Archivo por meses: noviembre 2020

VALLEJO EN MARTE, MARTE EN VALLEJO: LA POESÍA DE EDGAR ARTAUD JARRY

Edagar Artaud Jarry, de pie y con libro abierto

Edgar Altamirano Carmona (Chilpancingo, México, 1953), profesor investigador en ciencias de la Universidad Autónoma de Guerrero es además, y paralelamente, el poeta Edgar Artaud Jarry: voluntario para un viaje sin retorno a Marte y, a través de sus escritos, de más que evidente vocación intergaláctica. Cuya obra —en pleno proceso de expansión— conecta en su país tanto con contemporáneos como con infrarrealistas; aunque su performance al lado de este último grupo lo ubica, ante el gran público, como uno más de los compañeros de ruta de Bolaño o Papasquiaro; y para nosotros, aunque con previas mediaciones y cierta opacidad, también de César Vallejo. Nuestro papel estriba aquí en llamar la atención sobre la particularísima articulación que constituye esta obra; entre culta y coloquial, entre contenida e infidente, entre estoica y desopilante. Rasgos, asimismo, que colaboran en configurar las diversas máscaras con las que invariablemente aparece pertrechado leyendo ante el público; la mayoría, gente muy joven que ahora mismo lo sigue por doquier.

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La generación del Biberón Bicentenario/ Vladimir Herrera

Acierta Pedro Granados cuando transita de su preocupación por el poeta más vivo del Perú a la preocupación por el quien es quien entre los poetas jóvenes y más jóvenes, del Perú, la generación, que no diremos quinta, del Biberón Bicentenario de la poesía peruana. Porque a esta altura los cuarentones y cuarentonas, percherones unos y pecheronas otras, a los más viejos nos comienzan a interesar menos. Será así? A Granados debo reconocerle su gran capacidad de meterse en camisa de once varas y salir bien peinado del intento. Humor y acidez sostienen su acento crítico. Pero es que él, a más de buen poeta es un excelente profesor universitario. Cosa que no es el caso mío. Porque el suscrito sólo es un poeta que vive en la montaña como un Pessoa al revés- porque Pessoa fue al campo y sólo vio yerba- y mi acercamiento a la poesía escrita por jóvenes ha pertenecido más bien al orden de lo sensible, a ver si se me contagiaba la juventud de esa manera.

Y como se mueve uno entre pasiones que van y pasiones que vuelan con el tiempo como sombra que todo lo delata incluso las posturas y las imposturas de algunos propagandistas y delincuentes, que no poetas. Recuerdo y  digo que alguna vez asistí a un enfrentamiento, el de la tacneña Denébola Fish y el chileno Hernández Montesinos en el Cusco, en el patio de mi casa luego del cual el chileno salió cojitranco aunque la cojera le viniera de lejos. La tacneña le mostró carácter a pesar de que  más tarde tuviéramos que separar de sus furias  a Lena Orduña y Mirtha Pecho poetas ambas de esta esfera sureña del mundo que ya se iban a los golpes. Con esto quiero decir que el  quién es quién de la poesía joven supone mucho más fervor del que habitualmente usan los estudiosos del asunto. Fervor y hervor que decían los antiguos en el que perece la juventud ignorante de su belleza y su arte.

Pero no todo estuvo perdido en aquella noche habanera de lenguaje y de mareas. Las mañanas ya no se alquilan/sólo se venden/y como no puedes comprarlas/las traficas./    Ahora nos sorprende la aparición de AUTOBLUES de Denébola Fish, la Tacneña que cuadró a aquella hirsuta criatura de Zurita  ¿Será que alguna materia poética sustancia también  asuntos de fronteras patrias?

A riesgo de afectar este ejercicio de estilo iré mejor al centro de lo que él tiene de evocación literaria: AUTOBLUES merece ser considerado como uno de los mayores logros de la poesía escrita por mujeres  en esta parte del Perú que llega a colindar con Chile. Poesía hecha lejos de Lima y contra Lima. Poesía tratada con esa especie de sal gitana que tienen  las olas del Pacífico sur. Poesía vagabunda del genero road movie hecha de amor y mariguana  contada con las horas de Easy Rider, tan fuera de las modas y tan cerca del abismo.

Hasta aquí, perdonareis, mi evocación. Como autor me debo también al Catálogo de las Naves de Homero, y no renuncio a repetir de manera desordenada algunos nombres de mujeres que han hecho y hacen poesía en el Perú: Julia Ferrer, Magdalena Chocano, Inés Cook, Lena Orduña y ahora esta novísima Denébola Fish. Aunque el verdadero Catálogo se lo deje por hacer a mi amigo Pedro Granados que, más apto que yo, se la pasa escrutando la actividad literaria de los jóvenes muchos de los cuales se van acercando desconsoladamente a la Edad de la Razón que titulaba Sartre. Generación del Biberón Bicentenario pues, y la promesa de una lectura atenta del futuro que no pudo ser por hallarse uno entretenido con las lejanías del poema y el tormento de la juventud deseante ya perdida.  V.H.

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Leitura de uma anatomia: a poesia brasileira contemporânea e os ossos do ofício

“A poesia de Pedro Granados comparece aqui por meio de uma tradução assinada por Leila Yatim. O poema faz a descrição da cidade de Samaypata, na Bolivia. Tecem os versos, por meio de uma dicção objetiva, de contornos sintáticos condensados, a memória particular do lugar, reduzido a uma visão disfórica, ainda que o passado do sujeito, que emana como voz a mirar e a mirar-se nesse espaço e tempo que retorna, se nutra de algumas lembranças menos marcadas pela imagem da morte”

Susanna Busato

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“Trilce y la poesía argentina” (PROYECTOS DE VASINFIN)

  1. Fervor de Trilce

Se plantea conmemorar Trilce, de César Vallejo, cuyo centenario se cumple en 1922; en vinculación al poemario Fervor de Buenos Aires, cuyo centenario es el año siguiente (1923).  A través de ahondar en un ensayo que ya publicáramos, “El diálogo Borges-Vallejo: un silencio elocuente” (Variaciones Borges: revista del Centro de Estudios y Documentación Jorge Luis BorgesNº. 23, 2007, 183-206)[1]; en el cual levantamos, a modo de hacer visibles planos yuxtapuestos en una curaduría, una serie de correspondencias –la mayoría no explícitas ni obvias– entre las poesías del argentino y el peruano.  Homenaje muy significativo, finalmente, para toda la poesía de la región en cuanto no sólo constituiría una efemérides más; sino, ante todo, ventilar un renovado entronque crítico y creativo entre ambas figuras.

El meollo de la propuesta estriba en considerar que tanto Trilce como Fervor de Buenos Aires responden a un mito inscrito en el paisaje o perspectiva post-antropocéntrica.  Ni utopía ni distopía; y sí, post-antropocentrismo.  Luego del predominante y artificioso escenario modernista –los años 20 del siglo pasado– la poesía latinoamericana  recuperó el paisaje.  Aunque no de un modo costumbrista, como en principio pareciera, ni romántico (no es fervor por, sino fervor de…); sino, literalmente, fundiendo lo humano en el paisaje.  En otras palabras, considerando la complejidad del paisaje en tanto un soporte más adecuado para lo humano.  Entre esto último,  la epifanía, el mito o, no menos, lo que los filósofos del Nuevo Realismo (Meillassoux, Bennet, Gabriel, Ferraris, etc.) advierten como “giro ontológico” y un antropólogo como Eduardo Viveiros de Castro denomina “mediación conceptual” o “multinaturalismo”.

  1. Trilce (1922) y la poesía argentina de 2022

Intentamos poner al día o retomar aquí el estudio sobre las relaciones que, en el contexto de la poesía de los países de nuestra región, han establecido el Perú y la Argentina; en particular, aquéllas que podemos percibir en los años más recientes.  Es decir, la poesía argentina culta o letrada, en libro o en plaquette, cuyos representantes, de seguro muy jóvenes, publican desde comienzos de este milenio y próximos al centenario de Trilce.  En específico, buscamos entender mejor algunas ideas que sobre la poesía argentina última se han ido esgrimiendo en el mundo académico; como, por ejemplo, aquéllas que defiende Anahí Mallol[2]:

Al leer la poesía argentina reciente uno queda, en cierto sentido, devastado, porque los textos de la poesía argentina contemporánea son inteligentes y a la vez indigentes (dan cuenta de una mirada que comprende y entiende y no organiza porque no hay nada que organizar, sino sólo dar cuenta de un derrumbe que no es un apocalipsis propiamente dicho; hablan de un final que ha estado aquí desde el inicio mismo, sólo que ahora se acelera por la inacción del que no le encuentra sentido a nada)

Sobre todo porque, desde nuestra perspectiva, Vallejo se erige hoy por, y para toda nuestra región, en un extraordinario mediador cultural y conceptual[3] –multinatural (Eduardo Viveiros de Castro)– que quisiéramos cotejar mejor o hilar más fino para el caso de la poesía rioplatense.  Ya que no es exacto que Vallejo se refugiara en lo etnográfico (el pasado incaico o precolombino, la piedra, los andes) para intentar paliar o consolarse de la tragedia que constituía la Guerra Civil Española (Georgette de Vallejo y Stephen Hart dixit).  No es la cultura un mero sucedáneo de la política.  Muy por el contrario, Vallejo encontró –en realidad desde Los Heraldos negros y, sobre todo, en Trilce[4]— y nos acercó la cultura para entender y darle sentido a la política e incluso al desastre; incluso a la muerte propia (Clayton Eshleman).  Es más, como buen amerindio, juntó el orden de la naturaleza al orden de la cultura (en el mito) e incorporó incluso la violencia a su pecho multinatural y a su poesía multidimensional.  Aunque no únicamente de un modo llamémosle emotivo (romántico o surrealista, tipo Pablo Neruda), sino, sobre todo, en tanto mediación conceptual: trasatlántica e intergaláctica.

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Poetas dominicanos en sus treintas

Este invierno

Este invierno no abriré los ojos.

Negaré el río,

la piedra,

la huella,

la palabra.

Solo diré

que llueve sobre mis fragmentos.

Solo que estoy abandonada en la poesía.

(Lery Laura Piña, En todos los relojes, tarde, 2017)

 

El diablo y yo

Y hace mucho tiempo

que yo me reconcilié con el diablo.

Le envié cartas perfumadas con aroma de coco.

Me sobó los pies

mientras recitaba salmos urbanos.

Me quitó las lagañas con tal ternura,

que evitó arañarme con sus garras.

Me subió en su lomo y bailamos

mientras yo lloraba de la risa por el panorama.

Nos confesamos secretos morbosos,

nos aplicamos bengué mutuamente,

nos repartimos los insultos al Dios católico,

y le enviamos un mail de amor eterno

al dios pagano.

Y al terminar la velada nos besamos,

nos dijimos te quiero

mientras él se desintegraba en mis brazos.

(Yaissa Jiménez, Ritual Papaya, 2018)

 

Los poetas de la isla

tenemos cabezas enormes, arpones de aire.

Relojes falsos y libros fotocopiados. Leemos

revistas de porno, periódicos de izquierda.

Y luego nos preguntamos si lo que somos será

siempre tan incierto como ahora.

Toda la tarde la mirada puesta en el vacío.

Toda la tarde sentados sobre las rocas junto al mar,

como si se tratara de un puerto, y nosotros listos para zarpar

en cualquier momento, aunque el rumbo de nuestros viajes

nunca es otro que el que trazan las palabras.

Así se nos va la vida.

(Alejandro González Luna, Donde el mar termina (apuntes para un poema de la isla, 2014)

 

Afuera, una niña lame su paleta balanceando el panorama

(Natacha Baltle)

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Al filo del reglamento, de Pedro Granados/ Maurizio Medo

Pedro Granados, un “avis rara” en el bestiario de nuestro Parnaso. No lo ubicamos entre peruanísimos carajos, entregado a sendas francachelas con anónimos borrachos en el infierno de Quilca. Tampoco sorbiendo embobado un capuccino con crema mientras, de reojo, es hechizado por la belleza de una musa miraflorina, con quien compartiría la mesa, edulcorándola con coquetona prosodia. Granados puede amanecer bien en Madrid o en Cartagena de las Indias, mañana a orillas del río Charles o entre los anillos de Santa Cruz de la Sierra. Viajero sin bitácora, habitante solitario de su paisaje interior, Pedro Granados (Lima, 1955) se inició en la poesía junto a José Antonio Mazzotti, Rossella Di Paolo y Jorge Eslava, es decir, en los albores de los 80 –generación que, como explicáramos alguna vez– optó por escribir desde las márgenes, desconcertada por el vacío, ocupando el centro retórico. Cada uno de ellos en vez de practicar el parricidio (típico deporte en nuestras letras), se aproximó a la tradición poética de acuerdo a su instinto, asumiéndola desde particulares preceptos. Lo curioso está en que sus compañeros de ruta son una presencia constante en las antologías “oficiales”, denominadas alguna vez como creaciones literarias- mientras que Granados, en esas páginas (muy sospechosas, por cierto) aparece como una ausencia la que, contradictoriamente, conviértese en una presencia necesaria para otorgarle legitimidad pues, con el paso (y el peso) de los años, encontramos resonancias de su obra en la que van construyendo los poetas mas jóvenes. No se trata, como otros de sus contemporáneos, en un sembrador de epígonos, vía talleres literarios, mas sí en una lectura “secreta”, para algunos de cabecera pues, junto a Carlos López Degregori, es el autor de una de las Obras (con mayúsculas) más sólidas en la ultima poesía peruana.

AL FILO. Maurizio Medo-pdf

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Hitos de una Vida Continua: La poesía de Javier Sologuren

Leíamos a Javier Sologuren desde el colegio; la sensación que siempre se nos quedó a través de sus versos fue la de discreta intimidad, levedad y sutileza. Ya en los años universitarios nos llamó la atención la rigurosa arquitectura de sus poemas, su encauzado caudal, que, según hemos averiguado con el poeta, no obedecen a un trazado previo sino a la irrupción instantánea de un sueño resoñado, de un texto gestado largamente en lo oculto. Del mismo modo nos cautivaban su poderosa visualidad. De alguna manera, arquitectura y visualidad iban juntas refinándose, apuntando hacia una totalidad, desechando excesivas apoyaturas (sonoridad, signos de puntuación, figuras retóricas). Nos propusimos entonces algo que ahora daremos a luz, intentar dar cuenta de la coherencia y armonía de esa fanopea , de los pilares que sostenían dicha arquitectura. Incandescentes ideogramas, esta última, o discreto vocabulario el cual, hoy por hoy, podemos conectarlo a una mediación conceptual de corte multinaturalista; a un modo de pensar “amerindio” que surge desde la urbe moderna.

http://blog.pucp.edu.pe/blog/granadospj/wp-content/uploads/sites/97/2016/10/Sologuren_libro-Granados_2.pdf

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SE ACURRUCAN LOS RINCONES O VALLEJO SIN FRONTERAS/ Manuel Velásquez Rojas

Considero que el libro de Pedro Granados, Vallejo sin fronteras, enriquece la ya cuantiosa bibliografía vallejiana, planteando temas inéditos para comprender mejor algunos aspectos de su vida y obra poética. Pedro Granados es un vallejista de reconocido prestigio, su libro, reitero, Poéticas y utopías en la poesía de César Vallejo, es ya un clásico entre la crítica vallejiana. Felicito a Pedro Granados por su nuevo libro, que demuestra que su pasión vallejiana continúa ardiendo e iluminando los versos de César Vallejo.

SE ACURRUCAN LOS RINCONES O VALLEJO SIN FRONTERAS

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