13/07/22: Isabel Sabogal en Lima
12/07/22: Orden del caos/ Mariella Nigro
11/07/22: ZEN SOLOGUREN (PDF)
ISBN: 978-612-00-0196-7
Aquí corresponde explayarse un tanto sobre la deuda de Javier Sologuren (Perú, 1921-2004) con el pensamiento oriental, especialmente con el budismo Zen japonés. Tenemos variado testimonio de sus lecturas y simpatías sobre el tema; por ejemplo, cuando preguntado –en relación al libro Corola Parva de principios de los años 70– si reconoce en su propia obra influencia directa de los textos de Octavio Paz, nuestro autor contesta: “mi interés por la poesía oriental, en particular lo japonés, es anterior a estas lecturas de Paz” (Vivas 94). Sin embargo, no es propósito de nuestro trabajo hacer una lectura puntual a través de este cristal; manejarnos con una terminología específica que vaya dando cuenta de las huellas de aquella filosofía en la obra del poeta peruano. No somos especialistas en estos temas, pero creemos que en esta etapa de su poesía [Estancias] (1960) nuestro autor no ha tomado aún partido abierto por aquella tendencia; lo que sí ocurriría en posteriores poemarios, como Corola Parva (1970) y Folios de El Enamorado y la Muerte (1980), donde coincidiríamos con el juicio que esto merece a Roberto Paoli: “El japonesismo debería considerarse componente esencial del arte fino y burilado de Sologuren, de sus preocupaciones gráficas y espaciales” (103)
En todo caso, como una observación liminar, la idea de vacío no debe tomarse como el nihilismo occidental” (Kawabata 15); como “la nada o el vacío occidental” (Kawabata 13). Es, más bien, remarca el novelista japonés: “un universo del espíritu en el que todas las cosas se comunican libremente con todas las cosas, trascendiendo fronteras, sin límites” (13). Obviamente, nuestra experiencia común del mundo guarda antípodas con este concepto; digamos que nosotros captamos las cosas cartesianamente: claras y distintas. Sirva para ilustrar esta incongruencia la noción oriental sobre el nacimiento del mundo objetivo. Comentando el famoso haiku de Basho (“¡Oh! Viejo estanque./ Salta una rana,/¡El sonido del agua!), dice Daisetz Susuki: “Tanto el sujeto como el objeto estaban totalmente anonadados… El salto, el ruido, la rana, y el estanque y Basho eran todos en uno y uno en todos. Había una absoluta totalidad; es decir, una absoluta identidad o, para utilizar la terminología budista, un perfecto estado de vacío (Sunyata) “(Susuki 1968: 175). Para agregar, este mismo célebre estudioso japonés, que “Basho en este momento de exaltación espiritual es el universo mismo, es Dios mismo que dictó el mandato “hágase la luz”. El mandato corresponde al “sonido del agua”, ya que a partir de este “sonido” brota todo el mundo” (176).
Es decir, el mundo que nos corresponde experimentar es un mundo que ya se ha sacudido de esa primera unidad. Sin embargo, es a través de la experiencia o práctica Zen como podemos captarle –a este mismo mundo dividido– su primitiva unidad: “Zen… se mantiene siempre en la totalidad de las cosas, donde este mundo de multiplicidad y discriminación es al mismo tiempo el mundo trascendental del vacío (sunyata) y la no discriminación (avikalpa)”. (Susuki 1968: 192). O expresándolo en términos más restringidos, pero semejantes: “Elaborating the concept of “emptiness” (Sanskrit, Sunyata; Japanese, Ku)… the hongaku homon theory involves an ontology of absolute monism or nondualism [Desarrollando el concepto de “vacío” (sánscrito, sunyata; japonés, Ku)…la teoría del Hongaku homon supone una antología de absoluto monismo o nodualismo]” (Noriyoshi 57).
Quisiéramos haber dejado suficientemente sugerido este concepto en vista, repetimos, a que se insinúa desde los primeros poemarios de Javier Sologuren para irse decantando en los posteriores; como a su modo también observa, Ricardo Gonzáles Vigil, acerca de la última etapa de la producción de nuestro autor: “apertura formal –al servicio de una visión totalizadora de la existencia– que fructificó en un feliz equilibrio entre la tradición (no sólo europea, sino también oriental) y la modernidad… (desde Recinto hasta la antología mexicana titulada Vida Continua). “(Gonzáles Vigil 1984:114 115). Para, luego, este mismo autor agregar, “En este periplo [se refiere a todo su proceso creativo] Sologuren ha sabido nutrirse de las fuentes más diversas y selectas de la lírica universal: grecolatinas, españolas, francesas, italianas, ingleses, japonesas, etc.” (115).
No nos proponemos, pues, encasillar a Sologuren en lo oriental, reconocemos en él ecos de otras latitudes [Ej. la poesía de Jorge Guillén]; pero es importante destacar, al menos a modo de hipótesis, que hasta Recinto conviven –coherentes pero confundidas– fundamentalmente dos concepciones filosóficas: una neoplatónica (clara alusión de enhelo por “otro mundo”, superior o perfecto en comparación del nuestro –del cual sería éste la imagen degradada de aquél— sobre todo a través de la ensoñación y sin quedarse en la “talidad” de las cosas); y la otra Zen, con las características que ya hemos apuntado: abriéndose el vacío, en “este mundo”, a través de la misma “talidad” de las cosas. Es más, al concluir este capítulo vamos a exponer, con sus respectivos cuadros, dos interpretaciones complementarias del título Vida Continua que, teniendo como constante la dinámica ascensional de las imágenes sologurenianas, reflejan de algún modo estas dos concepciones filosóficas al interior de la poesía de nuestro autor.
Granados, Pedro [1987] (2010). Hitos de una Vida Continua: La poesía de Javier Sologuren. Lima: Autor-Editor. [Nota 12] 27-28.
10/07/22: Trilce/Teatro: guión, personajes y público (VIDEO)
07/07/22: ¿En qué momento se jodió la poesía del Perú? (I, II y III)
¿En qué momento se jodió la poesía del Perú? (I)
Cuando empezó a gravitar en ella la academia o, podríamos también así entenderlo, el sentido de grupo o de cuerpo. Ni César Vallejo, junto con Miguel Grau, el más peruano entre lo que constituye contemporáneamente la cuna de los Incas, quien escribió más bien contra el Perú; contra el cotarro que no celebrara sus versos de joven poeta en Huamachuco o, más grave todavía, contra el que posteriormente lo llevara a la cárcel. Ni Eguren, el cual construyera todo un mundo alternativo frente al que lo obligó a caminar, para acomodar estantes y pasar libros a los estudiantes, cotidianamente de Lima a Barranco. Lo más semejante a Eguren es Huamán Poma de Ayala, con su gruesa Carta al Rey bajo el brazo, y su inenarrable, por hartísimamente trajinados, dolor de pies. Ni Martín Adán, quien escribiera su tesis a espaldas de los gramáticos de su época, que era así como se entendía la labor intelectual durante la misma; y nos dejara para siempre unos poemas a Machu Picchu muchísimo más vivos que los de Neruda. Aunque sin dejar, allí mismo, de advertirnos lo siguiente:
Que el Cusco es una invención de Luis Valcárcel
Y que mañana volveremos a Lima
Con la hostess mulatita que nos habla en inglés
Y nos mete en la boca la boquilla
De tu oxígeno, Macchu Picchu
Ni César Moro, quien en definitiva se nos fue a otra lengua. Ni Jorge Eduardo Eielson, el cual aclimatara en su poesía o simplemente transportara el mar y la arena de la costa peruana al mediterráneo. O siendo más puntuales , de manera análoga a los haikus de Javier Sologuren, a unos incontaminados conceptos.
Ante la arremetida corporativa (no sólo se limita a la universidad) e ideológica de la Católica, casi contemporánea a Los heraldos negros, se instaló el concepto San Marcos. Antes no existía ni funcionaba brand o marca alguna porque, al menos el pensamiento, era producto de la cuatricentenaria. No de la UNMSM, entendámonos, sino simplemente del Perú. Posteriormente, incluso a mayor fragmentación de la academia, se sucedieron los grupos y la consciencia o la subconsciencia de los mismos. Y dada la posibilidad laboral de pertenecer a alguno de aquellos o, al menos, la promesa-ilusión de sobrevivencia para los dedicados aquí a las letras, vino el consecuente compromiso institucional; y, con él, con seguridad a partir de los años cincuenta, aunque con matices hasta el día de hoy, la absoluta esterilidad de la poesía letrada o culta en el Perú. ¿Quién, entre aquellos nombrados, se empleó en su poesía como grupo o supo de antemano la moraleja de cuanto escribiera? Con apoyo y aval de la academia la literatura de autoayuda habitó entre nosotros.
©Pedro Granados 2021
06/07/22: Para Germán siempre, hermano y maestro
04/07/22: TRILCE I, III, IV, V, VI, IX y XI (VOZ)
TRILCE I
TRILCE III
TRILCE IV
TRILCE V
TRILCE VI
TRILCE IX
TRILCE XI
Grabado el 2004 en Puebla (México). Año en el que, asimismo, se publicó nuestro libro, Poéticas y utopías en la poesía de César Vallejo (BUAP).
04/07/22: PRÓLOGO A LIBRO DE SASHA REITER
02/07/22: En torno a Vallejo/ César Calvo
César Calvo (Iquitos, 1940-Lima, 2000)
En torno a un symposium
Al pie de un mal retrato de Vallejo
dirimirán mañana
cuáles secretas sogas del ahorcado
conforman nuestra red. A nosotros
que no investigamos ni el color de las aguas
antes de arrojarnos con una piedra al cuello,
esas dragas inútiles
seguirán importándonos, realmente, un carajo.
Ellos descubrirán
que nuestros versos más inofensivos
producen, además de ceguera,
una enfermedad verdosa
cuyos síntomas se advierten después de la muerte,
achacándolo
a nuestro desconocimiento de los resortes filoso-
ciales de la poesía.
“Fornicaban entre párrafo y párrafo, dirán,
y leían manuales terroristas
en lugar de aplicarse al estudio de Heiddegger”.
Nosotros, entretanto,
aconsejaremos a nuestro bisnietos
el modo de seguir poniendo cuernos
a toda esa partida de cojudos.
De Pedestal para nadie (1970)






