Ya va a venir, ya viene el día
El nombre de la exposición se inspira en el poema «Los desgraciados», incluido en Poemas humanos (1939). En la última estrofa de la versión manuscrita del poema, el poeta tacha la frase «Ya va a venir el día» y la cambia por «Ya viene el día». «De ese modo, Vallejo reemplaza la posibilidad por la afirmación total de cambio. Este gesto pequeño y potente es una muestra de su voluntad, de la esperanza y empatía que marcaron su vida y obra. Con ella afronta tiempos de crisis», señala Yaneth Sucasaca, investigadora de la Casa de la Literatura y curadora de la muestra.
La investigación para Ya viene el día. César Vallejo, el fervor y la palabra se realizó en el contexto de la pandemia por el COVID-19, donde en medio de la incertidumbre, nos vimos sumergidos por la indiferencia, pero también por la solidaridad. La lectura de los poemas y otros textos del autor cobró una relevancia especial en este contexto crítico. Es simbólico, además, que con esta muestra la Casa de la Literatura retome su propuesta museográfica y curatorial dirigida a escuelas y al público en general.
La exposición se materializa también en una circunstancia especial, pues en 2022 se conmemoran los 130 años del nacimiento de Vallejo y el centenario de la publicación de Trilce, obra cumbre en la vanguardia poética en lengua española.
Sobre la exposición:
Podrá visitarse de martes a domingo, de 10 a.m. a 7 p.m. El ingreso es libre.
Estará abierta hasta noviembre de 2022.
DOCUMENTO RELACIONADO CON “YA VIENE EL DÍA” [ni utópico ni mesiánico, sino el de todos los días; Inkarrí, más bien, como un cronotopo cotidiano]
Trilce: Húmeros para bailar (Lima: VASINFIN, 2004), se relaciona, por un lado, con el hecho de haber encontrado un consistente y persuasivo repertorio solar en el poemario de 1922 –es más, toda una acabada versión de Inkarrí que se adelanta en tres décadas a las primeras recolecciones del mito por Óscar Núñez del Prado y José María Arguedas a mediados de los años 50–. Las “Nostalgias imperiales” (Los heraldos negros) y su Trilce hasta, por ejemplo, su “Piedra cansada” (drama de 1937) serían un mismo mito expuesto por César Vallejo de modo minimalista, con la opacidad característica de la poesía y con vocación incluyente siempre. De lo afro-limeño, primero, y después de las etapas iluminista y revolucionaria de su experiencia europea: francesa y soviética, respectivamente.
Ahora, aquello que observa el dominicano Pedro Delgado Malagón: “Siempre me aproximé al poeta de Los Heraldos Negros bajo las nociones sombrías de José Carlos Mariátegui […] Confieso que fue en el libro de Granados (Trilce: húmeros para bailar) donde por primera vez leí una reflexión (cierta, sorprendentemente clara) acerca de la chispa y del humor que subyacen […] en esa oscura melopoeia permutante de la palabra/cadencia que aflora en Trilce”; tiene que ver –de modo íntimo– con el carácter del fragmento trilceano. El fragmento en Vallejo no es el cubista o el dadaísta –con su correlato de absurdo, vacío o destrucción– sino que, y sobre todo, encarna al mismo cuerpo de Inkarrí restituyéndose. Por lo tanto, el dolor en Trilce –y en general creemos en toda la poesía del peruano– es nada más que parte del todo. Diríamos que la mitad, aunque sin perder de vista en ningún momento que este mismo dolor se halla supeditado o envuelto en la lógica y dinámica de la restauración del cuerpo del Inca. Es por este motivo que, en última instancia, la poesía de César Vallejo es toda ella gozosa.
https://vallejosinfronteras.blogspot.com/2016/05/hitos-de-mis-estudios-vallejianos.html