Martín Adán – Pedro Granados

Poemas entregados por mí, para Martín Adán, a través de Juan Mejía Baca en su ya desaparecida librería de la calle Azángaro (centro de Lima).  Corría el año 1977, predominio casi absoluto en la institución literaria peruana (prensa, docencia, publicaciones, investigaciones académicas, pláticas, etc.), por un lado, del grupo Hora Zero; y, por el otro, de la figura incuestionada e incuestionable de Antonio Cisneros.  El público era básicamente universitario; más popular el horazeriano; más miraflorino el de Cisneros.  Suicidio de Luis Hernández Camarero.  Y, al menos en Lima, gesta de otras propuestas poéticas y políticas epigonales, aunque con voluntad de independencia o de estilo, respecto de aquellas otras dos; en lo fundamental: el grupo Kloaka (UNMSM, fundamentalmente) y Mario Montalbetti (PUCP).  Que es como decir la distancia, si no la diferencia, que existe entre el parque Ramón Castilla de Lince y el Olivar de San Isidro; barrios limítrofes, ambos, pero…

Son estas las circunstancias en que busco me lea algún otro que no fueran mi hermano Germán o mi mamá o algunos de mis amigos o de mis profes de literatura; y se me ocurre buscar al Poeta.  Releyendo estos textos identifico el motivo-prosodia que los caracterizaban.  Ni ego ni real politik; y sí, desde un inicio, pasión por la realidad de la poesía.

Porque eres agua furiosa
I
Porque eres agua furiosa
sin memoria
sin nombre

y porque el dominio del tiempo se deshace
a tus olas
se desnudan mis sentidos
Poesía
y se hace la intuición.
Esta que recuerdas
haciendo minutos,
silbando fuerte en tu marea,
llamándote:
nieve
burbuja
musaraña
cielo despeñado
noche.
Esta que palidece por el esfuerzo,
se reintegra a mis sentidos
y no es más que latencia y unas cuantas grafías
arrancadas
al bullicio de tus olas…

II
Y sabes, ahora sí, que estas arenas
se van con tus cabellos,
con algún horizonte de tu cuerpo
de un brillo
a esculpir tus dominios.
Ya no sabrás sólo del ir y del venir
del silencio rocoso
de tu espuma;
sabrás, ahora, que un poeta nace,
tejido,
al recuerdo de la infancia
o al recuerdo de tus asaltos.
Porque la vida la concebiste tú por mí
con la sal de tus subidas que abruman
a este impertinente
que acoge en sus arenas
tu marea.

III
Si tú convivieras conmigo
ya no sería, si no,
tus circunstancias.
Tus rumores en el tiempo.
Tu instante de ola y tu caída.
Si yo me confundiera contigo
en la vanguardia de mi arena y tu extravío,
de mar, que no cesa de entregarse;
si yo de roca emergida…
sumergiendo
apartar la bruma
branquear tu paciencia, tu arrebato…
¡Oh Pasión!, así como vienes
y en silencio.

SIN MOTIVO APARENTE (Lima: Cuadernos del Hipocampo, 1978)

 

 

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