Dos niñas pasan
tomadas de las manos
y de los largos cabellos.
Colgadas de la travesura.
Con la risa y la saliva
relampagueantes
de su complicidad solar.
En zancadas
atraviesan la calle
sin reparar en el decoro.
Porque son muy niñas
y porque muy son pobres.
Y porque no hacen de ello
impulso o motivo
de sus espontáneos poemas.
Ni, mucho menos,
de su contagiante felicidad.
De SOLEDAD IMPURA (2003-2007)