Lluvia de estrellitas a la orilla del mar/ Rosario Bartolini Martínez

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Canta Niwen Bea, el racimo de sus hojas habla también al ritmo de su mano y todos los objetos de su mesa resuenan, como un eco del monte…y acompañada de hojas y piedras navego bajo la cúpula estrellada que llevo dentro.

Nací en una bella zona de selva alta del norte del Perú. Crecí cercana al monte, caminé sobre pisos de hojas en descomposición, bajo la sombra de enormes guabos y del hermoso cafetal. Me capturaron para siempre las piedras del Chinchipe, su hermosa canción; los misterios de los palos y raíces que se ofrecían a mi mano; las flores y el musgo escondidos del sol; la desbordante energía de esa mezcla de árboles, lluvia y luz protectora. En casa de mi abuela, conocí al fuego guerrero y sinuoso, contador de historias en la oscuridad. Con ellos anduve por la ciudad cuando migré. Con ellos, pero entre paréntesis; con ellos en el brillo de mis ojos y en mi tacto, como un bello recuerdo, como un burbujeo que acompañaba mi risa, sin saberlo.

Regresé a otro monte profesionalmente y aunque caminé y gocé de sombras vírgenes mi razón aquietaba mi deslumbramiento. Me apegué a mis amigos Nomatsiguenga y aprendí a reír y su canto de árboles, presencias, animales y monte se grabaron en mi delicadeza. Brillaron mis ojos, se enternecieron mis manos, guardé silencio y acompañé a chicharras y grillos. Sentí enormes y profundas compañías. Mi razón las almacenaba en fólderes de sincretismo, de salud nativa, de estrategias de sobrevivencia, de transnacionales y cambio irreversible en la selva.

Los quietos y sobrios, pero hermosos, árboles del parque circular donde vivo, en esta ciudad de Lima, adorados por el grass, me devolvieron al tacto el misterio de su compañía. Fueron abrazados y tocados, y me donaron tranquilidad, fortaleza y acompañaron decisiones importantes en mi vida. Mis hermanos del parque. Uno enorme, el más grande, se convirtió en cascada y en misterioso camino hacia el cielo; lo visité como enamorada.

Niwen Bea habla y dirige mi exploración… persuade y cataliza… vincular músculos y dolores con emociones atrancadas: el placer de la respiración anclada en la conciencia. Por eso acudí a este nuevo curso . Lo había gozado ya antes. Quería ir más allá. Me impresiona y causa envidia su cuhsma, sus adornos regalados y hermosamente atados por hermanos de la selva. Callo ante su mesa. Me dejo llevar. Me incomoda el poco tiempo para ejercicios. Mi inercia los reclama. Sus cantos y modos de shamán me van cautivando. Los olores ofrecidos me van venciendo. La calma de su espíritu al contacto de su aliento logra abrir mis recuerdos y callar mi lógica. Niwen Bea curandero, shamán con Tomás adentro.

Estoy presente en un universo que estaba en mis recuerdos o que apareció en viajes con la planta maestra… estoy presente con músculos, dolores, emociones y recuerdos ante universos que me rodean… y lo más maravilloso es que lo puedo recrear o puedo conectarme al infinito interno y circundante –por que soy parte de él- cuando yo quiera y pueda. La contundencia de pequeños trozos o cantidades de bosque limeño logran gritar con fuerza que es un solo monte, que es un solo bosque, que no es el lugar –la amada selva- sino es un espacio en el que nos movemos y transitamos nuestras vidas; que estamos rodeados de hermanos sintientes, que estamos apoyados desde arriba y desde abajo; que debemos apoyar su existencia manifiesta y difundirla tan sencillamente como el tener en silencio unos minutos para mirar y sentir una piedra, un poco de tierra, una rama, una planta, un árbol, el infinito… Y todo eso se vincula con mis músculos, mi respiración ahora va acompañada de esos otros universos de los que soy parte, en los que me miro y comprendo, en los que puedo descansar y nutrir. Física cuántica y hologramas: tareas para mi corazón y razón.

Mi cuaderno avanza y avanza, a pesar que hay noches que no dibujo mi corazón. La lucha con la rutina, los pendientes y la pereza diaria. No logró incorporar los ejercicios a mi rutina. Trato de mirar nubes y refuerzo mi contacto con los árboles al caminar. No activo mis hologramas como quisiera…pero algunas veces sí. Poco a poco. Se paciente y conciente de tu ritmo. Se paciente y deja venir. Mi canto me acompaña y callo ante él. Me contengo en el taller. Respeto sus ritmos y sus mesas. Aprendo a cosechar de esas ganas hacia adentro. Voy algo más allá. Niwen Bea habla de sombras y luces; de contornos y sinuosidades; y todo nos hace registrar, dibujar, escribir. Encuentro una veta enorme. Escribo y escribo sin parar, como si fuera un caballo en carrera. Está tan presente que quiere salir, desbordante. Y agradezco la invitación, y agradezco el acompañamiento en música y silencio. También aprendo que debo tener una bitácora. Un bien material, simbólico para mí.

El amor a Dios me vinculó a lo sagrado desde pequeña, pero mi rebeldía en la juventud me alejó de la oración por obligación, pero también de la voluntaria y necesaria. La psicología me acompaña desde hace tiempo. Crucé caminos con la planta maestra y descubrí mares calmos y en tempestad, abuelas árbol y la serpiente colorida y ataviada que me enseñó a dejar ir, a botar. Acampé en cursos de artes somáticas y reforcé la conciencia de mi mundo interior. Con este curso y la energía de mis compañeras y compañero y la de Niwen Bea, siento que estoy logrando entrelazar fibras sueltas, crear un tramado con todos mis antecedentes y otorgar un sentido aquí y ahora, en cualquier momento. Está en algo el caminante. Quisiera aprender más.

Caminaba cerca de mi casa, rodeada del parque y por unos segundos mi ser rebalsó sus contornos y fue halo difuso hacia todo lo que me rodeaba. Estaba en ellos, y no era más que un punto en este collage de vida. Un pequeño big bang ocurrió. Soy parte de un universo en expansión, la expresión de sus minerales, una expresión entre millones, de la vida que continúa y se regodea en sus luces y sombras, en sus atardeceres y subsuelos, en sus calmas y angustias. El presente como el infinito. El presente como Dios, creo que así lo escuché de Niwen Bea y así lo entendí en esta inmensa y fugaz epifanía. Sigo caminando y acumulo lo que se ha ofrecido. Agradezco y duermo. Soy presencia amorosa y ahora también presencia luminosa para los que me rodean, humanos y demás seres sintientes. El mar ahora está luminoso, con estrellitas que bajan, pero también que salen de mí.

Mayo, 2009

R.B.M. (1961). Antropóloga peruana.

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