Archivo por meses: julio 2007

[La canción]

Caminado voy solito
Camarón de la Isla

La canción.
La imagen del camino.
A un tiempo en Parinacochas,
en Huaraz, sitios que vieron nacer
a mis padres. A un tiempo
entre tus brazos en Granada.
Feliz entre tus brazos.
Quisiera que un gran milagro
me lleve a encontrarte.
La canción.
El viejo tema de la cárcel y
del cautiverio.
No te enamores de amores ajenos,
tarde o temprano vuelven a su dueño.
Los invariables tópicos del desamor.
Automóvil rojiblanco
no me lleves preso, como canta el Pichincucha.
La patria. El polvo de la patria
en el destierro.
Y sin embargo,
Caraybamba, Caraybamba.
Caray, esos largos brazos
que nos atraen
a un tibio seno.
Esos innumerables caminos que tienen
un solo corazón.

De EL CORAZON Y LA ESCRITURA (1996) »Leer más

República Dominicana: La poesía que vendrá

República Dominicana y Haití

Granados, Pedro. “La poesía que vendrá”. Listín Diario [Biblioteca] 29 de julio y 5 de agosto de 2001. El primero de mis artículos, en dos domingos consecutivos, sobre poesía dominicana.
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De impecable factura, acaba de aparecer “Juego de imágenes. La nueva poesía dominicana” (Santo Domingo: Isla Negra/ Hojarasca, 2001) en su 2ª edición, antología preparada por Frank Martínez (Santo Domingo, 1965) y Néstor E. Rodríguez (La Romana, 1971). Labor harto encomiable la de ambos jóvenes, ya que a la selección de los textos -a cargo de Martínez- la guía un punto de vista coherente y moderno, incluye lo que en la práctica cae por su propio peso: la poesía contemporánea dominicana no se puede concebir ya con un criterio estrictamente geográfico, sino cultural, y en este sentido el volumen integra poemas de autores que viven fuera de la isla temporal o permanentemente.
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El presunto Eduardo Llanos

E.Llanos

Acabamos de leer de Eduardo Llanos su Antología presunta (Santiago de Chile: FCE, 2003) y con alegría comprobamos que se ha salvado, para el hoy siempre postrero, con unos poemas excelentes reunidos sobre todo en el apartado intitulado “Prohibido estacionar” fechado en 1992.

Humanista y ético, nuestro orejado poeta –por su impecable sentido de la versificación y del ritmo– acierta en el distanciamiento escriturario y tono exacto para legarnos, por fin, una zozobra inteligente lejos de retóricas que pretenden denunciar el mal, aunque sin antes encarnarlo primero en la misma voz poética. Carente de respuestas, entonces, el sujeto poético ya no es más el profesor oficiante de compulsiva vocación filantrópica; el seminarista no contaminado aún –aunque sea de oídas– con los gruesos errores de su comunidad. Aunque lograda esta nueva textura medular –gozosa, irónica y profundamente honesta– en otros pasajes de la presente antología, creemos que es hacia 1992 donde los aciertos se suman y los textos logran articularse sin mayores desniveles. En este sentido, aunque tendríamos que citar íntegros varios poemas, valga como ejemplo aquél cuyo último verso da título a esta lograda colección: »Leer más

“Si yo lo escribí”, la poesía de Raúl Gómez Jattin (Testimonio)

Dibujo de Bibiana Vélez Cobo

Durante el III Festival de Poesía en Medellín (Junio de 1993), escuchamos por primera vez a Raúl Gómez Jattin. Este fue de chanclas coloradas y sin libro alguno a su propio recital, lo acompañaban Javier Sologuren, Juan Manuel Roca, y otro poeta del que ahora no nos acordamos. El público –que adoraba a Raúl– abarrotaba el céntrico auditorio. Llegado su turno, y después de dar muchas puyas a Roca, advirtió que no podía leer sin espejuelos; de aquella sala tipo anfiteatro fueron descendiendo, entonces, anteojos de diferentes formas y colores. Con el abracadabra de sus pesadas manos Raúl fue probándose cada uno; desdeñó inmediatamente el primero, unos cristales de marco grueso y de aspecto muy intelectual; lo mismo hizo con el segundo y con el tercero, discretos lentes de empleado, de disciplinado y tímido ganapán; finalmente, eligió unos de formato más bien estrecho, pero que quedaban flameándole de modo muy vivo en cada cien. Con estos leyó, mejor dicho, este poeta de casi dos metros de alto y de supersticiosos lentes de gatúbela, quizo empezar a cantar, preguntó sobre las preferencias del público que en ese preciso momento ya lo observaba atónito.
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Concentrado

Concentrado.
Viendo mecerse en la noche
fuerzas invisibles. Máscaras puneñas.
Enciendo mi cara de diablo. Para que se me entienda.
Para que se me reconozca
entre esas fieras tercas, abominables e ingenuas
de la noche.
Así, veo afilarse más todavía
mi aguileño perfil
y rompo y me evado con mis negras manos por delante
hacia la noche.
Porque aquí es más poderosa
la presencia de Dios.
Dios juega con nosotros a la ronda
con aire de condenado.

De EL FUEGO QUE NO ES EL SOL (1993) »Leer más