Fozi Lady! (Primicia de nueva novela breve de Pedro Granados)

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Juvenal comenzó por escribir un poema sobre la cultura y también la poesía:

Cuando alguien te hable de cultura

Cuida bien tus bolsillos

Viejo hippy irredento

Viejo llorón

Enamorado de la luna

Viejo creyente en la poesía

Viejo lunático sin locura

Viejo amante

De pocos tiros a la sazón

Sólo sazón

Si alguien te viene con el cuento

Háblale de cultura

Y así quedan iguales

Pero lo molar

Término alquímico

De mi colega Adolfo

Me deja sin dientes

Y sin muelas

Pero sólo con los caninos

Es que les hablo

De la puta que nos parió

Pero que no es nuestra madre

Nuestra madre sigue siendo la poesía

La que me regala unas lágrimas

A veces

La que me hincha las pelotas

Y me hace comprender

Lo terriblemente huérfanos

Que estamos sin ella

Radicalmente huérfanos

Y como viviendo por las puras huevas

Cuando te hablen de cultura

Cuida bien tus bolsillos

Y cuando te hablen de poesía

También

            Pero lo que en realidad pugnaba por salirle del alma era de que si se acostaba o no con aquella hipnotizante muchacha.  Dieciocho años, esbelta (es natural) y cuidadosamente descuidada, aunque de modo leve, en el aseo personal.  Le olían las axilas y los pelos de la chucha de un modo tal que a Juvenal lo traían loco.  Loco de arrechura y, contra todos los pronósticos para su edad, maravillosamente in parodí.    Saludar a esta muchacha, sobre las calles del secreto y mojigato Foz do Iguaçu, era literalmente quedar untado por un buen rato en vagina.   Tragarse –entre los tumultuosos y enceguecedores flaches del deseo– desde sus pies divinos, un tanto  manchados de tierra; hasta el yuyo de su entrepierna probablemente con imperceptibles restos de caca.  Enamorado andaba Juvenal de esta literatura; y esta misma literatura decía que aquella muchacha había sido hasta hace poco alumna suya y que todo el mundo se le abalanzaría encima si la tocaba.  Si la desvirgaba, acompasadamente y en postas, con la lengua, la nariz, la pinga y hasta con cada uno de los hirsutos pelos de sus erectas orejas.  Yo pecador.  Aunque  ella para nada se hacía la invencible, la delataba cierta mirada.  Y una suerte de recónditos hipos cada vez que saludaba o se despedía de Juvenal.  ¿No habría estado César Vallejo, en la Clínica Arago y poco antes de morir, arrecho por alguna de sus jóvenes enfermeras?

La sexta luego de las cinco anteriores: Prepucio carmesí, Un chin de amor, En tiempo real, Una ola rompe y Boston Angels; ya  publicadas todas en la colección Prepucio carmesí y otras novelas cortas (Lima: Editorial Tribal, 2012).  Recrea los últimos instantes de la vida de César Vallejo junto a, de modo simultáneo y entrecruzado, la continuación de  la “autobiografía” de Juvenal Agüero.

Puntuación: 5.00 / Votos: 9

Comentarios

  1. Andrés escribió:

    Buena!!!!! regresó, por fin Juvenal…

  2. bruno.martins [Bruneto] escribió:

    Uma sombra que leva consigo mais que qualquer corpo!

    Uma beleza, um coração feito de cinzeiro e um sono eterno.

    Sons da noite, gritos contidos de peles recostadas.

    Animo translúcido, animo opaco, Animo!

    Por essa filha nossa que se chama poesia, que se apaixona pelo mais pobre indecente da periferia.

    Uma beleza, sempre uma beleza…

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