La poesía de Rowena Hill

Arquitrave

A la tradición poética de un Robert Frost o de un Williams Carlos Williams –aquélla que a través de los objetos toma la temperatura de los seres, escudriña el rango de lo humano–, los versos de Rowena Hill (Cardiff, 1938) le agregan insondables humores femeninos: atisbos de saliva genésica, húmedo foso o benévola leche materna. Toda su poesía va impregnada de un pensamiento e imaginación que se torna inmediata y radicalmente corporal:
Desmembramiento
I
Privilegio de la felicidad
el cuerpo entero
simétrico como una estrella
intacto como un huevo
expuesto como una flor

Indole de reflexión, a lo Emily Dickinson, unida al gozo que resuman, por ejemplo, las pinturas de Gloria O´Keefe. Sin embargo, cabe advertir que –tal como lúcidamente apunta Carlos Denez en esta misma antología, Últimos ritos (Bogotá: Arquitrave Editores, 2005)–, “los poemas fluyen y no se acumulan como resultado de una sensorialidad fácil, muy común esto último en la llamada ‘nueva poesía femenina’” (68). En la poesía de Rowena Hill no se percibe, jamás, aquella poesía de clase, muy extendida entre las escritoras burguesas latinoamericanas, que podríamos describir como pastillas a crochet ni, tampoco, confina su arte a intentar llamarnos la atención con los desplantes de una muchacha mala de la historia; en absoluto. A sus versos preside más bien una muy honda capacidad de amar, de dejarse amar diríamos más bien, sin que esto implique relajamiento alguno de la lucidez:
III
Mis extremidades
trozos de mis órganos
cuelgan de las paredes
ruedan por el piso
al compás de una carcajada

Mientras más salvaje se muestra con este legado –“visión panteista”, la denomina Carlos Contramaestre (66)– la lectura de sus versos se torna equivalentemente compleja e inasible; no sucede lo mismo cuando a veces –como estudiosa de culturas orientales– calca con sus versos determinados mitos o ritos que, por el contrario, resienten a aquellos.

Harold Alvarado Tenorio, no sin razón, encuentra: “en estos textos mágicos de la señora Hill muchas de las cualidades que han desaparecido de la poesía de hoy […] nos permiten saber cómo el poema, la lírica, no ha muerto” (65). Sin embargo, en Últimos ritos, el lirismo de Hill se halla siempre situado; es decir, lejos de todo vano narcisismo, su comunión con las cosas –sus estados de meelting situations– es, finalmente, una intensa indagación de la realidad, no pocas veces agudamente crítica (por ejemplo, “Buenos Aires” o “Cubagua”).

Afincada en Venezuela, Rowena Hill, fue profesora de literatura inglesa en la Universidad de Los Andes y, tenemos entendido, que hace traducciones al inglés de escritores venezolanos en el nuevo webside www.laletra.info

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