CÉSAR VALLEJO Y LUIS E. VALCÁRCEL: UN MISMO DERROTERO INDÍGENA/ Miguel Pachas Almeyda

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Extraordinario artículo (con documentos adjuntos) sobre tres cartas que el poeta César Vallejo, entre los años 1935 y 1938, cruzara con el historiador L. E. Valcárcel; a cuya labor, según Martín Adán, debemos la invención del Cusco: “se conocieron epistolarmente en 1935 y, personalmente en París de 1937”, precisa Miguel Pachas Almeyda.  Además de informarnos de la amistad y afinidad del poeta peruano con Tristan Tzara, en tanto existía entre ellos: “ideas universales que nos son comunes”; y, en específico, en cuanto a comprobar la relación abierta e incluyente, para nada chauvinista, que tenía César Vallejo con su propia cultura vía, por ejemplo, al proyecto de Vallejo de traer al poeta rumano a  América: “como un gran difusor de nuestra riqueza ancestral”, enfatiza Pachas.  En fin, más que una novedad o anécdota, este texto del conocido georgetólogo –que es  Miguel Pachas– ilumina una continuidad; ya en sus “Nostalgias imperiales”, de Los heraldos negros, y de otro modo no menos elocuente, algunos años después, declaraba el Cholo: “La indigenización es un acto de sensibilidad  indígena y no de voluntad indigenista.  La obra indígena es acto inocente y fatal del creador político o artístico, y no es acto malicioso, querido y convencional de cualquier vecino [“Los escollos de siempre”, en Variedades, num 1.025, Lima, 22 de octubre de 1927]”.  Pasemos, pues, a leer este valioso aporte y generosa colaboración de nuestro amigo, sino hermano Miguel, para con este blog.

CÉSAR VALLEJO Y LUIS E. VALCÁRCEL: UN MISMO DERROTERO INDÍGENA

                                           Por: Miguel Pachas Almeyda

Uno de los puntos más sensibles de la portentosa obra de César Vallejo, viene a ser la defensa y valoración de nuestra cultura ancestral que lo llevó a exclamar desde Los heraldos negros, este verso que debería convertirse en un latido universal en el corazón de todos los peruanos: “Y lábrase la raza en mi palabra”.

César Vallejo y Luís E. Valcárcel ─uno de nuestros historiadores más representativos e incansable luchador en el proceso de reivindicación de la masa indígena─ se conocieron epistolarmente en 1935 y, personalmente en París de 1937. Iniciaron una fecunda amistad y sus grandes inquietudes tuvieron como leitmotiv un mismo derrotero indígena.  Prueba de esa gran amistad y centrales preocupaciones por el hombre andino ─“eje social indiscutible del Perú, según Vallejo─, vienen a ser las tres cartas que el autor de Trilce remitió a Valcárcel en la década del treinta; valiosos documentos que se encuentran actualmente en el archivo del Ministerio de Cultura del Perú.

En una misiva del 7 de diciembre de 1935, el poeta se adhiere a la causa de Valcárcel y le manifiesta que sigue con sumo interés no solo su labor a la cabeza del Museo Nacional de Lima, sino de sus artículos y comentarios sobre arqueología e historia del Perú, aduciendo que le interesa “entrañablemente por los trances, pasados y presentes, de [su] raza”. Finalmente, enfatiza con esta premisa valedera de sus convicciones que se ven reflejadas nítidamente en su obra cenital, no solo con una perspectiva del pasado sino del futuro: “la carne viva de los andes [el indígena], es uno de los principales trampolines de un Perú que vendrá”.

En realidad, la lucha por reivindicar al indio en el Perú no era fácil, como no lo es hasta ahora. En carta del 15 de marzo de 1936, Vallejo reconoce esta triste realidad en nuestro país donde el indígena, según sus propias palabras, tanto en la colonia como en la República, era tratado como un extranjero en su propia tierra: “Me doy cuenta de la lucha que debe usted sostener allí con las tinieblas y concupiscencia criollas, para llevar a cabo la empresa nacionalista de verdad en que está usted empeñado. Todos los légamos de que me habla usted, los conozco”, escribe Vallejo, convencido plenamente de la difícil empresa que ha asumido el autor de Tempestad en los andes. Interesante es saber, a pesar de las circunstancias,la confianza que tiene en la fortaleza de nuestro historiador: “¡Y estoy seguro de que no huirá usted!”.

Si hay algo que descubrimos en las palabras de Vallejo, siempre luminosa como un faro gigante en la inmensa oscuridad del proceso reivindicativo de la masa indígena, son estas afirmaciones que pinta de cuerpo entero toda esa portentosa obra que aludimos: “El interés que siento por un tal empeño procede de una convicción tanto más entrañablemente humana, cuanto que ésta se apoya, me parece, sobre conclusiones científicas de curso universal y corriente en nuestros días…”. (El subrayado es nuestro).

Es, sin embargo, la última carta entre estos dos grandes defensores de nuestra raza, la más reveladora: se habla del regreso del poeta a su Perú del mundo, al que se adhiere incondicionalmente. El 2 de febrero de 1938, a dos meses y medio de su inevitable partida del 15 de abril, escribe: “Le agradezco cuanto me comunica en lo que toca a mi proyectado de viaje al Perú, viaje que, a juzgar por el fracaso de la persona encargada de gestionar mi pasaje, creo que se verá postergado por algunos meses”. A la luz de sus palabras, significa que Valcárcel sino directamente comprometido con el regreso de Vallejo al Perú, se encontraba muy cerca de la gestión gubernamental. En sus memorias, el historiador moqueguano dejó constancia de ese impase que privaba el regreso de Vallejo a tierras peruana: “A tal punto era inminente su regreso en 1937 que hicimos planes para editar en Lima una revista. Era lamentable, uno de nuestros más destacados valores intelectuales no conseguía los medios para volver a su país”.

Reveladora también es la propuesta de Vallejo de traer a América como un gran difusor de nuestra riqueza ancestral, al escritor y poeta rumano, Tristan Tzara, uno de los autores fundamentales del Dadaísmo, de paso gran amigo europeo con el cual le une un “mismo punto de vista de las ideas universales”. Vallejo propone que Tzara inicie una serie de conferencias partiendo de la Universidad de Montevideo, pasando luego por claustros universitarios de Argentina, Chile, Perú, Ecuador, Colombia y finalmente, Cuba.

Sin duda, César Vallejo y Luís E. Valcárcel, además de Mariátegui, Alegría, Escorza y Arguedas, pasando por el gran Manuel González Prada, representan esa pléyade de intelectuales que nos han señalado el camino a seguir en el proceso reivindicativo de los hombres de nuestro Perú profundo.

Lima, marzo del 2013

 

CARTAS

París, 7 diciembre 1935.

Querido compañero:

Sigo con un cordial y vivo interés su labor a la cabeza del Museo Nacional de Lima, de sus penetrantes artículos y comentarios sobre nuestra arqueología y nuestra historia. Alguna vez he citado su nombre en algún artículo mío publicado en un periódico de París. En fin, me interesa entrañablemente por los trances, pasados y presentes, de mi raza: de más está decirle que me siento ligado también entrañablemente, a los esfuerzos de recreación nacional de todos los que, como usted, ven en nuestra tradición secular y en la carne viva de los andes uno de los principales trampolines de un Perú que vendrá.

Mándeme sus artículos. Mándeme su revista del museo. Mándeme lo que estime y me pueda hacer aquí la propaganda de nuestra historia y arqueología. Yo haré aquí lo que pueda, coordinándome con ustedes. Puede usted dirigir sus cartas a la Legación del Perú en París.

Un apretón de manos.

César vallejo.

Me olvidaba: mándeme noticias, documentos, fotos y estudios traducibles al francés.

ALEV

C

V-067.

 

París, 15 Marzo 1936.

Querido compañero:

Correspondo a sus noticias de 6 de Enero último, y le agradezco inmensamente los folletos y revistas que se ha servido usted enviarme.

Me doy cuenta de la lucha que debe usted sostener allí con las tinieblas y concupiscencia criollas, para llevar a cabo la empresa nacionalista de verdad en que está usted empeñado. Todos los légamos de que me habla usted, los conozco. Admiro, por eso, su tesón y su energía, para no huir para siempre, como usted dice, de ese mundo empozoñado. ¡Y estoy seguro de que no huirá usted! Yo me solidarizo plenamente con sus esfuerzos al servicio de los valores y derroteros indígenas de nuestro pueblo.

El interés que siento por un tal empeño procede de una convicción tanto más entrañablemente humana, cuanto que ésta se apoya, me parece, sobre conclusiones científicas de curso universal y corriente en nuestros días y que ya solo unos pocos reaccionarios recalcitrantes o interesados, continúan negando o discutiendo.

Mándeme su próximo libro y todo cuanto cree usted que puede interesarme sobre nuestra historia y nuestra raza. Pienso dar algunas cosas suyas al francés, pero hacen falta fotos para los periódicos. Trate de enviarme todas las que pueda.

Las dos manos cordiales de su amigo.

César vallejo.

ALEV

C

V-068

 

París, 2 de febrero 1938.

Querido compañero:

Con ansiedad esperaba sus noticias, que, al fin, he recibido hace tres días.

Le agradezco cuanto me comunica en lo que toca a mi proyectado de viaje al Perú, viaje que, a juzgar por el fracaso de la persona encargada de gestionar mi pasaje, creo que se verá postergado por algunos meses.

Lo felicito por su viaje al Uruguay. De todos modos, él le proporciona ocasión de propagar los valores vernáculos de nuestra historia, que es la historia de América. Los ajetreos y cansancios de la travesía están compensados con el precioso fin de ese cursillo.

Tomo nota de lo que me dice usted sobre la situación peruana en orden a la coyuntura internacional. Sus informes me han despejado más de una incógnita al respecto.

En lo que concierne a nuestra revista en perspectiva, sus noticias son, igualmente, muy estimulantes. A este propósito, me parece que, dada la dificultad que por ahora se presenta para realizar mi viaje, convendría afrontar la publicación de la revista inmediatamente y sin esperar mi llegada a Lima. Es decir, creo que usted y Barrantes Castro podrían publicarla de acuerdo con los grandes lineamientos planeados con usted aquí y sobre la base de mi cooperación desde aquí. Más aun: de París, podría yo colaborar con ustedes en forma, en cierto modo más útil, sirviéndonos del correo aéreo. Un material enorme, fresco y bien escogido tendría de esta manera, la revista. En suma, este procedimiento me parece, en principio, por ahora, susceptible de ser, por lo menos, estudiado. Contésteme lo que ustedes piensan, Pero cuanto antes.

Hablando con Tristan Tzara, se me ocurre que un viaje de este amigo a América, podría sernos útil, desde el punto de vista de las ideas universales que nos son comunes. Le ruego, por eso, tentar con la dirección de la Universidad de Montevideo, que Tzara sea invitado para un ciclo de conferencias en ese claustro, De allí, Tzara pasaría a Buenos Aires y luego a Chile, al Perú, Ecuador, Colombia y Cuba. Naturalmente, la gestión personal de usted habría que hacerla aprovechando su permanencia en Montevideo,  fin de ganar tiempo. Ojalá me conteste usted pronto sobre el particular y con buenas noticias. Sobre la personalidad de Tzara, creo que será obvio que usted insista cerca de la Universidad uruguaya, dado que se trata de uno de los escritores de mayos irradiación mundial en estos momentos.

Me promete usted escribirme de Buenos Aires. Espero estas noticias con vivo interés. Yo volveré a escribirle ya a Lima.

En cuanto a lo que le digo sobre la revista, todo es cuestión de ponerse de acuerdo. Esto, mientras se posibilice mi viaje, desde luego.

Cumplí con su encargo para González.

Si ve usted a Muelle, déle muchos recuerdos de mi parte.

¿Qué piensa Beltroy sobre todas las cuestiones que nos interesan y de las cuales hemos hablado en París?

Mi señora corresponde afectuosamente sus atentos saludos y, en espera de sus nuevas cartas, le abraza fraternalmente su amigo y compañero.

César vallejo.

 

ALEV

C

V-069.

 

NOTAS IMPORTANTES

Todas las cartas están selladas: Archivo Luís E. Valcárcel – Lima – Museo de la Nación.

Fecha de la investigación: 06 de setiembre 2012.

Las cartas han sido transcritas tal cual. La primera carta es un manuscrito con ciertas dificultades para comprender la escritura de Vallejo. Pero se ha hecho todo lo posible para entenderla. Las dos cartas restantes están escritas a máquina. Existen algunas palabras mal escritas como “empozoñado” que debería ser emponzoñado. En las tres cartas el poeta escribe su apellido con minúscula, ya sea a mano como la primera o a máquina como las dos restantes.

Puntuación: 5 / Votos: 7

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