Tino, Alan y Pedro en Boston
[Si alguien te pregunta]
Si alguien te pregunta
por el viento
dile que nació cuando era niño
en el momento
de levantar corriendo
mi cometa
Ya que el suscrito es el último entre esta lista y, además, todavía “vivo” (aunque no “mas vivo”), amerita elabore algún comentario.
Emilio Adolfo Westphalen, buena poesía para adolescentes, índice de edad o de permanente condición. No se atreve a encandilarse consigo mismo, con su propio metro y con su propia voz, y delega a que recite el lector. Actitud muy vieja en empaque surrealista. Escuela para olvidar pronto.
César Moro, su contertulio André Breton es mucho mejor. Poesía para “aguantados” como lo es la inmensa clase media limeña; la cual, de facto, es la minoría que siempre ha leído. Muy de vez en cuando, arroja la tinta de sus pinceles directamente al aire y hacia la noche, entonces acierta. Aunque, por lo general, el formato manda, el soporte le ordena. Aun así, es mucho mejor que Westphalen.
Javier Heraud, murió justo cuando todavía se encontraba en el intersticio entre su ser real y el de la ficción. Su gesto ético, aquello de morir a los 21 por los ideales socialistas cubanos, nos deja mudos. Su gesto poético, en cambio, sí nos permite articular que no superó a Antonio Machado ni salió de las homilías de la iglesia del barrio o de su colegio.
Jorge Eduardo Eielson, testigo de la Poesía, cómo no. Heredero directo de Martín Adán; de aquellos versos de este último: “[Poesía] De Dios que cayó en orgasmo/ Haciéndolo para cisma”. Sus esculturas enterradas, de modo paralelo a su “secreto” oculto entre sus voluptuosos “nudos”, brindan cuenta de aquello. Es el último de los grandes poetas peruanos de raza. Casi a su mismo nivel va Javier Sologuren; admirador de Eielson porque lo que éste intuía, Sologuren lo articulaba y plasmaba a plenitud. Poeta menor de esta misma generación, de los años 50′, es la muy expresiva y expresionista Blanca Varela.
Antonio Cisneros, constituye el más elocuente fruto de la solvencia e influencia de sus amigotes, también, a nivel de la cultura.
Rodolfo Hinostroza, y su tan personal Comala. La búsqueda del padre, a lo largo de toda su obra (poesía, ensayo, teatro), trasciende la utilería y el “tono” de época. Muy inspirador y recomendable para lectura de los jóvenes. Juego de acertijos para la gran mayoría, mientras el autor permanece atento al tránsito y conjunción entre Venus y Neptuno.
Raquel Jodorowsky, a esta autora chileno-peruana alguna vez la leímos y, juramos, que en cuanto podamos la vamos a volver a leer.
José Watanabe, la oralidad de su pueblo natal, Laredo (La Libertad, norte del Perú), le salvó la vida literaria. Uno de los poetas peruanos más inteligentes del siglo pasado; y excelente administrador también de su propia poesía. Lo poco que tuvo, que es mucho, lo supo mostrar eficazmente en sus versos. Cauto. Obvio, dada esta actitud vital y retórica, le faltó arriesgar. Se la creyó y le creyeron, pero terminó refugiado en los evangelios; como si estos constituyeran algún tipo de refugio. Su mesura, su decoro, términos asimismo de la retórica, le pasaron factura.
Eduardo Chirinos, como sus amigos Jorge Eslava o Carlos López Degregori, entre otros de su clan: todos los premios, cero goles. Producto típico (paradigmático) de las funciones de una institución literaria vigente; en este caso conservadora y con galvanizadas raíces en la PUCP. Jamás fue un poeta, sí, un esmerado estudiante de Letras. Junto con Montalbetti y otros, menos conocidos aunque con virus equivalente, apostaron por –el a su vez inexistente– Antonio Cisneros. Neblinas de verano de Lima. Ascos comunes y, a su vez, los mismos modales compartidos. Espejismos, todavía, de algunos profesores que tozudamente militan en ciertas nociones restringidas de la vida y de las Humanidades.
Jorge Pimentel y Enrique Verástegui. Más palabrero uno que el otro; engreídos, ambos, por una crítica siempre en cierre de edición; uno mestizo y el otro zambo. Nada más nos sale decir de ellos.
Pedro Granados, toda aquella aproximación a la poesía y su crítica en la región –que no tome su obra como referente imprescindible y secuencial a Vallejo, Adán y Eielson– es y será una verdadera pérdida de tiempo y esfuerzo. Trabajos de un mala leches o de tonto ocupado.
[Ciego por unos instantes veo]
Ciego por unos instantes veo
La poesía por todas partes
Bulbos flores palacios iluminados
Tal como nuestros padres
Incautamente la imaginaron
O una enorme vagina
Con guillotina al ristre
Tal como y desde no hace mucho
Muchas poetas la conciben
La confusión se agrava
En nuestros tan colonizados países
Los poetas peruanos quieren ser argentinos
Los cuales se han esforzado en ser británicos
Los poetas dominicanos quieren ser españoles
De cepa pura
Cuando estos últimos hace tiempo
Perdieron el rumbo de su lírica
Generación Nutella o de la chocolatina
Denominaríamos a la más reciente de sus promociones
Si no sobrepujaran queriendo tomar este lugar
Asimismo otros nombres
De la experiencia de la conciencia
Junto con el de la chocolatina
La ética nos tiene irremediablemente cogidos
A todos y cada uno
La moral del Norte heredera de calvinistas
Y calvos a modo de sabios o sabihondos
Acaso sólo el Brasil se salva de todo esto
Porque desde el pasado más remoto
Se la pasa en éxtasis
Y no escribe sino que baila en imágenes
Que devuelven sin pausa otras semejantes
Chorro acompañado siempre
De una u otra contagiante canción
A los Andes corresponde poner en letras de molde
El remolino de hojas de paños de olas
De juego de piernas y amagues sin fin
De la extática poesía do Brasil
Uruguay se casó con una idea del honor
Porta estandarte previo a cualquiera de sus versos
Fijos dalgos de ojos vendados
Derecho al más obtuso de los despeñaderos
Bolivia, ice cream del mundo
Aunque de una sola bola
Porque el helado de dos
Continúan siendo los Himalayas
Paraguay, agua para atragantar la sed
Y cotidianidad para aburrirse sin medida
Estados Unidos, el modo más absurdo
De perder el tiempo de la mente y trocarlo
Por supermercados satisfechos
Venezuela, …
Colombia, cuya poesía de delicados ademanes
Trastocara para siempre Raúl Gómez Jattin
Ecuador, un porfiado pasillo
Chile, territorio de poetas vencedores
Y que por lo tanto ignoran
La decisiva voz de la derrota
El Panamá y la poesía no publicada en libro
De los Kuna
Centroamérica, equivalente a Fuente Vaqueros
O Santiago de Chuco, tierra del indio Rubén Darío
A quien sin embargo hemos leído
Como si de Antonio o Manuel Machado se tratara
A todas las bestias y sus bostas de poesía
A nuestras estoicas aves de rapiña o aunque sea de corral
Que no han cesado de volar o intentado elevarse
A todas las mujeres hermosas de América Latina
Porque todas lo son
Al río que oculta y es frío
Al sol que no oculta y resulta abrazador
A esas calles breves entrecruzadas y populosas
Donde hallé mi destino
Como si de un beso del sol mismo se tratara
Como si una inundación en los ojos fuera
Como si un perfil humano tornado
Ovejo pantera buitre estrella
Y seguiríamos sumando
Como si en ello precisamente consistiera
©Pedro Granados, 2021.
8
Sobre Vallejo and Company diré que son chicos de nuestra época, con mucha información y poco gusto literario. Sobre todo no le juegan a nada. Sobre nada no le juegan a todo. Ni fu ni fa. Se nutren del prestigio ajeno. Ni son cosmopolitas ni dejan de serlo. Sufren la tragedia de pertenecer a esa clase media limeña colgada del fin del mundo y a punto de desaparecer. Pertenecen pero no logran representar a esa clase. El problema es que ya están en la crisis de los cuarenta cincuenta es decir problemas sexuales, falta de dinero, fracasos amorosos, falta de identidad en una Lima donde hace mucho ha dejado de importar el quien es quien del cómo si cabe cuándo. Viven de oídas y hablan por boca de ganso. Cualquier cosa es poesía para ellos. Les hace falta un país ineficiente y una guerra civil. Adolecen de un pensamiento débil como decía Vattimo y son felices así. Baudrillard o Santiago Lopez Maguiña serían su estandarte pero no Stendhal ni Restif de La Bretonne. Dejémosles correr.
No creo que haya que reconciliarse con la naturaleza
Éste es un mito estúpido porque todo es naturaleza
Tanto la distopía como la utopía
El empaque mismo en que vienen las cosas
No tengo alma para los cerdos ni los pollos de la granja
Tampoco para poner mi atención sobre aquella probeta
Que demuestra que todos tenemos el virus de la vida
Un pececillo que sobrenada sobre natas y excrementos
Al que dan igual las granjas como los edificios
Y se instala efímeramente sobre cualquier cosa
Incluso si es preciso dentro de nosotros
Y a ver cómo pica
Cómo revienta y pone en vilo
En calamitoso estado de postración
Todo aquello que íbamos considerando vida
Vivo viviente y la lista completa de sus altisonantes sinónimos
A ver cómo quema
Cómo estalla
Cómo perturba tu corazón
Último refugio de nuestro cuerpo
En el que por un momento olvidamos
El sexo, las piernas, la terca angina de pecho
Cómo tu corazón lucha solo y sin escudo ninguno
Contra la vida
Y gana siempre y sin atenuantes la derrota
Porque únicamente el corazón la sobrevive
Y siempre ha sido muchísimo más que la vida
I
Samaypata is a small Macchu Pichu,
they tell us. And the people is right.
An hour and a half it costs to leave behind
the heat of Santa Cruz de la Sierra.
And settle down. Pass
through the needle eye of its streets.
Without touching the stone.
Without putting your nose on the cold rock.
Know that Samaypata awaits us.
To die. To live
maybe even more this way.
With its gentle architecture under our feet,
that tells us.
With its unfathomable screen of air,
that illustrates us.
Samaypata and the art of dying,
to go dying while we fall
in its deep well.
Same as in Macchu Picchu.
Although Samaypata is personal death,
not community or sidereal. Just individual.
One day we went there
with our india camba
long hair, strong and dark.
One day we went there, in Lima,
when we were kids
and we played around
to one of its dusty huacas.
The goal was death
but we did not know this yet.
And the joy
the same joy as now. Dark joy.
Without putting your hands on the hard rock
nor closed eyes on the cold stone.
II
We belong to such an old family
like that of the first men of the plain.
Although in the mountains they also find
our ashes.
Make love on my camba
It is like entering a wall.
How to make love to a black rose.
Samaypata is the female
hidden among the foliage.
Legs and hips of a woman.
And doggy tits.
So was that dark girl.
And your cock turns to leather.
For continuing to lie on the stone.
And your teeth stick out and your arms
to better bite and hug her.
And your calves get rubbery
to boost you
and get to know the art of dying in Samaypata.
Without breathing the stone or licking the hard rock
nor lie face down at the bottom of the abyss.
III
The return from Samaypata
brought me here.
That it is not Samaypata, this is clear.
That it’s not me either.
That he is nobody, perhaps. If not, alone
a certain mirage of lights and tall buildings
on the patient grass.
IV
A delicacy can be
any bite.
That’s why you write despite
of your impure feeling.
There is no place or time
ideal. Thereforeyou
approach your head
to the abyss of paper.
Samaypata has left
a long trail of stars.
Of agglomerated stars of death.
Half an hour less lasts
the way back to the plain.
To the onslaught of heat
from Santa Cruz de la Sierra.
Storming the Boston cold.
Even if you live for now
inside the plane of your memories.
And the near future fact
be that of your own extinction.
Maybe in Samaypata.
Maybe touching the china itself
of those splendid stars.
With our drop of shadow confused
and happy among so many other shadows.
But you don’t know this yet. And that’s why you write
with your impure loneliness.
Half alone. Accompanied
half
There is no place or time
ideal
LOS DESGRACIADOS
Ya va a venir el día; da
cuerda a tu brazo, búscate debajo
del colchón, vuelve a pararte
en tu cabeza, para andar derecho.
Ya va a venir el día, ponte el saco.
Ya va a venir el día; ten
fuerte en la mano a tu intestino grande, reflexiona,
antes de meditar, pues es horrible
cuando le cae a uno la desgracia
y se le cae a uno a fondo el diente.
Necesitas comer, pero, me digo,
no tengas pena, que no es de pobres
la pena, el sollozar junto a su tumba;
remiéndale, recuerda,
confía en tu hilo blanco, fuma, pasa lista
a tu cadena y guárdala detrás de tu retrato.
Ya va a venir el día, ponte el alma.
Ya va a venir el día; pasan,
han abierto en el hotel un ojo,
azotándolo, dándole con un espejo tuyo…
¿Tiemblas? Es el estado remoto de la frente
y la nación reciente del estómago.
Roncan aún… ¡Qué universo se lleva este ronquido!
¡Cómo quedan tus poros, enjuiciándolo!
¡Con cuántos doses ¡ay! estás tan solo!
Ya va a venir el día, ponte el sueño.
Ya va a venir el día, repito
por el órgano oral de tu silencio
y urge tomar la izquierda con el hambre
y tomar la derecha con la sed; de todos modos,
abstente de ser pobre con los ricos,
atiza
tu frío, porque en él se integra mi calor, amada víctima.
Ya va a venir el día, ponte el cuerpo.
Ya va a venir el día;
la mañana, la mar, el meteoro, van
en pos de tu cansancio, con banderas,
y, por tu orgullo clásico, las hienas
cuentan sus pasos al compás del asno,
la panadera piensa en ti,
el carnicero piensa en ti, palpando
el hacha en que están presos
el acero y el hierro y el metal; jamás olvides
que durante la misa no hay amigos.
Ya va a venir el día, ponte el sol.
Ya viene el día; dobla
el aliento, triplica
tu bondad rencorosa
y da codos al miedo, nexo y énfasis,
pues tú, como se observa en tu entrepierna y siendo
el malo ¡ay! inmortal,
has soñado esta noche que vivías
de nada y morías de todo..