¿Pedro Susz K. o Jesús Martín-Barbero?

   20130601-susz.jpg         

A través, sobre todo, de una  glosa bastante versada de filosofías posmodernas y poscoloniales este libro reciente: Para una filosofía de la insubordinación.  Pensar la libertad frente al laberinto mediático (La Paz: Plural, 2013, 581 pp.) de Pedro Susz K. [Dirección de Gobernabilidad de la Alcaldía de La Paz], postula una reflexión sobre el poder de los medios masivos de comunicación  que, a modo de ejemplo, pareciera estar en el polo opuesto de una postura como la del crítico Jesús Martín-Barbero.  Si para Susz, quien focaliza en los medios (sobre todo en la TV), nuestra libertad aparece hipotecada a este último poder; para Martín-Barbero, quien focaliza significativamente no en los medios sino en  las mediaciones [La instancia cultural “desde donde” el público de los medios produce y se apropia del significado y del sentido del proceso comunicativo], aquélla (nuestra libertad y la de las masas) tendría más espacio de juego y, por lo tanto, no menos de “insubordinación”.  Es más, el Cornelius Castoriadis de Susz; autor al que de modo sistemático recurre o se halla ubicuo en este larguísimo ensayo del boliviano (estos conceptos son suyos), aquello de la recuperación de la “imaginación instituyente”, suena a lata vacía frente a aquella adopción, en lo fundamental platónica, por parte de Susz.  Platónica en tanto un modo de lectura mimética y didáctica de la tragedia mediática que vivimos; y por la cual, recordemos, se terminaron echando a los poetas de La República (¿léase Bolivia, Venezuela o Perú?).  Frente a una lectura más bien catártica o aristotélica, de esta misma tragedia, que es la que practicaría Martín-Barbero; es decir, una con más confianza crítica del mismo público al que evaluamos y nos dirigimos.  No es ningún secreto lo manipulado que, en todo ámbito de cosas y muy en particular en lo político, nos encontramos; a veces, incluso, cuesta mucho no creer que seamos únicamente los dos o tres psicosociales entre los cuales nos vamos socializando.   Pero el de Susz, a pesar de sus reparos y de modo semejante al de uno de sus comentados (Paul Virilio) aparece como un texto perfectamente postmoderno; es decir, uno donde la confianza en la participación social, la interculturalidad y, en suma,  el dialogo con el “otro  pareciera dramáticamente opaco o inviable:

“¿la interculturalidad se traduce en la multiplicación de espacios abiertos a la genuina participación plural de las culturas en el diseño e implementación de las políticas públicas?  ¿O se trata de momento apenas de un ejercicio simbólico, sin repercusión eficiente sobre las formas de gestión de lo político y del manejo del estado?   Que un viceministro de descolonización instruya a sus funcionarios vestir una vez por semana sus atuendos “típicos” no deja de ser una anécdota pintoresca, pero si es apenas eso bien puede convertirse rápidamente en una coartada distractiva para encubrir la desorientación y la ausencia de verdaderas claridades a qué hacer en esa materia” (subrayado nuestro) (p. 249)

 Lo “genuino” y lo “verdadero” atormentan a Susz; salvo, aunque no nos convenza los halla digerido completos, en el acierto de la inclusión en este libro de   Simón Yampara Huarachi: “Parece claro que Yampara apunta a un concepto de lo intercultural que se aleja de las visiones puristas de las culturas, para propugnar su encuentro desde el reconocimiento de la dinámica de lo real existente” (p. 256); o de Josef Estermann: “La filosofía intercultural crítica rechaza cualquier esencialismo o purismo cultural y sostiene que todas las culturas de este planeta son el resultado de un proceso complejo y largo de inter-trans-culturación” (misma página). 

No es que Susz no aquilate a Martín-Barbero, según el paceño, otro autor de clara filiación castoridiana; lo que ocurre es que no puede compartir su optimismo (p. 45).  Es más, de manera elocuente cierra el cuarto acto (capítulo) de su libro: “De la posmodernidad a la interculturalidad”,  reconociendo al autor colombiano como uno de los fundamentales en el re-encaminamiento de la crítica como insubordinación.  Término, este último, también central en el título mismo de su libro.

Puntuación: 5 / Votos: 12

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *