Urdida hacia fines del siglo XIX por el escritor francés Alfred Jarry y asociada al absurdo, la Patafísica toma en clave paródica el lenguaje institucionalizado de las ciencias, la filosofía, las artes y otras formas de conocimiento. El Colegio de Patafísica se fundó en París en 1948, y pronto otras sedes emergieron alrededor del mundo (la de Buenos Aires fue una de las primeras). Su presencia se detecta en oscurísimas obras de vanguardia y en conocidos productos de la industria cultural. Jean Baudrillard, Groucho Marx, André Breton, Eugene Ionesco, Marcel Duchamp, Man Ray, Michel Leiris, son sólo algunos de los intelectuales que coquetearon con la patafísica. Ubú rey y Gestas y opiniones del Doctor Faustroll, patafísico, de Jarry, se señalan como textos fundacionales. La Patafísica es la ciencia de las soluciones imaginarias.
Alfred Jarry (1873-1907)
La palabra “patafísica” no aparece en la mayor parte de diccionarios o enciclopedias de edición reciente. La lista de términos se desliza de “patado” a “patagio” sin escalas. Tampoco se hallan grandes retrospectivas, ni promocionados revivals, ni exhibiciones con costosos seguros deambulando por museos de todo el mundo. Los congresos y seminarios, de existir, pasan desapercibidos excepto para los asistentes. Las publicaciones, de existir también, circulan en tiradas pequeñas y apenas reseñadas. Patafísica es una expresión difusa que remite a un tal Alfred Jarry haciendo el tonto hacia fines del siglo XIX, a una canción de The Beatles grabada hace cuarenta años y muchas veces considerada un llamado al asesinato. Es una broma apenas recubierta por un velo de legitimidad literaria o artística, y como toda broma, cuando se la explica, pierde su gracia.
“Todo aquel que esté mínimamente familiarizado con la historia de las vanguardias sabrá que nada es más fácil que provocar un alboroto mediante una supuesta afirmación artística”, escribió el ensayista Greil Marcus en 1989, echando un vistazo hacia el dadaísmo, el situacionismo, el punk. “Todo lo que se necesita hacer es inducir al público a esperar algo y darle otra cosa, o, como Alfred Jarry probó en París en 1896, al iniciar su primera representació n de Ubú rey con la única obscenidad formalmente disfrazada de Merdre (Mierdra), violar un tabú que todos reconocen como tal”.
Jarry nació en 1873 y falleció en 1907, enfermo de tuberculosis y borracho como una cuba. Escribió poesías, novelas, ensayos y obras de teatro. Durante un siglo fue venerado como Santo Patrono de dadaístas, surrealistas, cubistas, enajenados y chiflados; de cualquiera que enarbolara la maltrecha bandera del absurdo o que señalara que vida y arte pueden confundirse, que basta con iniciar una obra de teatro al grito de merdre y pasearse por las calles parisinas en bicicleta, con un revólver en el cinturón y una botella de absenta en el bolsillo.
Pablo Picasso compró el revólver de Jarry y también él lo llevaba consigo en sus paseos nocturnos por los bulevares de París. Nadie sabe qué pasó con la bicicleta. El año es 1911 y Jarry ya lleva cuatro de muerto. Se publica Hechos y dichos del Doctor Faustroll, patafísico, su novela póstuma sobre el Doctor Faustroll, nacido en 1898, a la edad de 63 años, fallecido el mismo año y a la misma edad. Se convierte en uno de los clásicos secretos del siglo XX, el texto fundacional de la patafísica. O ‘Patafísica, con apóstrofo, como le gustaba escribirlo a Jarry.
Las leyes de la excepción
El año es 1969 y The Beatles está grabando una de las más detestadas composiciones de Paul McCartney, Maxwell’s silver hammer, tercera canción de la primera cara de Abbey road. McCartney tiene la esperanza de que se convierta en el primer sencillo; George Harrison, John Lennon y Ringo Starr están hartos de la canción aun antes de terminar de registrarla. La primera línea dice: “Joan era rara, estudiaba ciencia patafísica en casa”. Pero Joan no pasará de esta estrofa, pues será asesinada por Maxwell Edison de un martillazo en la cabeza. Es la mayor entrada de la Patafísica en la industria del entretenimiento, y viene acompañada de martillazos plateados. A Jarry le habría encantado.
El año es 1896 y William Butler Yeats, Premio Nobel de Literatura en 1923, sale de la primera función de Ubú rey. Suspira: “¿Qué más es posible? Luego de nosotros, el Dios Salvaje”.
En tanto gramática cultural que da pie a una historia coherente, de alguna manera narrable, el año debería ser 1948, en el 50º aniversario del nacimiento, y muerte, del Dr. Faustroll. En París, un grupo de escritores y artistas funda el Colegio de Patafísica. Se crean comisiones, subcomisiones, departamentos, publicaciones, estatutos, calendarios y, por sobre todo, un lenguaje que remeda el discurso científico institucionalizado.
Pues la patafísica, como intervención social, se presenta como la Ciencia de lo particular, la Ciencia de las ciencias, la Ciencia de lo inútil, la Ciencia de las soluciones imaginarias. “Es la ciencia de lo que sobreañade a la metafísica”, había escrito Jarry en Gestas y opiniones del Doctor Faustroll, patafísico.
“Estudiará las leyes que rigen las excepciones; explicará aquel universo suplementario al nuestro. O, menos ambiciosamente, describirá un universo que se puede ver, y que quizá se deba ver, en lugar del tradicional; dará cuenta de las leyes que se creyó descubrir en ese universo como correlaciones a su vez de excepciones, aunque más frecuentes en todos aquellos casos de hechos accidentales que, al reducirse a excepciones poco excepcionales, no tienen la atracción de la singularidad. “
Funcionó. Produjo textos, acertijos, frases ingeniosas, observaciones lúcidas. Luego dejó de funcionar. Quienes se asumían como patafísicos se jubilaron, o se murieron, o se aburrieron. Ya en la década de 1970 llegó el Período de Ocultación, una forma educada de señalar que la patafísica, con o sin apóstrofo, sólo parecía interesarle a tres o cuatro enterados: apenas una pequeña entrada en algún manual sobre vanguardias del siglo XX.
El año es 2009 y se le hace notar al referente patafísico local, Rafael Cippolini, que en cuatro de cada cinco diccionarios no figura la palabra patafísica, aún cuando en 2000 se declaró el Período de Desocultación. “En cuatro de cada cinco diccionarios –responde Cippolini – tampoco aparecen las palabras babeante, manipulable, probabilística, demonización o sobrevaloració n, por decir unas pocas. Pareciera ser que, parafraseando mal a Macedonio, son tantas las cosas que ocultan y marginan los diccionarios que si las compiláramos todas no cabrían en ellos. Un diccionario es una máquina de poder”.
La patafísica se las ingenió para mantenerse en los márgenes de la conversación pública durante un siglo (o quizás no tuvo más remedio). Aunque se la menciona aquí y allá, aunque asoma con frecuencia en la historia cultural del siglo XX, hay que saber hacia dónde mirar para verla. Y una vez que se lo ha hecho, se debe mantener parte del misterio.
“Se puede considerar a la patafísica como un método, como una disciplina, una actitud, un rito, un punto de vista, una mistificación” , escribió el patafísico Roger Shattuck en 1960. “Es a la vez todo eso y nada de eso”. De seguro el tal Jarry disfrutaría de saber que hay que dar tantas vueltas para hablar sobre patafísica. O que explicar demasiado la broma significa echarla a perder.
“La ciencia de las soluciones imaginarias”
Marcelo Pisarro© Clarín