‘Nostalgia’/ Rafael Moreno Casarrubios

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No hay cómo no sentir nostalgia por ciertas locuras: nos acompañaba el cuerpo y la moral –o la imortalidad–. A los 27 años yo estudiaba en Madrid y había entrado de lleno en el torrente energético y dionisiaco de sus calles. Hacía un día que había conocido a una jovencita en una taberna, y aunque sólo nos habíamos besado, yo sabía que su prudencia no pasaba del fin de semana. Era martes, y al día siguiente la visité a la tienda que regentaba, Mister Calcetín. Era la una en punto, la hora que ella me dijo que cerraba, pero había dos clientes indecisos y un par de señores en la calzada, mirando calcetines tras el escaparate. Yo andaba como un demonio lascivo, y con pocas palabras saqué a los dos clientes y cerré la puerta con el taco de mi botín, para empalmar a mi amiguita contra la pared. A través de la ventana vi cómo los cuatro hacían visceras con la mano hacia el interior de la tienda, para no perderse ese encuentro carnal. Mi amiguita se reía y se incrustaba contra mí –ella estaba contra la pared–. “Aquí no, chaval, espera”, llegó a articular como un susurro, no como un regaño. “En la trastienda”, le dije, y avanzamos entrelazados en dirección al baño. Recién entonces pudimos oir las quejas de los clientes. Ella me dijo luego: “Joder, que eres un tío legal”.

De Las riberas del río (Lima: URP, 2009)

Puntuación: 4.4 / Votos: 20

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