VESTIGIOS DE LOS ANTEPASADOS/ Antonio Cillóniz

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1
Dicen que nos traen regalos
y hemos de enterrar hasta el último grano
de maíz dorado.
Que vienen en son de paz
y guerrean.
Nada traían. Se repartieron todo
el aire, el mar, la tierra y sólo
al cielo nos dejaron con su dios
sin tener adónde
ir, jamás volver.

2
¿Acaso fue la madre la vicuña de las pampas
o fue acaso el padre
el venado de los montes?
Acaso los hijos
un montón de huesos
que hollamos enterrados.

3
Una gran piedra detrás del cráneo.
Restos de cabeza de mujer
reclinada en fémures de buey.
Cuarenta dientes caninos
alrededor de sus caderas.
Arcilla con hierro oligisto
para sahumar al muerto.
Más allá, restos de otras mujeres.
Aunque ésta quizá fue la más bella:
largos fémures y estrecha pelvis.
Pero no profano su tumba:
acudo a otras muchachas menos tristes.

Antologamos a Antonio Cillóniz (Lima, Perú, 1944) para Arquitrave.

La historia de la poesía en el Perú está por escribirse.

La mayoría de autores (el canon) con los que nos ha manipulado desde antaño, sobre todo El Comercio (aunque también La República), en realidad no existen… son otros o, por último, son millones de peruanos que, me modo anónimo, hacen poesía a diario (Pablo Guevara).

Vamos hacia una historia de las lecturas de la poesía en el Perú (y en el mundo, por qué no); de su público, de su recepción, de las batallas que hubo –sordas sino sórdidas– por administrar el sentido.  La poesía es dinero (Wallace Stevens)… la cantidad de plata que ha costado ser una mierda de poeta en el Perú.

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