Archivo por meses: abril 2008

La zarpa en el mapa/ Efraín Bartolomé

CÍRCULO DE CALMA

Con un callado golpe de alas negras
se mete al pensamiento

Después arropa con su aliento tibio
Nos rasca la cabeza con amorosas manos
Nos tiende brazos cálidos sobre la cama dura

Es cuestión de dormir
Entrar al sueño con el pie derecho
Palpar los muslos de agua o de ceniza
de esta amiga reciente sin rencor y sin miedo

Y sin ninguna prisa.

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Juvenal Agüero y el fútbol peruano

Entre los jugadores peruanos, admiraba la guapeza de Roberto Challe y la inteligencia de César Cueto, el “Poeta de la zurda”; atesoraba dos escenas que, tal como el juego de este último, emergían de pronto de su memoria del modo más inesperado, eran dos auténticas epifanías: un pase de casi setenta metros, perfectamente elíptico, para que el “Ciego” Oblitas pegara la corrida y metiera el gol con el que el Perú ganó a Francia en el Parque de los Príncipes en la antesala del Mundial de Italia en 1986; la otra, el “Poeta de la zurda” pasando con pelota dominada a través de un túnel de argentinos manolargas para servir en el vacío, frente al área chica del arco contrario, una pelota que recogió como una luz “Patrulla” Barbadillo, descolocó al arquero, infló la red y dejó completamente muda a la hinchada celeste que abarrotaba –en un partido trascendental para ambos equipos, y que empató Maradona en el último minuto– el monumental estadio de River Plate.

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Análisis de Trilce XIV

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Cual mi explicación.
Esto me lacera de tempranía.
Esa manera de caminar por los trapecios.
Esos corajosos brutos como postizos.
Esa goma que pega el azogue al adentro.
Esas posaderas sentadas para arriba.
Ese no puede ser, sido.
Absurdo.
Demencia.
Pero he venido de Trujillo a Lima.
Pero gano un sueldo de cinco soles.

Este esquema que vamos esbozando —la relación motivada entre los números y el mar en Trilce— asimismo ilumina, creemos, textos «difíciles» al interior del libro y que, en apariencia, no tienen ninguna relación con el agua o el mar. Así, por ejemplo, el poema XIV, que según Alberto Escobar «debe ser visto como un poema clave, si no del libro entero, sí cuando menos para iluminar la actitud del yo» (citado en Ortega 1991: 91). Son 11 versos libres dispuestos a la manera de cuatro estrofas, la primera y la última formada cada una por dos versos divididos por un espacio simple; las otras dos estrofas constan de tres (vv. 3-5) y cuatro (vv. 6-9) versos respectivamente. Existen dos registros muy marcados, uno, podríamos decir, literario-abstracto y otro, coloquial-concreto. Este último se nota en la estrofa final: «Pero he venido de Trujillo a Lima./ Pero gano un sueldo de cinco soles». Ambos versos, paradójicamente, son endecasílabos. El poema concluye con el sustantivo «soles» que guarda relación, evidente, con el astro rey y con la moneda oficial peruana (desde hace unos años, nuevos soles). Veremos, enseguida, que la primera estrofa tiene también una implicación solar y, sobre todo, cada uno de los versos que presiden las estrofas segunda (v. 3) y tercera (v. 6). De antemano, podríamos decir que en este poema, muy semejante al LXIX, están presentes —como veremos— el mar y el sol simultáneamente, con este último, aunque tácito, como elemento agente, y con un relieve o protagonismo mayor que en el poema LXIX. El sol será equivalente al Dios padre que entreveíamos en nuestro análisis del poema V.

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JAVIER HERAUD/ Gregory Zambrano

Me hago de los sueños
para discernir el tiempo venidero
saberme hombre en el niño
que navega en mí
hacia el lecho dulcísimo del Madre de Dios
He de entender también
que no podré reírme de la muerte
en presencia de extraños
y no habrá más remedio
que un rostro pálido
un cuerpo exánime
sacado con su carne hecha flor
del fondo de las aguas
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Juan Mejía Baca y Martín Adán: una bella amistad de treinta años/ Entrevista

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No quería leer nada ni saber nada del mundo exterior. Después, en Santo Toribio, se repuso notablemente…¿Qué leía?… Sobre todo diarios y revistas como Caretas. Naturalmente El Comercio…Reía mucho con Monos y Monadas. Lo último que leyó fue el poemario de Pedro Granados, Juego de Manos…Le gustó mucho.

El Comercio. Lima, domingo 10 de febrero de 1985. »Leer más

Sí/ José Homero

José Homero

Hay en sí una estación que el viento ignora
y en el verano emoliente llega
sacudiendo en las alas el sopor,
dejando en la arboleda un reguero
azul, una telaraña de oro.
En el breve verano el cielo escampa
y estampa el sol su acero en las palmas
en la temprana hora cuando azul
en volúmenes se ordena la distancia
y lúcida la luz arquitectónica
en ángulos dispone jerarquías
y calles traza y en la piel proyecta
los lindes que convierten mundo en plaza.
Este lento verano, este gozo
aleve, inesperado por buscado,
que implanta su verdura en los abrojos
y la memoria sella con sus labios
clausura toda duración
Su ciclo
es del placer que no se agota o sacia
e inscribe en los sentidos muda dicha;
húmeda llama que el viento azora

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Análisis del poema “Los heraldos negros”

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Hay golpes en la vida, tan fuertes… Yo no sé!
Golpes como del odio de Dios; como si ante ellos,
la resaca de todo lo sufrido
se empozara en el alma… Yo no sé!
Son pocos; pero son… Abren zanjas oscuras
en el rostro más fiero y en el lomo más fuerte.
Serán tal vez los potros de bárbaros atilas;
o los heraldos negros que nos manda la Muerte.
Son las caídas hondas de los Cristos del alma,
de alguna fe adorable que el Destino blasfema.
Esos golpes sangrientos son las crepitaciones
de algún pan que en la puerta del horno se nos quema.
Y el hombre… Pobre… pobre! Vuelve los ojos, como
cuando por sobre el hombro nos llama una palmada;
vuelve los ojos locos, y todo lo vivido
se empoza, como charco de culpa, en la mirada.
Hay golpes en la vida, tan fuertes… Yo no sé!

El «charco» (v. 16) es la imagen por excelencia de este poema y de esta parte del poemario, con sus análogos pozo, de «empozara» (v. 4); «zanja(s)» (v. 5); «caída(s) honda(s)» (v. 9); «puerta del horno» (en cuanto al contorno, sobre todo si pensamos en un horno rústico o tradicional andino) (v. 12). De esta manera, pues, y tal como nos lo ilustra el diccionario, «charco» es una unidad léxica cuya ‘agua u otro líquido’ semánticamente implica los conceptos de detenimiento y cavidad ‘de la tierra o del piso’ (Diccionario de la Lengua Española). Es decir, aquellos conceptos están opuestos de modo correlativo al movimiento circular de las aguas en el mar, y a la verticalidad de las aguas de la lluvia; dinámicas ambas fundamentales, sobre todo la del mar, en el caso de Trilce. Y, también, conceptos opuestos al movimiento dialéctico que informan, en general, los poemas de París, fruto de la última etapa en la creación poética de César Vallejo(1).

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Del lado de mi madre

6

En unas cuantas silabas
Del lado de mi madre
Yacente muy en mi costado
Palabras, alas, dedos
De un niño tierno
Alma de textura
Harto delicada
Del lado de mi madre
Escribo
Qué duda cabe
En silencio y con la mirada
Ausente
Y el contorno algo sobrecargado
Del rostro
Pero que ya no es de este mundo
Lleno de hijos paridos y varón
Desde una oculta raíz
Que ha producido
Abundante chispa
Hasta estos años
En que me entreveo
Tal como mi propia madre
Alcanzaba
A añorar a la suya a mirar a la suya
En sus propios brazos
Extendidos hacia lo
Pero muy lejanamente
Posible

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