Mientras escucho a Billie Holiday/ Alma Karla Sandoval

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Esto debería ser una carta o la intentona de un cuento. Pero no será ninguna de las dos cosas. Cosas. Una lectura es una de ellas y también el estremecimiento del que habló Borges más allá de Benedetto Croce y Pound con sus abstractos y concretos que supuestamente no pueden mezclarse. Cosas, eufemismos alegres o desesperados, sin sexo, o bien, las cosas como los poemas que sí tienen sexo y culo, Pedro, igual que en tus artefactos verticales que son tiernos y agrios, de café expresso o miel de árbol muy rojo. No sé, tendría que evitar estos fragmentos, impresiones apresuradas, vuelo de pájaro que invade desde la orilla de tus metáforas. Y aquí voy, solamente rescatando, con los oídos que se inflaman por la voz de Billie, con el índice sobre el ratón que me ayuda a brincar de un verso a otro. Aquí, entendiendo que el punto por parcialidad, que esa pausa rotunda de una línea poética a otra es un riesgo, un brinco de kamikaze que se gana la vida en un aula:

Y ahora que estoy por entrar
al salón de clases,
donde debo presentar a Bécquer
y hablar del primer simbolista
y del misterio y de todo eso,
se me ocurre que Emil Staiger
debería estar entre nosotros.
O, si no, el amor.
¿Cómo vive esa rosa que has prendido
junto a tu corazón?

Dices, y pregunto, ¿cómo vive esa flor, Pedro, cómo carajos escribimos con la punta de su espina?, ¿qué hacer con la pregunta retórica que los lectores siempre nos devuelven como una despedida que no cesa?, ¿es la rosa de Gozalo Rojas o la de Vallejo a quien no miras más allá de Pizarnik?, ¿será que sí, que amamos la noche del pensamiento?, ¿reminiscencias románticas de aquel corcel endemoniado que fue nuestra vanguardia?, ¿quizá nuestra utopía?, ¿o el desencanto lúcido de Pessoa que tampoco quería nada? Esto es lo que respondes:

Pero en el fondo de mí
No creo
Sólo palpo las cosas
Y no retrocedo
Por más que me halle
Anonadado
A ver a que te toco
Como un insecto nocturno
Sin hacerte notar mi poesía

Pero se nota como una infección, como las manitas de verano que no pudo ver Vallejo. Es Perú después de todo, es Lima, es la distancia de esos puertos, la arena dramática. ¿Poemas como cangrejos? Quien sabe. Si los poetas van para atrás no me interesa. De cualquier modo avanzan, el norte, el sur, son culpa del mundo.
Y mira, ahora Billie Holliday canta:

Put a ring in my eyes, tears in my dreams
and rocks in my heart.

Y juro que puedo seguir leyéndote mientras te imaginas el mar en prosa porque su espuma necesita horizontalidad y porque es cierto, en ello descansa lo más efectivo de tu poesía, en hallazgos como la noción que nadie brindar esta noche más que por la travesura de la playa por el amor que no tiene extensión ni profundidad mayor que una sonrisa, por ese evento intrascendente que detectas, que miras desde las córneas del vidente, del que cruza dos calles todos los días y con eso le basta, con versos de corta dimensión, de ritmo que pudo haber sentido Paul Gaguin en el mar Polinesia, de vaivén sobrio, como la música que se contiene, que espera su momento, su instante de verso luminoso para habitar la página y hacerla bailar dulcemente con el significado.
Puedo decirte mucho más que esto y las palabras, pero un poemario como el tuyo lo único que necesita son lectores con luz y caretas, con flores y monosílabos en tu paisaje mental. Me convence tu paleta de palabras y/o los posts de un blog que no es lo que es, identidades poéticas, siempre dobles. Si quieres le preguntamos Amy Winehouse, a su cabello que era la torre de la poesía, o nuestras madres que nos dejan con pocos ripios cuando más amargo es un poema. ¿Al índice?, ¿le preguntamos al índice que señal el verso que más duele?, ¿o al índice de este libro?:

¿o al Viejo ya experto ya
Jugado a no amar
A mar mar jugado?

Leído en la presentación de Poemas en hucha en Cuernavaca, Morelos, México.
Gracias, Alma!

Puntuación: 5.00 / Votos: 3

Comentarios

  1. jose luis escribió:

    La empresa Columbia se negó a grabar Strange fruit, y el autor tuvo que firmar con otro nombre.
    Pero cuando Billie Holiday cantó Strange fruit, cayeron las barreras de la censura y el miedo. Ella cantó con los ojos cerrados y la canción fue un himno religioso por obra y gracia de esa voz nacida para cantarlo, y desde entonces cada negro linchado pasó a ser mucho más que un extraño fruto colgado de un árbol, pudriéndose al sol.
    http://joseluisregojo.blogs

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