¿México, Perú?/ Pedro Damián Bautista

Los ciudadanos mexicanos hieráticos ven transcurrir a los otros ciudadanos, los norteños desprecian a los del centro, los de la meseta se asquean con los del sur, los del sureste transan y menosprecian a los centroamericanos que suben para hacer puente y por pan y trabajo, en las terminales de autobuses los niños miran a niños de otros estados, las mujeres no cesan de embarazarse, los padres huyen o se pierden en los almacenes buscando a un dios que los auxilie no saben por qué, los partidos políticos se abren los corazones y muerden espacios, las papeletas electorales aguardan sondeos, los gobernadores se embriagan en sus quintas o en sus ranchos y subrayan equivocadamente líneas en documentos, dirigen asesinatos completamente ebrios, los presidentes municipales se asquean de sus mujeres y van a las ciudades a comprar coñac y a gemir con sus equipos de trabajo, los productores agropecuarios azotan  a los mozos y todavía sacrifican a sus peones, los hijos de los productores agropecuarios siguen siendo unos hijos de su pinche madre traslapando generaciones, la policía mexicana triunfa como la asociación más puerca del mundo (los patrulleros del rondín de las madrugadas en las zonas conurbadas chillan su Edipo y asesinan), a las mujeres de los policías nadie las conoce (y se andan cogiendo a los vendedores “casa por casa”), a quienes van por la leche de Liconsa les nacen dudas sobre la patria desde las cinco de la mañana, los jóvenes miran pasar un mundo de adultos desmadrados y malamadres, los periódicos brillan inmundamente en las aceras y de las revistas emergen los senos que acarician las orejas de los desempleados, las mujeres se embrutecen compitiendo diariamente con sus doncellas-ellas-mismas o con sus zapatillas, los locutores ladran y gruñen desde una montaña de mercancías y a partir de cúmulos de guiones y montos con cifras sin cabeza que son símbolos de una nación sin leyes, los consumidores dejaron de ser “el pueblo” ayer y felices gozan de la entronización del salario en los márgenes y consideraciones  de las fuentes de desarrollo económico, las cámaras empresariales aguardan las inversiones y estipendian las operaciones  que inciden sobre el riesgo de una desaceleración  económica pese a la “gran flexibilidad de los mercados extranjeros”, dicen, y los empresarios criminalizados se miran al espejo, y nacen y mueren millones mientras  la expectación abre la mañana  de la nación que antes  albergó a las esplendentes culturas mixteca, tolteca, maya, aun sin parecerlo, los 35 ríos que cruzaban el Distrito Federal ahora son asfalto y canchas para panboleros y automovilistas y vendedores de Asia en Tenochtitlan, se perdieron las cadenas que hacían comunidad y se fraguó un desastre aún no bien visto totalmente.

Tomado de: “Veinte poemas”, La zorra 4 vuelve al gallinero, México, D.F., invierno de 2009. p. 6

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