Todo el arte de Jorge Eduardo Eielson es un vaciado de la obra de César Vallejo; ya sea aquél su poesía o su plástica, y focalizado ahora en este espléndido libro, Matriz dinámica. Huellas, acciones, omisiones (Lima: ICPNA, 2025), su grabado. Este último, consecuencia y reflejo de una concurrida muestra homónima, el cual nos permite confirmar lo que decimos; junto a los ensayos aquí reunidos (Vargas Llosa, Canfield-Benacci, Vera, Padilla, Rodríguez, Tolentino) los cuales, a su modo, también brindan cuenta de ello. Por ejemplo, aquello que Israel Tolentino moteja como “pensamiento gráfico” de Eielson no podría entenderse sin Trilce o los teatrales diseños rupestres de Faical (San Ignacio, Cajamarca), da casi lo mismo. Vallejo, como sabemos, expuso del paisaje los clavos y poleas que mantenían su espléndido funcionamiento; y esto sin alienar, en este caso, el deleite local o amerindio del espectáculo. Es más, Vallejo incorporó nuestro propios clavos y poleas a semejante pantalla multidimensional y multitemporal. Ya lo apuntábamos en nuestra reciente y breve reseña a Cuando el amarillo mes de abril. Mecanoscrito Lorenzelli (Lima: PUCP Sistema de Bibliotecas, 2024); aunque aquí habláramos de la poesía de Eielson en tanto “instalación sobre Vallejo” y no precisamente, como en esta oportunidad, del “vaciado” de una obra en otra:
“El más vallejiano de los poetas post vallejianos lo constituye, sin duda, Jorge Eduardo Eielson; en lo fundamental, por la perspectiva simétrica o multinaturalista (Viveiros de Castro) de sus propuestas y por el apego de ambos hacia un determinado territorio o paisaje –la costa del Perú– y el intento o la posibilidad de donar, más bien hacer proliferar, este mismo espacio local –individual-colectivo– y su talante post antropocéntrico en el mundo entero”
En realidad, la totalidad de nuestra denominada Generación del 50, para no referirnos incluso al Martín Adán de La casa de cartón, intentó incorporar a sus obras algún aspecto del legado vallejiano en tanto mediador conceptual del arte precolombino. Szyszlo, el aspecto más inmediatamente mimético o folklórico; Eielson y Sologuren, el arrebato conceptual, aunque luego de este deslumbramiento optaran, más bien, por el puente acaso más apacible del budismo zen japonés; Varela, apropiándose del garfio expresionista del “Cholo”; Sebastián Salazar Bondy y Washington Delgado, entre otros, del hechizo de su inteligencia y vena política. En este sentido, aparte del peso específico de la sinapsis Vallejo-Adán, aún muy escasamente estudiada, sea acaso sólo César Moro, entre los poetas peruanos, el auténtico dialogante y no un epígono más de César Vallejo. Ambos poetas tratan con el mito, en bruto, y nos lo ponen ante los ojos; de una manera un tanto más pueril u oscilante, el serrano; de un modo definitivamente post núbil, el costeño. Aunque cabe profundizar todavía, por ejemplo, en las relaciones entre La tortuga ecuestre (Moro) y Noche oscura del cuerpo (Eielson); los que si bien fueran escritos en distinta época, se publicaran ambos a mediados de los años cincuenta del siglo pasado. Poemario, el de Jorge Eduardo, asimismo su más logrado cuadro, instalación y grabado. ¿Por qué? Porque aquellos elementos de la pluralidad y de lo contingente que han sido simplificados hasta llegar a constituir algo casi abstracto –un color o, mejor aún, un tono sutil, una vibración particular de luz en medio del iluminado desierto– no han dejado de ser cabalmente ellos mismos. Es decir, no consienten en ser únicamente una fiesta de las correspondencias o de la simetría; sino que acogen también, como en las telas de Gauguin, sutilmente el mal, la soledad, el desacuerdo. Noche oscura del cuerpo “social” y no sólo individual es lo que nos plantea, finalmente, este breve poemario. A pesar que, respecto a este gesto fundamental de su arte, las últimas oleadas de críticos académicos intenten soslayarlo. A Eielson no se le puede entender sino a través del dolor; y a todo su arte y a su vida misma (“vivir es una obra maestra”) tal como una discreta, aunque templada, membrana que lo protegiera de una lluvia ácida.
©Pedro Granados, 2025.