Acicateados por la observación de la estudiosa Mónica Velásquez: “Nada hay bien dicho sobre la relación de la obra saenzeana con autores bolivianos, latinoamericanos o universales (a excepción del texto de Wiethüchter sobre rasgos románticos en Sáenz y Pizarnik) carencia de nuestra crítica [¿sólo de Bolivia?] frecuentemente ocupada en los textos sin relacionar éstos con sus fuentes y sus pares” (2011: 16). Por lo tanto, y a modo de recoger el guante, iluminamos algunas zonas del cableado de su poesía –fuentes, coincidencias, anticipaciones– en relación con otras de la región; muy en particular, con la de César Vallejo. Relaciones hace tiempo consolidadas; pero que pueden resultarnos novedosas e incluso insólitas tanto como las nuevas imágenes paceñas a las que nos da acceso el flamante teleférico de la capital boliviana. Palabras clave: Jaime Sáenz y César Vallejo, Trilce y la poesía boliviana, Muerte por el tacto.
24/01/23: AUTISMO COMPROMETIDO
El presente volumen hace parte de un proyecto más grande: “Autismo comprometido: sobre poesía latinoamericana reciente”. Donde se ensaya una crítica de tono y formato menor. De carácter post-autónomo en tanto sus textos son transdisciplinarios o híbridos. Y donde se intenta indagar, en este caso particular, los microsistemas de poder u opinión que subyacen en la lectura de la tradición poética peruana. Por lo tanto, se leen poemas y también poetas; así como escenarios o lugares de enunciación. Pensando en la estudiosa y, no menos, en el muchacho al que le gusta la literatura, pero nos dice que lo malo es que hay que leer.
Autor: Pedro Granados
Editorial(es): Paracaídas Editores
Lugar de publicación: Lima
Año de edición: 2013
Número de páginas: 129
ISBN: 9786124192029
24/01/23: Poeminho do Contra/ Mario Quintana
23/01/23: “Todo está bajo control”/ Carlín
23/01/23: NO ES LO MISMO SER CACHIMBO SIN TI
Novela breve, de autor numeroso y colectivo (estudiantes y profesor de Estudios Generales-Ingeniería), donde un animal, Perro Vaca, genera ciudadanía: compromiso y permanente ternura para con su comunidad. En este caso la UNMSM y, a la larga, el Perú. Breve relato muy bien posicionado argumental, estructural y filosóficamente; post-antropocéntrico, por cierto. Nuestro protagonista no habla, tampoco es un dechado aerodinámico ni un arma que hallamos entrenado como extensión de nuestra propia violencia. Es simplemente Olga o el valiente Perro Vaca; el cual se nos fuera, bajo esta apariencia, en 2019, pero que permanece encarnado en la memoria viva de nuestra cuatricentenaria. P.G.
22/01/23: Amerindios| Amerindians
La editorial estadounidense Artepoética Press, de Nueva York, ha publicado en edición bilingüe español-inglés el libro Amerindios/Amerindians, del poeta peruano Pedro Granados (Lima, 1955), un volumen compuesto por los libros Roxosol/Sunredsun, traducido por Leslie Bary, y La mirada/The Gaze, traducido por Sasha Reiter e Isaac Goldemberg.
En su introducción, Leslie Bary escribe que la poesía de Granados “evoca el dislocado sentimiento de identificación con un terreno síquico y físico repleto de signos de un pasado desconocido y al mismo tiempo visible; físicamente, en las líneas que las ruinas subterráneas trazan en la tierra, y síquicamente, en la leyenda del cuerpo enterrado y el espíritu emergente del antiguo sol o Inkarrí”.
Por su parte, en su introducción Sasha Reiter afirma: “Mediante la mirada, el poeta crea una relación con el mundo, una relación que tiene que ver con la realidad física, emocional y cultural que lo rodea. En este nivel, Granados ha creado su propia versión poética del escenario-espejo sicoanalítico de Jaques Lacan. Ambos parecen decir que la manera en que los seres humanos se relacionan con el mundo es a través de una mirada muy solitaria. Una mirada que nos revela que estamos separados de todo”.
Según Julio Ortega, “la poesía de Pedro Granados es el hilo de habla que emerge de una herida en el cuerpo del lenguaje español. Habla que es hilo de vida, huella de sangre, texto de la voz que borbotea con asombro y convicción”.
Asimismo, Carlos Llaza ha declarado que en “La mirada Pedro Granados demuestra una vez más que es un artista con calle poética, cuya voz se resiste a categorizaciones simplistas y revela el lugar que la poesía, como epistemología y concepción del mundo, ocupa en la vida diaria. Así, al reconciliar los caóticos mundos interno y externo a través de un intelecto cruelmente tierno y sensual, La mirada se erige como un referente en la poesía contemporánea”.
Pedro Granados es poeta y novelista. Ha radicado en Estados Unidos, Europa y el Caribe. Actualmente reside en su tierra natal, donde es profesor en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Recibió su diploma de Bachiller en Humanidades en la Pontificia Universidad Católica del Perú; la Maestría (Estudios Hispánicos) en Brown University, y el Doctorado (Lengua y Literatura Hispánicas) en Boston University. Ha publicado doce libros de poesía, seis novelas y, entre otros numerosos ensayos, tres libros de crítica literaria acerca de la poesía de César Vallejo. Administra el blog blog.pucp.edu.pe/blog/granadospj/ y es fundador y actual presidente de Vallejo sin Fronteras Instituto (Vasinfin).
https://letralia.com/noticias/2020/09/04/amerindios-amerindians-de-pedro-granados/
20/01/23: ROXOSOL: Vocação à poesia/ Bruno E. M. Martins
Pedro Granados completa 40 anos dedicados à poesia, ativado e mais firme do que nunca em sua labuta poética e marginalmente verdadeira. Publicou este ano, em Lima, no Peru, uma edição bilíngue (espanhol e português) o livro Roxosol, com tradução para o português de Amálio Pinheiro e apresentação de Julio Ortega e saiu pelo editorial Cascahuesos. Para aqueles que se perguntam que palavra é essa que nomeia o livro é uma junção, mirada num presságio fantasmagórico de três sóis de cores distintas: amarelo, roxo e azul: Roxosol. E a capa comemorativa é da artista plástica colombiana Bibiana Vélez Cobo.
Algumas notas da leitura do livro são brevemente necessárias, uma tentação para a leitura ou talvez apenas uma tentativa de homenagem. Dedicar-se à poesia é uma vocação e sua maior recompensa poderia ser uma espécie de sobrevivência em radical esquecimento em um de seus poemas de Roxosol. A radicalidade da poesia pedrogranadiana se estende na absoluta liberdade de sua sintaxe intima e revive em um fio que nas palavras de Julio Ortega nos concede verdade e piedade.
Granados cria para si uma religião e gravita sobre ela como dom da poesia, a quem sempre clama por sua presença. Transforma-a em uma entidade e seus poemas são preces e rezas, alguns tão convulsivos que chegam a criar uma língua, como se tivesse o dom bíblico das línguas estranhas. Contudo o que centra seus cânticos de louvor é a poesia, por ela o poeta vibra, pede intercessão e notamos que a maior dádiva é o comparecimento poético encarnado em papel, prensa e leitura. Quando a presença poética se manifesta somos conduzidos ao oásis e as palavras são gestos e carícias, ler sua poesia é performar com o coração nas mãos.
Notamos o diálogo do poeta com uma sóbria poesia-entidade, com ela estabelece uma mágica consonância simbólica, cada poema é recriado num princípio de verbos desafiantes e em libidinosa língua. A tradução de Amálio Pinheiro consegue transformar os peruanismos em expressões assentadas na estranheza que enriquecem a língua portuguesa falada e escrita no Brasil. Expressões intraduzíveis encrustam vocábulos novos em nosso favor. Os poemas produzem uma caudalosa espiral durante a leitura, é preciso dançar com a língua nos dentes e encontrar na malemolência do ritmo o intruso poético que penetra na idade madura e nos convida ao espetáculo de um céu e três sois.
https://medium.com/@brunoezer/roxosol-voca%C3%A7%C3%A3o-%C3%A0-poesia-1e9213fce98b
18/01/23: Poema de la violencia en Brown University
Diluidos por un líquido eficaz.
Al fondo de la sucesión de los actos
o a sus márgenes.
Como en la adolescencia
–solos o abrazados a nuestros enemigos
en una unidad difícil de reconstruir ahora,
difícil de consentir–.
Por tantas huellas dejadas ya de aquí hacia allá,
por tanto vapor en la huida.
Debimos ser como las piedras.
Pero nos movimos,
Pero nos movieron como al animalito exótico
(la soga al cuello
y las uñas curvas al ras del pavimento).
Infancia y adolescencia en el Perú.
Una a una fueron surgiendo las palabras,
una a una fueron sobreponiéndose
–imitando al mar–
en nuestro barrio de purita tierra.
La violencia existió siempre,
filtrándose en los zapatos,
filtrándose a través de los muros.
Pero nuestra mirada era más grande que la violencia,
sabía llevar, sabía traer,
sabía sumergir y renovar las cosas,
las voces, purificar los instintos.
Aunque no fuimos puros, nunca lo fuimos.
La violencia existió siempre,
recortada como un segundo rostro,
como un tercer rostro,
pero no como el rostro definitivo
en nuestras estoicas gentes.
La violencia existió siempre.
aun allá en los juegos,
aun allá en los enamoramientos.
Como la lavaza del bulto que se lava,
como la espuma de la cerveza.
La violencia con sus faldas sucias
y sus caras sucias.
La violencia de zapatones de Celestina
y labios de Urraca.
La violencia del rasposo patio de la vecindad.
(Es por eso que a más de uno nos gustaba
escupir sobre esas paredes
y sobre aquellas del rincón que formaban la casa
creando así transparencias, salidas,
otros túneles de lo humano).
La violencia existió siempre,
pero también existimos nosotros.
La violencia sin todas las variables en la palma de la mano,
justo así como nosotros y como cada uno de ustedes.
La violencia que no controla todo, que felizmente no sabe
lo que sus hijos piensan. La violencia temerosa del futuro
y de las calles tan violentas. La pudorosa violencia que no llama
a las cosas por su nombre, que no se atreve a amar.
La violencia con sus males de ojo. Con su tarde o temprano.
Porque largo la hemos mirado y le hemos sobrevivido.
Porque largo le hemos dado a comer directamente de la mano
y conocemos su hendidura, su hedor, aquello que la hace más feliz.
Y por eso pendeja (en peruano) nos reconoce y nos teme,
y se está aquí cerrándonos las piernas. Tal como si no
supiéramos,
ya de sobra.
Tal como si hubiéramos olvidado.
Pedro Granados, El corazón y la escritura (Lima: Banco Central de Reserva del Perú, 1996)
17/01/23: Poesía de mi región
Estados Unidos, que escribe como si fuera el pueblo elegido
México, donde todavía no ha terminado la Conquista
Centro América, la inteligencia de la política: Roque Dalton
Panamá, cunas levantiscos sobre coches del año
Colombia, patria eterna de Rubén Darío
Argentina, donde se considera que la poesía es cuestión de palabras
Uruguay, exilados en la imaginación
Chile, el araucano ganador, el latinoamericano perdedor
Bolivia, archivo de flora y fauna
Brasil, el glamour de Clarice Lispector
Perú, donde la poesía no precisa escribirse
16/01/23: José Vicente Anaya (1947-2020), presente
Traducciones de JVA:
Quedé en la inopia
Todo me quitó el ladrón.
(!tengo esa luna!) Ryokan
¿Quién me dará la
nalgada cuando
vuelva a nacer?
¿Quién cerrará mis
ojos cuando
a la hora de mi muerte
me vea? Elise Cowen
Quiso estar loco, como Artaud, pero su cordura no se lo permitió. En poesía, como muy pocos, era un erudito del pasado y también del presente. Bueno, rasgo no extraordinario en México donde el problema de su poesía, según Julio Trujillo, es “el exceso de cortesía”; es decir, no la insuficiencia de documentación ni, por lo general, un elaborado estilo (incluso el infrarrealista). De modo sumario, un militar en nociones antropocéntricas duras de las Humanidades. Nosotros éramos los que estábamos locos. A inicios del año 2004, una vez graduados en Boston University, y con escasísimo dinero (mejor, por vergüenza ajena, no digo el monto), tomamos el primer Greyhound disponible y nos fuimos en autobús hasta México DF y, de aquí, a Puebla. Viaje infinito, aunque tolerable, por la avidez de conocer el camino; viaje de vuelta, muchísimo más penoso, porque cruzando nada más la frontera de Laredo, de regreso a Boston, perdimos una de las numerosas conexiones que nos traían con nuestra chaqueta, documentos y Laptop dentro del autobús. José Vicente, persona absolutamente frágil dentro de un empaque de cruzado. Obvio, coincidimos en Puebla; bueno, él en plan de brindar sus talleres en la “Casa del poeta”, en tanto miembro del Sistema Nacional de Creadores Artísticos (SNCA); nosotros en plan de sobrevivir y absorberlo todo. Fue muy positivo nuestro “Año mexicano”. Nos presentó en Puebla a su novia, muy bonita, que fue y, luego, no fue; después también nos enteramos que –por enésima vez– rompió con José Ángel Leyva y concluyó Alforja, la cual ambos dirigían. Alforja, una muy inspiradora revista de poesía a nivel regional. José Vicente Anaya, cabeza de león y no cola de ratón de las letras mexicanas e hispanoamericanas. P.G.
Visión infrarreal del Infrarrealismo/ Pedro Granados
El infrarrealismo (1976) fue una reinvención horaceriana del chileno Roberto Bolaño[1] en México (país con mejor infraestructura económica y mayor capacidad cultural mediática que la del Perú, ¿nos entendemos?); ya que aquél en su patria, y durante la dictadura de Pinochet, no podía hacerlo… Pero se topó con un talentoso, como Mario Santiago Papasquiaro, que más bien influyó en él o, al menos, en el diálogo tomaron uno del otro. Bolaño, el lado lírico, imaginista o romántico de Papasquiaro; y éste, lo que aquél debía a Hora Zero (1970) y que –en ese entonces y para aquel contexto– no era poco: el aspecto contestatario, informal, callejero, político en suma. El cual, a la larga, venía de una lectura de época de César Vallejo (Monsieur Pain); y no necesariamente del talento “teórico” o “praxis teórica” de los de Hora Zero (Tulio Mora e incluso el mismo Juan Ramírez Ruiz, para ni siquiera referirnos a Jorge Pimentel en tanto crítico). Lectura vallejiana, maniatada al dolor y al compromiso, la cual montó y administró –para todo el continente y desde los 60′– la Revolución Cubana. Filiación de Bolaño, aunque un tanto tardía, a la “familia Vallejo” (Roque Dalton) en rechazo de la de Pablo Neruda; o del “imperio” que por aquella época constituía en México la obra de este premio Nobel (1971) junto con la de Octavio Paz. Filiación más gravitante y contundente allí, en el contexto del Infrarrealismo, que el humor deconstructivo de un Nicanor Parra (autor no menos vallejiano, aunque en otra lógica); o que el vanguardismo anterior y local de un Maples Arce (Estridentismo). Bolaño, además, en México no sólo utilizó a su muy joven compatriota, Bruno Montané Krebs, ávido y curioso lector, a modo de ósmosis o mayéutica poético-intelectual permanente; sino que también empleó y manipuló, esta vez como pantalla, a José Rosas Ribeyro –poeta peruano absolutamente menor de Hora Zero— para intentar canibalizar este último Movimiento: ponerlo a la par del mexicano o incluso hacer preeminente al Infrarrealismo a nivel continental (cosa que, al fin de cuentas, logró con la publicación de Los detectives salvajes). José Vicente Anaya[2] –junto con Bolaño y Papasquiaro otro de los fundadores del Infrarrealismo o, al menos, de alguno de ellos– ante tan fulminante expansionismo del chileno (paralelo, consistente y mayormente incuestionado ante la crítica como los de Raúl Zurita o Pedro Lemebel, sus paisanos) queda atónito y no tuvo más remedio que quedarse, mayormente, de ensayista y traductor (poetas beats, haiku japonés, Marge Piercy, Allen Ginsberg y un largo etcétera). Es decir, Anaya en aquel exacto momento, careció del oportunismo y malicia de Bolaño –aunque luego éste, en la novela, descubriera el mejor formato para su escritura– y de la persuasiva zozobra que lograban comunicar los versos de Mario Santiago Papasquiaro.
[1] “Al parecer siempre se preocupó por ser considerado el líder del grupo y por ejecutar ‘expulsiones’ […] En buena medida, Bolaño hace un gran trabajo de lavado de imagen en su novela [Los detectives salvajes]” (Heriberto Yépez, “Historia de algunos infrarrealismos”, Alforja 37, 2006)
[2] “Me recuerdo caminando con él [Anaya] sobre la calle de Dolores, en el barrio chino de la Ciudad de México, por los años setenta y cuatro o setenta y cinco. Se le ligaba entonces, de cierto modo, al movimiento infrarrealista, de quienes llegó a ser de cierta forma un involuntario gurú” (Evodio Escalante, “Tres versiones sobre José Vicente Anaya”, Revista Esquina Baja, No 8, enero-marzo de 1990. 2)










