo eres

tú el bólido apagando y encendiendo cada día y cada

noche. Lo más negro y lo más hondo que es apenas una

velita delante de tu cara.

Los discutibles cuadernos, a modo de una crítica a la poesía pura, a la poesía acabada o sin fracturas o, incluso, sin desniveles.  O crítica a la poesía, a secas. Boutade, palimpsestos, homenajes en sotto voce a poetas de pocas aunque hondas palabras (Rafael Cadenas, Eielson, Luis Hernández).

De modo complementario, toda crítica a la razón poética, y acaso de modo muy particular en América Latina, es también una crítica cultural.  Y, así sucesivamente, una crítica de la educación, una crítica política y, paulatina aunque  cada vez más enfática en la poesía de nuestro autor, una crítica ontológica.  Desde que, y sin entrar en detalles, por ejemplo para Heidegger el mundo que encontramos sería pre-interpretativo:

“A ti no te gusta cómo nos lame la luz. En el viento arden pestañas devorando la órbita que secuestró la magia”

En algún lado Quenaya ha declarado, asimismo, que sus versos: “Son un recordatorio radical de la escritura como un acto del cuerpo”

Hoy, en La forma del confín (2020), donde: “Jeringa patalea frente a la noche que abastece la complejidad”.  Se trata de nuestro Niño Goyito (aquí “Jeringa”, en tanto lúdico protagonista de todo el presente poemario), el cual ahora enrumba decidido, ¿desde el Perú, desde Arequipa?, hacia el vastísimo espacio ontergaláctico.  De modo previo –tratándose de un relato  “de costumbres”–, su “peruanidad” o su “humanidad” y, con ello, el mismo “Jeringa” (Niño Goyito) viajan reducidos y confinados a un “grumo”.  Aleación  de insumos básicos, este último.  Radical materialidad que torna equivalentes, y no sólo análogos, tanto desechos y secreciones como los más atesorados recuerdos: “el torcido lomo de lo íntimo”.  Goyito entonces, en un embate no exento de sátira e incluso auto-ironía, emprendiendo este definitivo viaje: ¿Ulises de regreso al útero materno?; o, lo que pareciera constituir aquí algo semejante: ¿al reencuentro del tacto?

Tacto

hermoso tacto

escúchame:

Gracias

por siempre gracias

Ni una gozadora entrada a la madera (Neruda) ni un ascético Altazor (Huidobro) que fuera liberándose, cada vez más extasiado, de sucesivas y yuxtapuestas capas de cebolla; nuestro Niño Goyito (“Jeringa”) viaja, por el contrario, desconcertado y cagado en los pantalones.  El humor, entonces, tornando más humano el presente “ascenso” o  “descenso” y desinflándole oportunamente la llanta a la abstracción.  Un vocabulario denso, barroco (casi alucinado) y con puntual peso específico –a lo Adán, a lo Vallejo–da cuenta y colabora en que reparemos y nos solacemos de esta particular búsqueda o hallazgo “del sentido”, el cual, aquí se nos testimonia: “En el cordel borracho las palabras lustrosas se aburren, pero de modo artístico reclaman una venia. La música que en el dolor transcurre se pone de pie.  Atípico de furor, verídico de saltos, Jeringa enrolla sus papeles mágicos”

Carlos Eduardo Quenaya ha encontrado finalmente, en La forma del confín, el tono exacto de su decir –ni Rebelais ni Rilke, solos, sino ambos simultáneos– y el punche que para esta jornada requerían sus palabras; en suma, todos y cada uno de sus aparejos de faena.  Pero el viaje continúa. P.G. »Leer más

Postkloaka

CLOACA MÁXIMA – ROMA

El egoÍsmo espíritu manipulador

Finalmente bien maquillada mediocridad 

–y aceptada por la institución literaria vigente–

No son exclusividad de los políticos

Lo son sobre todo de los poetas

De aquellos que saben porque no son cojudos

Que en el fondo no lo son ni les interesa ser

Salvo alguna vez de muchachos o más lejos

De criaturas acaso convocadas para ello

¿Qué son ahora y qué es hoy el corro de “asistentes”

De aquella postkloaka máxima?

Pues constituyen semejante y maloliente 

Jurado nacional e internacional

Que corta y mancha con análogo cuchillo

Entre lo que debe leerse y lo que no existe

En la poesía

Hasta qué niveles de lameculeo hemos llegado

En esto de la literatura

En esto de la política

Que no constituyen lo mismo

Pero cuyos terrenos hace rato ya 

Algunos los allanaron

Para leer más fácil la poesía

Buenos y malos depredación sustentabilidad

Contaminación extrema es de lo que padecen

Que la Kloaka jamás estuvo

Sino dentro de sí mismos

Vayan a tomarle el pelo a otro

La abundante cabellera a otra

Rechazo este clan enfrenté siempre a este consorcio

No pasarán

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MUROS ATRÁS

[Un muro de cerca]

Un muro de cerca. Porosidad.

Textura. Muchedumbre. Avidez.

Lejos de mis muros, ahora.

Lejos de mi sexualidad de niño

y de adolescente. La delicadeza.

Lejos del consuelo profundo de

cierta promiscuidad con los muros.

Florecidos sentimientos de amor hacia mi madre.

Muros. Juegos con los muros.

Entre los muros.

La historia universal resuelta sobre un muro.

Sin libros.

La turbia locuacidad

de las paredes desnudísimas de mi

infancia. El incomprensible cariño

de los ecos mudos. Los antiecos.

Lucho no sale a jugar, está haciendo

sus tareas. Frente a la casa de Angélica

ni preguntar. Y yo jugando vanamente

con una pelota de jebe

contra los muros. Botes.

Todas las cosas lejanas y cercanas.

Todas las cosas entreveradas

simultáneamente.

Arena. Espinas. Altorrelieves.

Todas las cosas imantadas allí.

Caras. Olores. Nubes.

Todas las cosas delicadas allí.

Tiernamente adheridas. Labios.

EL CORAZON Y LA ESCRITURA (1996)

 

[Sobre el cemento fresco]

Sobre el cemento fresco

del mudo mar de mi ciudad

–entre los tristes botes

del muelle de pescadores–

echo mis redes. Desanudadas

mis preguntas

son unos desechos más

sobre la imantada superficie.

Sombras efímeras

mis anhelos.

Quiero morir. Morir.

Ponerme al día,

como dijo alguna vez de viejo

mi cansado padre.

Quiero morir

y hacer todo de nuevo.

(Inédito, escrito probablemente en 1987)

 

[Pasé el muro]

Para Rosario

Pasé el muro

Vuelvo a él y lo atisbo

Viejas serpientes levantadas

Sobre la piel de la piedra

Serpientes después del barro

El fuego el amor

El descuartizamiento

Juguetes de la infancia

Que abren sus ojos

Mientras atónitos

Los integrábamos

Nos integraban

A sus juegos

Aquellos del gozo

De la más sencilla

Y cotidiana eternidad

Vuelvo pues a mí mismo

Al olvido

A la muerte de mí mismo

Con el rabillo del ojo

Más bien lo oteo

Entre el fango

Entre la piedra

Entre las sobras de mi corazón

Todavía erguido

(Inèdito)

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Editorial Auqui presenta a Brózovich, Málaga y Granados

Con estos tres libros de poesía, desde la ciudad peruana de Cusco, llega de nuevo a Barcelona la editorial Auqui: un nuevo concepto de libro y una fulgurante y poco convencional selección de poetas que inauguran la segunda época de esta editorial, creada en Barcelona en los años ochenta. El poeta Vladimir Herrera (Poemas incorregibles, Barcelona, Tusquets, 2000), actual director de la editorial, fue su fundador, director, editor y tipógrafo; la diseñadora y encuadernadora, ha sido y es Montse Badell. Los libros se trabajaban en una imprenta artesanal, y las ediciones, completamente hechas a mano, muy buscadas actualmente por los bibliófilos, eran tanto de autores canónicos como de autores menos conocidos, latinoamericanos y españoles. Auqui se incluía en un proyecto previo, el de la revista Trafalgar Square, revista de poesía y ficción, que apareció en Barcelona en la primavera de 1983 y que aglutinaba a un grupo de amigos como Cristina Fernández Cubas, Carlos Trías, Paula Massot, Enrique Vila- Matas, José Luis Vigil… La nueva época rescata y actualiza el espíritu de aquellos años. »Leer más