Archivo por meses: junio 2008

El libro para Armando Almánzar Botello, pasmoso erudito del presente

Carta del cyborg

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Libro y herencia cultural

Dijo memorablemente el poeta en la jubilosa soledad de sus estudios:

“Retirado en la paz de estos desiertos,
Con pocos, pero doctos libros juntos,
Vivo en conversación con los difuntos.
Y escucho con mis ojos a los muertos”.

En este primer cuarteto de aquel soneto entrañable escrito por el gran poeta español Francisco de Quevedo y Villegas, se tocan lúcidamente diversas aristas cortantes, a nuestro entender esenciales, de la relación entre el sujeto del deseo lector y el objeto libro, entendido éste como dispositivo de goce o máquina sutil y numinosa de revelación espiritual. En primer lugar se mencionan la soledad y el retiro, casi similares a la mística ausencia de los monjes de La Tebaida; la paz desértica del alma, la tensa concentración y el necesario recogimiento para establecer con el libro, como espejo de un agua mental privilegiada, un vínculo convincente de real y fértil ahondamiento estético y cognitivo. Retirado en la paz de estos desiertos…

En el segundo verso, que dice, Con pocos pero doctos libros juntos, el poeta define la dimensión cualitativa de la cultura excelsa, genuina y trascendente. Aquí se valora el carácter selecto y singular de los libros necesarios. En el mundo contingente de los muchos, y a veces demasiados libros, como dice el escritor Gabriel Zaid, no son todas las escrituras las que podemos o debamos leer y degustar. Somos lectores mortales limitados en el tiempo, aunque nuestra voraz pasión bibliofilita quisiera leer y descifrarlo todo en su ingenua vocación de orgullosa infinitud.

Paso ahora al tercer verso del soneto: Vivo en conversación con los difuntos. En el mismo, el genial bardo de España nos sugiere lo que el filósofo francés recientemente fallecido, Jacques Derrida, denomina: la dimensión fantasmática de la herencia cultural, el espesor espectral y dialógico del pasado. Es decir que, a través del libro como prótesis y tamiz de la memoria, dialogamos selectivamente con los valores de la tradición y abrimos, en los surcos mismos de lo heredado, la posibilidad de un devenir creador de nuevas formas, la inédita historicidad de los sujetos, nuevos modos de percibir y comprender el mundo.

En el verso final del primer cuarteto del poema, Y escucho con mis ojos a los muertos, Quevedo nos habla de una escucha singular del acontecimiento. Aquí, el gran poeta parece aludir a la experiencia audible del ser que permanece en el acto mismo de su disolución y borradura. Fluida permanencia en el espacio de la página, donde el ojo, subordinado a la recepción de la palabra esencial, abandona su papel de ocultamiento de la mirada originaria: aquella que permite la co-apropiación y el diálogo misterioso y creador entre el hombre y lo innombrable, la memoria histórica de una huella anterior a la palabra y la escritura en la fuga abismal y promisoria de lo Abierto.

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Georgette Philippart de Vallejo: ¿70 años de helante soledad?

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“40 años de helante soledad [desde la muerte de César Vallejo], 26 años [los que Georgette estaba viviendo en Lima], en esta tierra ingrata y cruel, de calvario interior sangriento y mancillado con indirectos ataques de barriada, no habiendo más repugnante y cobarde que esa hampa…letrada [intelectuales, editores y profesores que, de un modo u otro, hacían que sus derechos de autor fueran un mito]”

Pasaje de una carta a Jorge Wilson Izquierdo, fechada el 23/ 10/ 78, de la Asociación Periodística WARPA de Celendín (Cajamarca).

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Entrevista a André Coyné sobre César Vallejo/ Enrique Sánchez Hernani

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André Coyné

César Vallejo en su lado oculto (I)

El año pasado cumplió ochenta años, pero al descender por la escalinata que da a la sala donde estuvo alojado mientras duró su estancia en Lima, su aura llena inmediatamente toda la estancia. Este testigo privilegiado de varios de los periodos más fecundos de la literatura y arte europeos continúa siendo el iconoclasta de toda la vida. Frágil, delgado, pero con la memoria vivaz y fidedigna, André Coyné es un hombre lúcido. Se sienta con presteza en un sillón y en perfecto castellano relata sorprendentes confesiones acerca del vate de Santiago de Chuco. Como amigo de Georgette de Vallejo, él puede dar fe de los secretos de la vida de nuestro César Vallejo, lejos de las entelequias y más próximo al hombre de carne y hueso que vivió en París con los húmeros puestos a la mala.

Hay personas que, a partir de la poesía o las cartas de Vallejo, creen que el poeta era taciturno, acongojado. ¿Vallejo era así?
-Yo conocí a Georgette Vallejo y nunca me dijo que su marido fue una persona taciturna. Él se reunía mucho en París con sus amigos y hasta hacía bromas un poco pesadas. Las hacía cuando empezó a vivir con Georgette, cuya madre era una cocotte, que es toda una institución de principios de siglo pasado; eran esas señoras que tenían alguien que las mantuviera durante años. Ella tenían una casa como la describe la gran novelista francesa Sidonie Gabrielle Colette; tenía dos cuadritos de un pintor contemporáneo junto a dos jarrones chinos de la dinastía Ming, cosas que no tienen que ver una con la otra, típico de las cocotte.

¿Cómo llega Vallejo a Georgette?
– Ellas vivían en una calle que da a los Campos Eliseos y Georgette, desde que tenía quince años, miraba a los extranjeros que le hacían grandes gestos, a los que no están acostumbrados los franceses. Por eso la madre le prohibió a su hija hablar con los métèque (extranjeros, en sentido xenofóbico. N. del E.) del hotel de enfrente. Georgette creía que eran mudos. Pero un día, el principal de los mudos, que era Vallejo, abrió la ventana y le dijo “Bonjour, madeimosille”. Ella entonces gritó: “Madre, el mudo de enfrente no es mudo, acaba de hablar” (risas). Cuando la madre murió, Vallejo pasó a vivir con Georgette en la casa materna. De allí, con el dinero de la madre, hicieron un gran viaje europeo que comenzó por Leningrado.

En ese periodo hay unas cartas de Vallejo fechadas en Niza, que siempre fue un balneario para personas acomodadas. ¿Todo eso lo pagó Georgette?
-Todo, evidentemente, con la herencia de su madre.

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!Maya!

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Última mañana de 2006. Zona de mototaxis. En realidad, las afueras de todo el contorno de la habitación que alquila Juvenal es un extenso y atareado paradero y taller de este inevitable servicio público. Por lo tanto, Juvenal escribe tenazmente acompañado por osados martillazos, estridentes tubos de escape y zozobrantes motores …para no hablar de los ubicuos perros de su barrio. Variopinta y elocuente jauría –a sus anchas por aceras, puertas, matas y arbustos–, pero a fin de cuentas simpática, debe admitir Juvenal. Cien por ciento mestiza, cóctel bien peruano, la mayoría de estos perros son barrilitos andantes; es decir, de tronco y piernas cortos, más bien gruesos, y desproporcionada cabeza. Y desproporcionados genitales también. Siempre alegres, no menos estoicos, parecerían estar vacunados contra el dolor. A Juvenal le gusta sobre todo una perrita, Maya, entre pelirrubia y morena, pero que no ha sido presentada al del tan mentado prepucio. En otras palabras, Maya ignora que Juvenal es su fiel admirador porque jamás éste le ha acariciado la cabeza ni le ha alcanzado siquiera una galleta o un hueso; por lo demás, ella es una perrita con dueño y numerosos niños con quien jugar. Simplemente sucede que a Juvenal le fascina llamarla, a escondidas, por su nombre: -¡Maya!, y observar cómo hace girar una de sus peludas y redondas orejas hacia este entrañable sonido. -¡Maya!, y entornar levemente la recia cabeza y poner sus ojos fijos en el aire y suspensas las vaporosas pestañas… sin percatarse de su trovador. Que, por ejemplo en este preciso momento, le pasa la voz embozado entre las cortinas de la habitación que alquila en un tercer piso y donde trata de continuar escribiendo esta breve novela… Sin tomar en cuenta el fogonazo del claxon aquel, las recias mentadas de madre aquellas y el chillido general de todos los escolares de la vecindad, muy en especial, en estos calurosos meses de vacaciones.

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Ramas oscuras

elespejoimposible.files.wordpress.com/2007/09...

Pájaros, ardillas, gatos, mujeres,

pueblo, porvenir, sueños, palabras,

mar plateado de la juventud,

estremecimientos de la niñez,

soledad, rechazo, miedo al prójimo,

miedo a mí mismo, comunión, sabiduría,

arena de la playa,

olor a tierra húmeda, bizcochuelo,

uñas del amor, lágrimas insondables,

desesperación de la pobreza, falta

de sueño y de pan, cáncer

y otras muchas cosas más.

Elevadas, detenidas y oscuras.

Iguales a las ramas de aquel árbol

tomadas por la ciudad

y el otoño.

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