Archivo por meses: julio 2017

Paradigmas de la identidad en la poesía peruana, según Dorian Espezúa

Dorian Espezúa, en el marco de la mesa “Registros heterogéneos en la poesía peruana contemporánea” (JALLA 2016, La Paz), presentó una ponencia titulada “Paradigmas identitarios en la poesía de Leoncio Bueno y Efraín Miranda”; en la cual propuso una taxonomía de paradigmas de identidad que va como sigue:

1.Soy, luego existo.  No depende de la elección, sino del destino.

2.Existo, luego soy (existencialista).  Todo está ya  construido.

3.Paradigma cultural: pertenencia,  participación y arraigo. Yo social, colectivo, incluyendo nuestras raíces.

4.Autonomía (Elijo lo que soy o mi modo de vida).  Performance.  Ejemplos, Leoncio Bueno, deja de ser casi un negro, asume una actitud integradora; Efraín Miranda, siendo medio gringo (blanco) decide ser indio.

5.Nominalista: soy lo que dice el otro que soy.  Paradigma postmoderrno que no pone en valor las políticas de identidad.

Para, enseguida, Espezúa pasar a advertirnos tener cuidado con los que dicen que todo es construcción, que todo sólo es narrativa.  Cuidado con los estereotipos… que los indios son indios sólo luego de la invasión europea.

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Adán – Mejía Baca – Granados

“[Responde Juan Mejía Baca] No quería leer nada ni saber nada del mundo exterior. Después, en Santo Toribio, se repuso notablemente…¿Qué leía?… Sobre todo diarios y revistas como Caretas. Naturalmente El Comercio…Reía mucho con Monos y Monadas. Lo último que leyó fue el poemario de Pedro Granados, Juego de Manos…Le gustó mucho”

El Comercio. Lima, domingo 10 de febrero de 1985.

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LAVAR LA POESÍA (Manifiesto para completar)

 

Contra el desmadre de la media del ego
Y contra la literatura de auto-ayuda
Que se va tomando las paredes de las calles
No, a la acción poética
Sí, a la acción de la poesía
Entre nuestros muros
No, al exótico que se jacta de su exotismo
Ni al renacentista que no la ve
Sí, al díscolo,
Que no cuenta sus versos y le atina
Sí, al que no luce su letrero de post-autónomo
Porque antes ya muchos hicieron poesía por él
Entre los primerísimos, su propia madre

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Ayer fui a la “FIL de Lima” a firmar autógrafos

Ayer fui a la “FIL de Lima” a firmar autógrafos.  La cita era, por más señas, en el kiosko de “Distribuidora Peruana de Libros”, al lado del auditorio “César Vallejo”.  Obvio, aunque esto ya lo había previsto y sólo merodié como por media hora por allí, no se acercó nadie por mi firma.  Sin embargo, de puro curioso entré un par de veces al concurrido “Cesar Vallejo” donde Juan Villoro se despachaba sobre  la crónica y el oficio del cronista.  Hombre elocuente. Rápido de reflejos.  Muy bien adaptado a su rol de difusor y mediador cultural; quiero decir, acostumbrado a formatear y ecualizar su vasta cultura literaria para las grandes audiencias.  El público estaba cautivado hasta la risa; aquella que el respetable brinda rendido y de modo espontáneo ante el conocimiento, inteligencia y buen humor del expositor.  Caballero andante más escudero, mejor cabría decir.  Juan Villoro se las arreglaba muy bien con un joven moderador que le tenía, previamente, ya bien picada la verdura y la carne; con un lateral que le servía como con la mano el balón para que anotara de cabeza; con un telonero dichoso de su labor.  Eficaz canto alterno ante el cual el público quedaba imantado; mientras yo iba y venía atisbando si alguno o alguna caía por aquel kiosko con mis libros.  De una vez por todas, abandoné la idea de que alguien viniera por mi autógrafo y así se lo hice saber al amable encargado de la “Distribuidora”.  Entonces, aunque esta vez poemario en mano, retorné donde lo de Villoro a ver si atinaba a obsequiarle un ejemplar. Pero, de repente, me di contra las dos hojas abiertas de par en par del “Cesar Vallejo”; contra los concurrentes, apurados, solos o en parejas; y contra un Juan Villoro, no menos de prisa, que salía tan alto como es y apoyado como sobre un lazarillo –¿uno nuevo, el mismo?– a perderse entre el gentío y hacia otro impostergable compromiso.  Aunque él parecía que no se desplazara únicamente por Lima; sino, aunque dentro de similar trasatlántico, lo hiciera también, y de modo simultáneo, por Barcelona, Buenos Aires o Guadalajara.

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Poesía peruana post-Vallejo: De los indigenismos a las opacidades

César Vallejo sepultó con su obra poética –aunque valiéndose también de sus persuasivas crónicas y ensayos– todos los indigenismos; y sacó adelante un concepto y una práctica que podríamos motejar como Indigenismo-3, pero que preferimos –junto con Édouard Glissant– denominar “opacidad”.  Esto en primer lugar.  Luego, o en segundo lugar, aunque acaso sea lo más importante aquí, proponer una metodología de lo “opaco” lo más discreta posible y, esperamos, lo más productiva también.  Por último, o en tercer lugar,  aplicar dicho método en nuestro análisis de algunos hitos de la poesía post-Vallejo: Magdalena Chocano (1957), Vladimir Herrera (1950), Rocío Castro Morgado (1959) y  Juan de la Fuente Umetsu (1963), fundamentalmente.

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10 años de “De lo neobarroco en el Perú”

En el presente trabajo hemos partido, de modo no gratuito, con Julio Ortega; desde la perspectiva actual, consideramos que -entre los otros poetas de su generación, llámense estos Antonio Cisneros o Rodolfo Hinostroza- es el que se ha distraído menos con el “británico modo”. Consideramos además que éste, y aceleradamente, una vez superadas la parafernalia política de época y una vez mejor informado el lector, sólo va quedando en sus huesos. Lo mismo, obviamente, sucede con el performance textual de los de Hora Zero y, sus epígonos, un grupo como Kloaka y Cia. Como una suerte de indagación en la honda continuidad de la poesía peruana, la tesis de Martín Adán se perfila como un hito; o, al menos, es un corte oblicuo en el corazón mismo del más influyente, después de César Vallejo, de los poetas peruanos contemporáneos. Nuestro texto no se propuso sino dar un paso más, actualizar una tarea, no por aparentemente arbitraria, menos brillante y entendida. Es con los 80, le corresponde el mérito a esta variopinta promoción, donde las fuerzas barrocas adquieren nuevos bríos en el Perú y, justamente, a partir de la poesía conceptista/ coloquial del autor de Diario de poeta. Claro está, en un neobarroco que, asimismo, ha ido incorporando otros gustos de moda y, es lo más remarcable, otros gestos de estilo hasta hacerse casi irreconocible canónicamente.

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