Archivo por meses: febrero 2010

CÉSAR VALLEJO Y LA ÉTICA JURÍDICA/ Miguel Pachas Almeyda

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Vallejo cruzó la puerta de aquellas cuatro paredes albicantes, al crepúsculo de un 26 de febrero de 1921, y allí estuvieron sus amigos de verdad, sus defensores incondicionales que lo abrazaron, y el poeta se quiebra; son lágrimas de hombre que sufrió en carne propia la injusticia.

El 8 de mayo de 1921, Vallejo declara ante la prensa limeña, su alegato primigenio, inalterable y que hoy es una verdad a todas luces: “…Soy totalmente extraño a los salvajes sucesos acaecidos en agosto en Santiago de Chuco; mi conciencia y la vindicta pública lo proclaman. Se me acusó, con plena certidumbre de que se me calumniaba infamemente, y, sólo por ciertos resquemores y venganzas de política provinciana de que son víctimas ahora algunos hermanos míos residentes en el norte…

Iturri ha tenido y tiene para escuchar su actuación un buen padrino en el seno del Tribunal Correccional, y, así es como se explica, que esta instrucción haya sido aprobada contra todo derecho y toda conciencia. Yo la afirmo y sostengo en todo terreno…” (3)

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Pensaba este año ir a República Dominicana

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-Pensaba este año ir a República Dominicana, de incógnito y sólo para reencontrarme con algunas jebas. El ambiente literario allí es denso, acaso asfixiante… La oficialidad no me acepta porque simplemente ejerzo el criterio… me siento, queriendo tanto ese país y pueblo, terriblemente sin amigos en RD.

-Sabes qué, creía todo lo contrario. Tenía la impresión de que eras amigo de toda la manada de asalariados del poder que no hacen otra cosa que empuercar el ambiente y manosearse con una gloria de a pesetas. Me pasa lo mismo, los enemigos cordiales con los cuales conté alguna vez hoy son de dudoso apellido. Así que cuando quieras publicar un ensayo crítico sobre ellos, estamos abiertos.

-El asunto, planteado así, acaso es demasiado sencillo; y el ensayo aquel, por ende, devendría en perogrullo. Lo que pasa en la República Dominicana es, en escenario pequeño, lo que ocurre con la literatura por lo menos en todo el ámbito hispánico. Cómo la institución literaria vigente construye taimadamente un canon y cómo se manipula a la gente. Cómo los más astutos entre aquella institución se auto-promueven; establecen complicidades; marginan orquestadamente; compran favores; y se preparan para sobrevivir intachables al cambio de régimen. No otro es el fenómeno en aquella media isla; no otro en el Perú, Colombia o la España socialista o de derechas. Hacer un ensayo crítico sobre esto supondría hacer pasar por mi colador, frente a los ya enquistados en el poder político y el imaginario social, a aquellos que esperan su turno y que les importa, tanto como a los otros, un carajo la poesía.

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Rostro y voces en Manga/ Harold Alvarado Tenorio

ayc.com.mx

Fuiste y volver

no fue memorable.

Menos,

el rostro de un muchacho,

amaneciendo en Manga.

No hubo maravillas

ni sabiduría ni soberbia

ni codicia ni desdicha ni engaño.

Sólo ese rostro,

bello como la misma juventud,

helado, como los tiempos que corren,

incluso en Manga,

donde la luz es más bella

y todo parece dispuesto para que seas feliz

si, la vida, te lo hubiese advertido.

La vida, quiero decir la muerte,

que incansable

te esperaba detrás de la puerta,

repitiendo, como idiota:

Si todo vale nada,

el resto vale menos.

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Breve teatro para leer: poesía dominicana (1980-2010)

Scaner
ISBN: 978-612-00-0195-0

La poesía dominicana: “el secreto mejor guardado del Caribe”, frase de Alexis Gómez-Rosa (1950), nos dio pie y sirvió de marco para, en un trabajo anterior, reflexionar sobre la obra de algunos de los poetas dominicanos de las últimas promociones. Nos referimos a la antología “Poesía dominicana en tiempo real: el que fuera secreto mejor guardado del caribe” [http://blog.pucp.edu.pe/item/57890] de la que, el presente ensayo, es su revisión íntegra y puesta al día. De modo muy significativo, respecto precisamente a este último autor, en el espectro de las poéticas que en este mismo comienzo de milenio, a manera de hojaldres, se yuxtaponen y conviven en la República Dominicana (“poesía del pensar”, del espectáculo, del autismo, del neo-testimonio o del performance), quizá lo más apropiado en su caso sería hacerle corresponder la del espectáculo; aquella capacidad, tan suya y que será heredada sobre todo por los poetas del 90, de apropiarse de todo y de experimentar exitosamente con todo ello (haiku, “británico modo”, poesía concreta, palimpsesto, etc.) que le perdonamos, y no menos nos encandilamos, incluso a expensas de saber que sus versos son los atributos de un consumado actor. Por lo tanto, vamos entendiendo que el título actual (Breve teatro para leer: poesía dominicana, 1980-2010) le agradece de nuevo a Gómez-Rosa, aunque esta vez más elíptica, su activa participación. Teatro, aclarémoslo, en cuanto la literatura tiene no sólo de impostación o simulacro; sino además, y obviamente, de dialéctica social o debate estético-ideológico.

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Hitos de una Vida Continua: La poesía de Javier Sologuren

Scaner
ISBN: 978-612-00-0196-7

Leíamos a Javier Sologuren desde el colegio; la sensación que siempre se nos quedó a través de sus versos fue la de discreta intimidad, levedad y sutileza. Ya en los años universitarios nos llamó la atención la rigurosa arquitectura de sus poemas, su encauzado caudal, que, según hemos averiguado con el poeta, no obedecen a un trazado previo sino a la irrupción instantánea de un sueño resoñado, de un texto gestado largamente en lo oculto. Del mismo modo nos cautivaban su poderosa visualidad. De alguna manera, arquitectura y visualidad iban juntas refinándose, apuntando hacia una totalidad, desechando excesivas apoyaturas (sonoridad, signos de puntuación, figuras retóricas). Nos propusimos entonces algo que ahora daremos a luz, intentar dar cuenta de la coherencia y armonía de esa fanopea , de los pilares que sostenían dicha arquitectura.

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La institución literaria del gobierno del PLD

chimeneaverde.blogspot.com

La institución literaria del gobierno del PLD (2004-2008, 2008-2012), a través de la Secretaría de Cultura/ UASD (Universidad Autónoma de Santo Domingo), ha sabido percibir y entender –desde su primer periodo de gobierno– la necesidad de la promoción social y educativa del país, también, a través de los talleres de creación literaria; sobre todo, aquellos avocados al ejercicio de la poesía. Por lo tanto, a esta hora estos últimos han proliferado, con el auspicio directo o indirecto del gobierno, a lo largo de todo el suelo dominicano. E incluso esta oportuna iniciativa de democratización de la producción cultural, sobre todo en el trabajo con los jóvenes, se ha visto realzada por su pronta publicación a través de –aunque no únicamente– la Editorial Ángeles de Fierro (San Francisco de Macorís). La que ha ido publicando tanto los frutos de los nóveles talleristas como –sino más– los libros de los escritores comprometidos con esta iniciativa; la gran mayoría de estos, miembros a su vez, del Taller Literario César Vallejo (auspiciado por la UASD).

Una iniciativa de inclusión social a través de la cultura que, como sabemos, no es nueva en Latino América (baste recordar, a manera de ejemplo, la labor de Ernesto Cardenal en Nicaragua y el auge de una estética –coloquial-exteriorista– y de una ideología o teología, la de la liberación); es más, que siempre estará en los planes de cualquiera de nuestros gobiernos como un modo de desfogar tensiones sociales o, mejor aún, tener bajo control la cultura (¿México?, ¿el proyecto pendiente de debate por un ministerio análogo en el Perú?). Implementación populista pues, la del PLD, que brinda con una mano lo que, acaso, va quitando ávidamente con la otra. Y decimos esto porque los frutos propiamente artísticos de esta encomiable misión, docente y editorial, exhibe –no sin algunas felices excepciones– cierta, digamos, uniformidad en el estilo. No podría ser para menos cuando los facilitadores o asesores de dichos talleres militan, en su mayoría, en periclitadas prácticas literarias (esencialistas, canónicas, ranciamente vanguardistas); y, sobre todo, porque los mismos no invitan o no pueden o no se atreven a pensar críticamente. Grosso modo, pareciera que este montaje institucional –aparte del gesto político- populista ya señalado– responde a una estrategia para contrarrestar la crítica contra el gobierno que –desde la poesía y la Internet– han sabido articular los que en otro lado hemos denominado “poetas neo-testimoniales” (Juan Dicent, Homero Pumarol, Rita Indiana y Frank Báez, sobre todo); y la que desde el interior mismo de la media isla ha sabido elaborar con valentía y humor –y extraordinario talento– un poeta como Glaem “Pipen” Parls (líder de los “erranticistas”).

Inclusión no significa homogenización; menos, alienación o antídoto contra la crítica (y la belleza). Deseamos lo mejor para la literatura dominicana porque, aunque como híbridos andino-caribeños, también estamos integrados a ella ( basta ir a google). Sería fabuloso para la República Dominicana –su pueblo es de los más listos, receptivos y creativos que jamás hemos conocido– que también los “neo-testimoniales” hagan taller por radio allí, y Junot Díaz en Villa Mella, y Armando Almánzar Botello en las zonas de la ciudad que le sean más entrañables, y Soledad Álvarez expanda su glamour entre las niñas de San Cristóbal, y por qué no Glaem “Pipen” Parls, con allegados, deje escuchar sus ecos al interior mismo del patio presidencial.

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Triptyque/ Carlos Henderson

Triptyque hommage aux morts du tremblement de terre de janvier 2010 à Haïti, du livre inédit l’excès noir

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ESPACES AUX AGUETS
(1)

il dit, le monde crache nuit à la nuit, des morts

qui jamais n’ont été excités

par l’azur

la partie se joue, accepte

l’aveuglante

lune en face

oui, la blessure grandit

la nourriture terrestre : les buissons de l’obscur

la terreur

la terreur

que la nuit aussi crache

le temps, le sable

du désespoir

que la nuit aussi crache.

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Los poetas vivos y más vivos del Perú (recargado)

mariangeles-pedacitos...

En la Lima de los años setenta alguien inquirió a un ciudadano, de cuyo nombre no nos acordamos, sobre cuál era el poeta peruano más importante. Por aquel entonces la respuesta era obvia, todo el mundo hubiera coincidido en el seudónimo que sirvió a Rafael de la Fuente Benavides para legarnos su extraordinaria poesía: Martín Adán. Mas, creemos que por probo y pedagógico -y no por ignorante-, aquel ciudadano respondió: “No sé cuál es el poeta vivo más importante del Perú, pero si cuál es el más vivo: Winston Orillo”. Autor éste que por justicia poética está absolutamente olvidado hoy en día, pero que en su momento fue nítido contrapunto en la comparsa de los poetas peruanos del 60, fundamentalmente del Pavarotti de aquella época, Antonio Cisneros. Orillo llegó a figurar incluso en antologías continentales e historias de la literatura hispanoamericana tales como en la del desprevenido Enrique Anderson Imbert.

Sirva este párrafo introductorio para remarcar algo que parece inevitable en los avatares de cualquier promoción literaria: están los poetas -que siempre son poquísimos- y están los animadores culturales, profesores, gacetilleros o políticos camaleónicos que fungen de poetas por un lapso más o menos largo hasta que su mismo oportunismo los traiciona, pero que algunas veces ejercen -queriéndolo o no- una tarea de difusión de autores que son más interesantes y que a la larga serán más perdurables. No ha sido otra la función en la literatura peruana -salvando evidentes distancias de generación y relieve de la obra- de, por ejemplo, José Santos Chocano, primer y auténtico propagandista indirecto de la poesía peruana moderna a nivel continental; Alberto Hidalgo, cuyos desplantes llegaron a codearlo a su hora con Borges y Huidobro; Manuel Scorza -de reconocida, aunque polémica, labor editorial-, cuyo oportunismo poético lo lanzó a ganar numerosos premios internacionales y a figurar ahora mismo, por ejemplo entre mucha gente educada del Brasil, al lado de César Vallejo y el propio Chocano; Antonio Cisneros, cuyo prestigio ganado con su obra de principios de los años 60 -e inflado por lo que en esa época constituía el premio Casa de las Américas- le permite ejercer incluso hoy de cacique en la -aunque ya transformada por aluviones sociales que han convertido a Lima en una La Paz con mar- auténtica poesía de Miraflores; Jorge Pimentel, cuyo performance filicida (típico de los 70′, o al menos de Hora Zero) siempre superó al de su hermano, pero no a los versos de al mismo tiempo su maestro, Antonio Cisneros; hasta, y por ahorro de tinta nos detenemos aquí, algunos ubicuos ejecutivos literarios con dólares, instructores en arribismo cultural y aligerados poetas, como es el caso conspicuo de Miguel Angel Zapata, verdadero polizón de la generación peruana de los 80.

Sin embargo, en esta comunicación queremos ponernos un poco serios y no detenernos gratuitamente en el chiste. Repetimos, el fenómeno que indicamos siempre ha existido en la historia literaria y probablemente siempre existirá(1) ; sólo que por estos años -y sin necesidad de ganar mayor perspectiva- se ha tornado evidente. Claro, este fenómeno no es exclusivo de los que vamos denominando “Los poetas más vivos del Perú”; semejantes casos de auto-promoción, fabricación editorial, influencia partidaria, coima, simple miopía o nacionalismo militante lo percibimos por doquier. Baste, por ejemplo, escuchar a un premio nacional vitalicio -y remunerado- como Raúl Zurita; la verdad es que cuando le ponemos oídos lo primero que nos preguntamos es por quién lo fabricó y quién permite todavía se siga difundiendo tantísimo ruido y tantísimo ego. Otro caso -aunque me vayan a caer encima sus hinchas ya que este señor parece realmente muy buena persona- sería el de Juan Gelman, cuya ternura -cuando enternece y no sólo mueve nuestra filantropía- la encontramos absolutamente lograda ya y sin mácula en la obra de César Vallejo. Obviamente, algo similar ocurre con el cantautor sureño Mario Benedetti que, curiosamente -en un encuentro de escritores celebrado en 1967 en México- provocó en José María Arguedas “la impresión de estar revestido o insuflado de una seguridad levemente despectiva hacia los que no pensaban exactamente igual que él” (García 22); dado el caso, nosotros preferiríamos ir directamente donde el cantor, Gardel, o el músico, Piazzola.

Mas, para que a priori no se nos juzgue de puros, debemos puntualizar que todo el entorno de nuestra poesía en español -y no sólo el gremio de los que podríamos denominar poetas “éticos”- atraviesa una profunda crisis. Tal es el caso del tan extendido, últimamente entre nosotros, neobarroco (verbigracia, en la antología Medusario de Kozer/ Sefamí/ Echavarren). Ante la sombra de Trilce, para no remontarnos a la poesía de Luis de Góngora, aquél resulta mera tecnología; es más, intento parnasiano, racionalista y policial al inhibir una franca apertura de la sensibilidad hacia el mundo exterior. Sin capacidad metamorfoseante, el neobarroco -salvo quizá alguna rarísima excepción: los textos del propio Roberto Echavarren, también el teórico de aquella antología- es en sus versos sólo una lista invertebrada de inhibiciones. Otro tanto, aunque nos hallemos en el polo opuesto, podríamos decir de los amaneramientos de la nueva sentimentalidad o de la poesía de la experiencia que no son -en general, y tal como sostiene con lucidez Jorge Rodríguez Padrón al hablar de la reciente poesía española- sino machacona retórica narrativa de los sentimientos y de la moral (344); esto sin mencionar a los “agudos teorizadores; pero nunca creadores de lenguaje” (339).

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