11/09/25: LUIS HERNÁNDEZ: ARTE POÉTICA
Hay instantes en que la poesía busca la coherencia que olvidó, la congruencia con lo cierto que voló de sus manos. Instantes que semejan a aquél en que uno de los Dictadores de mi pobre Patria enunció ante una audiencia ni siquiera asombrada: “La Democracia no se come”.
En esas instancias, felizmente sobreviven en algunos seres alados (no por ello menos plenos del sentir de la realidad) que rescatan lo rescatable, que dan, como el loco herido de lejanía en Puerto Rico. Ellos son quienes continúan tramando la esencia – me atrevería a decir inconsútil. Lo atonizante, y, a la vez, lo lógico, es que ni ellos logren impedir la guerra, los Biafras, los Congos, el fango piocéanico, el abandono.
Pero pueda que, algún día, vayamos a una Cultura con paz y sin liendres ni adolescentes equivocados, pues una droga puede ser también una arma – de autodestrucción o de heterodestrucción.
Luis Hernández, Obra poética completa. Lima: Punto y Trama (“El sol lila”), 1983. p. 236
08/09/25: LUCHA DE PERROS
06/09/25: El bosque de deleites fratricidas/ Indran Amirthanayagam
05/09/25: MULTIPLICACIÓN DEL SOL/ Gabriel Chávez Casazola
El motivo de este poemario parecería coincidir, exactamente, con uno fundamental en la obra de César Vallejo, por ejemplo, en Trilce XIV: “Pero he venido de Trujillo a Lima. / Pero gano un sueldo de cinco soles”. En ambos casos se rechaza la anarquía o el pesimismo y, más bien, se postula el sentido y la posibilidad de un centro. Sin embargo, y a pesar del talante insistentemente “panteísta” del discurso del poeta boliviano Chávez Casazola (1972), y de su innegable experiencia y pericia de versificador, nos hallamos ante dos propuestas sólo en apariencia semejantes, aunque diametralmente distintas. La entraña de esta diferencia estriba en el lugar de enunciación; mientras en Multiplicación del sol (Colombia, 2017; Chile, 2018), a la larga una secuela nerudiana-machadiana, aquél se ubica al exterior del paisaje porque es el sujeto poético hablando y reflexionando lo que para su fuero interno constituye la naturaleza. Por el contrario, en Trilce, es el sol o Inkarrí el que nos habla desde el texto; es más, el propio poemario en tanto materialidad u “objeto” adopta al cuerpo mismo del Inca restituyéndose (que Trilce se halla constituido de “fermentos” o “hervores” y no, como en los libros de la vanguardia histórica, de fragmentos). Por lo tanto, la poesía post vallejiana más importante de Bolivia, en el sentido de ensanchar creativamente su legado, e intentar entendernos mejor en tanto andinos globales, continúan siendo, aunque en tonos muy distintos, Jaime Sáenz o Jorge Campero, no Hilda Mundi; y, en la “narrativa”, un autor como Christian Vera y su Ciudad Trilce. Esto último, si nos animáramos a individualizar cultores; pero si no, todo ese indistinto “bestiario” que es la poesía altiplánica (incluido el llano) lo constituiría sin distinguir poetas y que, en reflexiones anteriores, ya hemos intentado exponer. P.G.
31/08/25: Humanidades de César Vallejo/ Talleres de Bolsillo
30/08/25: ELOGIO INCORREGIBLE
Aunque aquí no desarrollaremos más ampliamente nuestro argumento, creemos que lo que ha hecho Vladimir Herrera por la poesía de nuestra región (incluida la peruana) es fundamental. Ha llevado a la altura de las dendritas, no de la impotente estampa ni del mero bullicio callejero, nuestra compleja y multidimensional cotidianidad. Mostrar que, tal como Sorolla, el asunto consiste más en un juego de sol y sombra que en sobrecargar la anécdota; asimismo, y esta vez de cara al mito, en que el eco es más decisivo, perdurable y productivo que la viva voz. Es por estos dos motivos que en su poesía todo se halla impostado y dislocado tal como, precisamente, si viviéramos entre los varios niveles de las líneas entrecortadas de nuestra cordillera. Sus versos no son ave enjaulada, sino liberada; es decir, no sólo aquella que se ha echado a volar, sino, incluso, la misma que alcanzamos sólo por pura voluntad de mirar o de imaginar, aunque sin que dejemos de acreditar en su existencia. Herrera ha sabido ser fiel a sí mismo y, sin melodrama alguno, entre una generación de periodistas de diarios de la tarde o actores de zarzuela, sobrellevar en solitario su íntimo estruendo. Y esta experiencia de una poesía a la larga clásica (alegoría, mito, decoro) volcarla a los temas o motivos de su terruño. P.G.







