AUTISMO COMPROMETIDO… AL FILO DEL REGLAMENTO/ Miguel Pachas Almeyda

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     Pedro Granados no solo es un poeta rebelde por antonomasia, sino un crítico literario en toda la extensión de la palabra. Esta faceta de singular trascendencia se hace evidente en su última obra titulada, Autismo comprometido: sobre poesía peruana reciente, donde analiza de manera acuciosa, perspicaz, objetiva e imparcial, el estado real de la poesía peruana y el conjunto de la poesía en habla hispana.

     ¿Existe una auténtica crítica literaria en el Perú? ¿Realmente, los poetas “renombrados” que figuran en nuestra escena nacional en los últimos años, merecen con justicia el sitial donde se encuentran? ¿Cuál es el estado real de nuestra poesía nacional, vista desde un ángulo crítico que tenga como referente esencial la creatividad y la originalidad? Interrogantes urticantes e incómodas, desde luego, para nuestro amurallado mundo literario nacional, que Granados trata de “poner bajo sospecha y en estado de crisis”, aquello que la oficialidad –de antes y de hoy- considera como “inamovible o indiscutible”.

     De todo el conjunto de este magnífico ensayo, donde encontramos artículos como “José Watanabe y las trampas de la fe”, “Hitos del erotismo en la poesía de Javier Sologuren”, “Apuntes sobre la actualidad ‘teóricaۥ de la poesía de César Vallejo; o reseñas como “César Vallejo y la música popular peruana” de Juan Carlos Garay, me permito discernir, obviamente por la interesante temática del artículo titulado: “Los poetas vivos y más vivos del Perú, y también de otras latitudes”.

Es interesante saber que en los años setenta, cuando se le interrogó a un limeño de la época: ¿Quién cree usted que es el poeta peruano más importante?, éste señaló que si bien desconocía con precisión la respuesta (que debía ser Martín Adán, indubitablemente), agregó tajantemente: “No se cuál es el poeta vivo más importante del Perú, pero si cuál es el más vivo: Wiston Orrillo”. Orrillo fue un poeta que en los sesenta tuvo su hora de gloria, pero también por estos años publicó una nota a raíz de la visita de Gerardo Diego a nuestra capital ─quién leyera cartas de algunas deudas que Vallejo jamás le canceló─ afirmando que no era difícil imaginar “cuántas personas tendrán cartas semejantes a las leídas… y si todos se pusieran a leerlas… o a publicarlas”, nota que enfureció e indignó tremendamente a Georgette, que tuvo que salir a defender a Vallejo con una espada en el aire.

     Figura también en esta relación de los “poetas más vivos”, según Granados, nada menos que Antonio Cisneros ─aquél que se atrevió a calificar a César Vallejo como un “poeta llorón”─  cuyo prestigio fue “inflado” luego de ganar el premio “Casa de las Américas”, en 1968. Justamente, en la última presentación de  Autismo comprometido… en el CC Inca Garcilaso del Ministerio de Relaciones Exteriores del Perú, Pedro Granados pronunció con la autoridad que solamente se puede enfatizar una verdad: “Nada pierdo si digo que Antonio Cisneros utilizó el premio ‘Casa de las Américasۥ,para convertirse en cacique literario del Perú”. Sus palabras estremecieron no solo las estructuras y la inmensa fotografía de Cisneros que flanquea la escalera de ingreso al Centro Cultural, sino, dejó atónito a un Fernando Carvallo que jamás imaginó escuchar tremenda aseveración, en este centro que su predecesor había dirigido hasta que fue sorprendido por la muerte. Pregunto: ¿Conoció Cisneros este texto parecido a un lanzallamas? Claro que sí. Cuando le preguntaron al respecto, respondió: “¿Y quién es Pedro Granados?”.

     No obstante, asegura Granados, este fenómeno de poner en la palestra a ciertos poetas con el sello de la oficialidad, siempre ha existido y existirá, lamentablemente. Una mirada retrospectiva en la época cuando Vallejo y Eguren permanecían en las filas secundarias de la poesía nacional, figuraban con honores Chocano, Gálvez y escritores como los Belaúndes, Miró Quesadas,  Riva Agüeros, Lavalles y Barretos. Y en esta historia que se ha vivido generacionalmente, son evidentes “semejantes casos de autopromoción, fabricación editorial, influencia partidaria, coima, simple miopía o nacionalismo militante”. Es más, nuestro autor considera que toda la poesía en español atraviesa por una crisis profunda, tal es el caso del neobarroco (Koser, Sefamí, Echavarren), cuyos versos constituyen en lo fundamental “una invertebrada lista de inhibiciones”; y, por el lado de los la “otra sentimentalidad” o de la “poesía de la experiencia”, a decir de Jorge Rodríguez Padrón: una poesía de “machacona retórica narrativa de los sentimientos y de la moral”.  En ambos casos, grandes teorizadores, pero jamás auténticos “creadores de lenguaje”.

 Esta situación que había advertido Pablo Guevara, comparando su generación con la de Adán, Westphalen, Moro y Vallejo; Granados nos advierte que las obras de Jorge Eduardo Eielson y Blanca Varela ─verdaderos íconos de la oficialidad en estos tiempos en el Perú─ no aportan esencialmente a la creatividad en la poética de nuestro país. En ese sentido, Marco Aurelio Denegri, destacado crítico de nuestra pantalla chica, asegura que Granados no habría echo estas afirmaciones sobre Eielson, si hubiera leído el libro, Ceremonia comentada. Aun así, Granados considera que los versos de Eielson, a excepción de Noche oscura del cuerpo, no son más que “ejercicios académicos” y que, pasado los 60, procede a una adaptación de la versificación libre típica de esos años; y que Varela, “orfebre diligente” no va más allá de versos tímidos en el ámbito de la creación y se muestra incapaz de abandonar los moldes de Octavio Paz.Es más, puntualiza Granados, los poetas hispanos de esta década cultivan un arte programático.

Desfilan por este proscenio Marco Martos, Antonio Cisneros, Rodolfo Hinostroza, Javier Heraud, Julio Ortega y Luís Hernández Camarero, Carlos Germán Belli, Mirko Lauer, Antonio Cillóniz, Mario Montalbetti y Carlos López Degregori.  De Carlos Germán Belli, Granados señala que es un poeta de “monótona queja y de renovado archivo por versificación”; es decir, se halla  limitado por su academicismo.

     Después de anunciarnos que los poetas a partir de los noventa cultivan una poesía “en tono menor”, Granados nos deja con la sensación que muchos de los “poetas oficiales” se desploman cual castillo de naipes y que en el fondo, no son más que dignos representantes de una poesía carente de creatividad y por ende de originalidad, ubicados muy por debajo y lejos de grandes creadores y revolucionarios como el gran poeta nacido en Santiago de Chuco: César Abraham Vallejo Mendoza.

He aquí esta obra excepcional de Pedro Granados, que inaugura una etapa en el que la crítica literaria, asume un rol preponderante, serio y transparente, en nuestra literatura nacional.

 

Miguel Pachas Almaeyda.  Distinguido investigador vallejiano.

Puntuación: 5.00 / Votos: 5

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