Archivo de la categoría: Poesía

Poesía

Trilce I (Testar-Tetar)

Comité de Lactancia Materna

Testar como Vallejo o tetar como la madre que nos parió o como me tocara aquélla que amara con sus senos de goma y sus pestañas de amapolas imperturbables ante el dolor y su piel de ninfa a la segunda potencia de lo acuático y de lo tornasolado y de lo agradecido que se va directamente al cielo de lo que había entre ella y ello que no soy yo sino acaso cuando rasgo y me desmantelo de una vez porque nada tengo que perder nada he perdido ni nada pierdo salvo el estar mejilla con mejilla contra ella y este aroma de cantos rodados de la playa desconocida hasta que la hollamos y no somos sino los dioses que jamás habíamos procurado ser sino porque nos conminara el amor por la vida y por la muerte y por la hecatombe de lo que se ha ido al fondo o hubo quedado casi sumergido aunque renuente a mostrarse de alas abiertas y de pechos aún más abiertos y que mudo recibo y muchísimo más de lengua que de palabra

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About  Cristino’s poem (Revisited)

Lago Ypacaraí 

 

Oklahomaländer es equivalente

 

A Paranaländer

 

Y éste semejante a

 

La terminal de autobuses de Asunción

 

Análoga del todo

 

Al ininterrumpido fin de semana

 

Dentro de la burbuja  que es el Paraguay

 

Copia fiel de los muertos

 

Retenidos entre los bosquecillos

 

De las altas cañas del lugar

 

Incontrastablemente

 

Ligadas al sabor último de las chipas

 

De aquí y de acullá

 

Al amargo final que las hace únicas

 

Recortado sobre el territorio

 

De este limbo inocente

 

En el que nos encontramos

 

Según Paranaländer

 

U Oklahomaländer

 

Para el efecto resulta equivalente

 

De descender al río de los amotinados

 

Que ya hablaran jopará o brasiguayo

 

Río de sangre o Yaguar Mayu

 

Para el desocupado lector

 

O Inkarrí apareciendo entre la enorme boca

 

Del Iguaçu que va a dar a la mar

 

Que es esta playa sin insectos ni humanos

 

Ni viento ni paisaje siquiera

 

Sino una Comala en USB

 

Donde se proyecta mi dolor

 

Mi pena vale decir lo único sensible

 

Entre este enorme botadero

 

De corazones de arena

 

De vísperas y de despedidas

 

Ahogados abozaleados

 

Como diría el Cholo

 

La chola más bien

 

De muslos firmes y llenos

 

Y no menos atamalados pies

 

Como los de estas chinas de Lambayeque

 

Como los de aquéllas inmóviles

 

Sobre las desconcertadas telas de Gauguin

 

Donde siempre se deja vislumbrar al demonio

 

Recostadito por ahí o a solas con su chipa

 

Y un tereré de lo más humeante

 

Demasiado caliente

 

© Pedro Granados 2024

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CONFIANZA EN EL ANTEOJO

Gesto poshumano en su poesía, por parte de César Vallejo: lo supuestamente natural no es mejor o superior a lo artificial; incluso, más bien, todo lo contrario: no existe de antemano privilegio del vehículo natural (los ojos) tal como la opacidad implícita al montaje sería más “nitida” y productiva que una disposición tradicional o “natural”, por ejemplo, de los versos de un poema.  Ergo, lo tradicional (incluso la cultura o el folklore) resultaría espúreo si no es intervenido por la tecnología; pero hay que estar a la altura de esta última.  El asunto de la “sensibilidad nueva” no consistiría en incorporar un léxico novedoso en los poemas tal como, tampoco, el montaje de por sí lo garantizaría; esto por un lado. Por el otro, y tal como lo elabora Didi-Huberman: “La imagen a menudo tiene más de memoria y más de porvenir que el ser que la mira” (Ante el tiempo).  Es decir, la imagen sería aquí lo que, a modo de “anteojo”, se hallaría  antes del ojo: “detenerse ante el muro no es solamente interrogar al objeto de nuestras miradas.  Es detenerse también ante el tiempo. Es interrogar en la historia del arte, al objeto historia, a la historicidad misma” (Didi-Huberman, Ante el tiempo).  Juntando ambos puntos, es probable que no haya historia interesante ni poesía interesante excepto por el montaje: Marcel Proust o James Joyce; a lo cual deberíamos adicionar, para restarle arbitrariedad o contingencia al asunto y alcanzar aquella “sensibilidad nueva”: ¿El spiralism de Frankétienne, los “fermentos” de César Vallejo?  P.G.

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Languagem/ Edney Cielici Dias

FIO DE AGULHA

rasgar-se

descoser-se

desfazer-se

puxar-se

alinhar-se

afinar-se

afiar-se

meadar-se

camelo ultrapassa

buraco de agulha

 

MARINHAS/ 1
retratado na tela, o mar está represado
os barcos com inúteis velas pictóricas
mas tão coloridas, abertas e estáticas
estão à espera do sopro em rompimento
de algo funcional a liberar o movimento

 

CIRCUNAVEGAÇÃO
a sabedoria vem tardia
o mundo é redondo
como sempre se sabia
de porto após porto
tanto navegar a esmo
retorna-se a si mesmo

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Dicha precolombina

Foto: Pedro Granados. Faical, San Ignacio, Cajamarca

El bolero la bolero

El gato la gato

El lenguaje da lástima

Por eso existe la poesía

Para que el gato no sea gato

Ni la gata su contrario

Ni el bolero tal como el lenguaje

Esto u otro equivalente

El lenguaje es sólo un subproducto del hechizo

Un eco de la dicha que no tiene palabras

Sino más bien dibujitos mascarones de proa

Hilos ciegos al sentido

Vibrantes alimañas que no son lo que parecen

Colgadas sobre aquel muro descomunal

Momentos estelares y dichosos

De aquello que nos pasó que nos pasará alguna vez

Agallas para los que no somos del mar

Pulmones para los que no somos de la tierra

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[Descorrer toda argumentación]

Descorrer toda argumentación

Que no sea una ola

O al menos un intenso recuerdo

No una idea ingeniosa nada más

Varias de éstas

Lorca es tal porque lo visitó la poesía

En su cueva de Altamira

Torvo bisonte de espíritu errante

Por eso es Lorca

Polifemo contando una a una las olas

Desde aquí hasta el horizonte

Y por eso es fundamentalmente noble

Aquel puñal y su sangre derramada

Espumoso mar o semen o nube o resaca

En el ruedo vibrante de Ithaca

Mientras su carnal Vallejo es el americano

Un pie sobre la piedra firme y el otro sobre la tormenta

Vallejo el naufrago de las islas que van quedando

Y el del sol bien cobijado entre sus versos

Si de Lorca es el duende de Vallejo sea Inkarrí

Un mismo molde de huaco

Vomitado por la terca corriente

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“Hinostrozos” o Inkarrí Hinostroza

Rodolfo Hinostroza  le habla de poesía a su viejo amigo Yoyo Manrique, mientras Pedro Granados repara en las orejas del ángel de la noche. Día 17 de diciembre  en La Hacienda Ranhuailla. Foto de Marina Herrera. Vladimir Herrrera

HINOSTROZOS

I

Conozco al padre
de una montaña ocre
de grietas oscuras
manos cortan el alambre
y la verja de la prisión
en un paraíso desconocido
un templo de ganado vacuno
guijarros
dientes de león
helados
ríos desaparecidos
agua que cruza el paredón
de un nevado seco.
Eucaliptos del padre lejano
en carbono
cargado de vapor
viaja sin maletas.

II

Lenguas añejas
que viajan por la sal
nuestra bahía
espera
ENTRO
la sangre o el poema
empieza
el poeta muere
circula

III

Mi padre es estúpido y dulce
murió hace mil quinientos de años
en Nueva Jersey
su pestaña
viaja
por el diente de león
un niño eucalipto le entrega los pasajes
me busca
y he muerto
como cada mañana
como a las 8 am
mi padre es estúpido y dulce
sueña que me parió
el está embarazado de mi
un huevo frito
en un plato francés
la petite mort
supongo que mi madre eyaculó
raza y
religión
estambre de peces aéreos
tal vez soy el huevo
que de una rama cae
como a las 8 am.

IV

Hormigas danzan alrededor de las alas.
Se ha incinerado la gravitación.
Si quisieras sumergirte nuevamente
y volver a palpar la vegetación triunfante,
yo sería el oído en la copa.

V

El remolino inicia
cuando se sienta
al pie de la caverna
el barniz del agua
paseo en bien-tres
se te ha perdido la brújula, animal cansado
dueño de ti mismo
en la sequedad de los rayos.

VI

Ir a la muerte
con ojos abiertos
volver a la raíz
a las tradiciones
a la circunstancia celeste
que se traduce al castellano
podría leerse con frescura
como podría verse el cine francés
cuando llegó escoltado
por aviones del régimen
eras el mal llamado
gloria nacional
orgullo gris
de los elefantes.

VII

Sentir esos huesos esculpidos
disueltos en salivas de tu presencia
luces tuyas encienden la avenida
que se echa a la memoria de tu habitación
que moja ese pie
ese pie
ese pie
ese pie
que se escapa en tu deformidad
mientras las causas ebrias
de la lluvia
gritan tu nombre
en la cuna de un lobo feroz
que se erige en aquel hombre
que moja a la que fue tuya.

Este extraordinario poema, entre otras cosas, porque aparte de excelente es “colectivo”.  Es decir, este servidor recibió, ensambló y ecualizó varios y breves textos provenientes de distintos poetas para formar “Hinostrozos”.  Textos, aquellos, escritos de modo simultáneo, en una fecha (17/12/2016) y lugar específicos (Ranhuaylla, Cusco), durante un tiempo de más o menos media hora para cada uno de los poetas –mujeres y varones, y en su mayoría del sur del Perú– convocados para el evento.  En este sentido, su “autor”  constituye un “prototipo de poeta”  adicional –aunque con sus propias características– a los ya, hasta hoy, numerosos que hemos colaborado en catalizar, identificar y difundir desde varios lugares de América Latina.  Por ejemplo, Cristóbal “Tobi” Kanashiro (Lima, Perú); Sabina Cachi (Cochabamba, Bolivia); Alejandro Abdul (Foz do Iguaçu, Brasil); Dadá da Tapioca (Rio Branco, Brasil); y ahora Hinostrozo.

Hablamos de un “prototipo de poeta” que vale la pena estudiar y profundizar por dos motivos fundamentales.  El primero, porque constituye como un gesto de estilo generacional o común, no por esto menos singular, de cierta poesía peruana. Poesía polifónica, pos género y no en fragmentos, sino en “fermentos” de vida (de aquí aquello de “Inkarrí Hinostroza”).  En segundo lugar, porque este poema, “Hinostrozos” –cuyo primer verso “Conozco al padre” es aquí por demás relevante–, corresponde a una lectura, puesta de lado la hojarasca típica  de época, conectada a la entraña misma no sólo de su poesía, sino de la obra en pleno  del recordado autor de Contra natura Pedro Ganados

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CALIGRAFíAS (1994)

Fred Sandback, “Untitled”

1
Acercarse al papel
como un anónimo calígrafo.
Con trazos rápidos
ir dejando en los espacios en blanco
tu alma.
El resto. La tinta
que hormiguea al sol
–lo oscuro multitudinario–
dejarlo para contraste
con tu alma
Soledad y compañía,
quietud y movimiento.
Pasos marcados y acumulados
sobre una fina superficie de sal.
Tu misma mirada
estrellándose
contra la página
en la lectura.
Algo que no es la arena sola
ni únicamente el mar. La playa.

2
Una raya vertical
es suficiente.
Una raya oscura y constante.
Ni pensar ni sentir ni actuar.
Sólo dejar fluir esa raya.
Sólo dejar esa puerta entreabierta.
Sólo fluir y fluir
hasta que el trazo sin interrupciones
seas tú mismo sin interrupciones.
Sólo dejar esa vena a su antojo.
Sólo dejarla correr y desdibujarte.

3
Hacer volar el papel arriba
como un naipe,
y en su descenso escribir sobre él
a vuelamano.
Con la convicción de que no faltan
ninguna de las letras del alfabeto.
Y mucho menos aquéllas de tu nombre.

4
Así, leves y al mismo tiempo
decididos,
trazar la raya horizontal del horizonte.
Interrumpidos, acaso,
por un levísimo resplandor.
Por una díscola palabra detenidos.

5
Imitar esa rama
olvidada de sí
con la tinta del paisaje.

© Pedro Granados

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USA INSIDE

Roosevelt Island

Ayudado por el viento y el río

reviso mis poemas.

Nada son aún

pues penden de mi boca:

ni una piedra con moho

ni una lengua de agua.

A bajo vuelo, soy la gaviota

que husmea el pez.

El fuego que no es el sol (Lima: Ediciones de los Lunes, 1993)

 

[No conozco Nueva York]

No conozco Nueva York,

todavía no conozco nada

de Nueva York.

Ayer me llevaron a Jones Beach:

gente morena como en cualquier playa de Lima,

mar marrón,

gaviotas enormes entre otras más enormes todavía.

También, como siempre, el amor

desfigurándome el rostro, haciéndome un monstruo

en Lima, Madrid o Jones Beach.

La garra del amor.

Y ahora estoy limpiando un cuarto

y acomodando una pequeña biblioteca

y escribiendo

–echado de sexo sobre una alfombra violeta–

sobre Jones Beach o sobre Pessoa

o sobre la poesía íntegra de Alejandro Romualdo

o sobre los argonautas de Malinowski,

libros que he revisado hace un momento.

Como un mono amante de una reina

como una serpiente llamando

a la puerta de un pubis

como una fiera dentellando las fauces.

Así escribí siempre y así escribo ahora,

antes de vomitar para no morirme de hambre

como en un festín romano.

O antes de llamar a un teléfono que no suena,

que no puede sonar porque está muy lejos,

que no debe sonar

porque ya no existe.

El muro de las memorias (Ithaca, NY: Latin American Books, 1989)

 

A Manoli

Camino sobre las aguas congeladas del lago Cayuga

con algo de humano sobre el hielo.

A mi derecha los patos tranquilos y las inquietas gaviotas

y yo queriendo predecir

qué hay más allá del hielo de la rutina,

del hielo de lo posible.

Las ramas desnudas de un árbol cercano

me dicen de los caminos múltiples y tangibles,

también ellas quisieran predecir.

Pero vuelvo la mirada sobre esta orilla increíble,

inesperada,

y puedo dar testimonio de su certeza y realidad.

Como de las líneas imaginarias de las ramas de aquel árbol

separadas y enredadas todas

en un punto que alcanzo apenas a distinguir.

El muro de las memorias (Ithaca, NY: Latin American Books, 1989)

 

[Estoy en Main Street , Buffalo]

Estoy en Main Street , Buffalo,

persiguiendo un sueño por la vía del tranvía.

Frente a mí los edificios son juguetes

que han olvidado de guardar.

Todo está en calma.

Nada es imposible.

Mi vida podría cambiar con una sonrisa

a la luna.

Estos son los últimos acontecimientos:

ya soy lector de Cornell University,

y ahora viene con sus ojos muy juntos el tranvía.

También puedo llorar con los últimos acontecimientos.

Pero mejor es sonreír,

hasta que se queme la última bombilla

de este jirón infinito,

hasta que recojan esta despensa

de vivos colores.

Mi vida podría cambiar con una sonrisa.

El muro de las memorias (Ithaca, NY: Latin American Books, 1989)

 

[En medio del ruido]

En medio del ruido.  En medio de las imágenes asociadas a estos

Ruidos.  Imágenes que empapelan poco a poco esta soledad.

Imágenes de mis semejantes de esta hora: negros, latinos, grin-

gos pobres que acuden a su laundry dominical en Pawtucket.

Imágenes asociadas a mis semejantes –para los ojos de unos y de

otros–, imágenes de panteras, de ovejas, de anfibios, de ángeles

anónimos.  En medio del ruido.  Entre la voracidad de los

tragamonedas y el vapor de la atmósfera.  Entre la distinta

población de ángeles que se aglomeran a contemplar la escena.

Hombres y ángeles hipnotizados ante las máquinas que giran y

giran sin cesar.  Calcetines azules, bragas verdes, toallas amarillas,

sábanas percudidas puestas a menearse sin tregua.  Consumo

barato.  Carne de cañón.  Astronautas expertos en este vertiginoso

laundry de Pawtucket.

El corazón y la escritura (Lima: BCRP, 1996)

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