Archivo de la categoría: Poesía

Poesía

Puedo vivir por siempre/ Edgar Artaud

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Bebiamos café en Pico del cielo

deberías ser una “mujer google”

busca en tu interior, le dije

la esperanza de vida era de 20

hace mil años, insistí.

Si escribes en Google la pregunta

Can I live forever?

(¿puedo vivir por siempre?)

encontrarás 377 millones de enlaces.

Prefiero escuchar my favorite things

de John Coltrane, me dijo.

En el siglo V después de Cristo

casi todo mundo fallecía a los 21

lo más que uno podía esperar

era llegar a los 30, respondí.

No es cierto, replicó,

Jesús murió a los 33

tienes razón, reconocí,

soy un imbécil.

Entonces se fue la luz

la camarera nos trajo

dos frappés expresos

me recosté en el sillón

cerramos los ojos

se acabó el mundo.

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El talento epigramático de Francisco Hernández

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EL CEREBRO DE UN LOBO es 30% más grande

 que el de un perro.

El cerebro de la perra es 70% más grande

que el mío.

 

“DEPRESIÓN” SE LIMPIA los párpados con la lengua.

Después, se limpia la lengua con mis ojos.

 

EMBRAVECIDA, muestra sus hileras de tetas.

Yo no soy el único vástago al que amamanta.

 

BAÑO A LA PERRA con agua de Jamaica.

Se pone feliz dentro de la tina.

Piensa que me he cortado las venas.

 

CON DINERO baila el perro.

La perra, no.

De Mi vida con la perra [2007] (México: Mantis editores, 2013)

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La bela de pele de Biju/ Mauricio Santos*

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Vendia, aos gritos. Eles a compravam.
Não era magra, nem bela
Não era preta ou inodora
Não era incestuosa.
Tomava para si, com a boca.
De tão pura nascia nua,
Tinha uma mecha de cada cor,
O céu da sua boca tinha tatuagens
Os dentes feitos e cor de esmeralda
A menina dela, dos olhos – Gozava – me.
Ignorava o corpo divido por dois e amava.
São dois seios morenos, duas cuias de beber.
Uma mão que regurgita amor.
E uma mão para comer.
São duas mãos cheias, de dedos.
Um coração em forma de luz
Um sorriso desenhado com giz
Pernas como de uma deusa ateia
Bela de pele de biju.
Tinha musgos ao invés de pelos
Tira coragem ao invés de couraça
Traficava felicidade por cima do rio.
A saia de tão longa que já era o próprio rio.
De tão humana é que foi perfeita.

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RECUERDO DE JESÚS URZAGASTI (1941-2013)

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Todo el año 1994 viví en Santa Cruz de la Sierra, Bolivia, y colaboré con comentarios de libros para El Deber, de esta última ciudad;  también de modo frecuente escribí en el suplemento cultural Presencia Literaria que, entre los años 1972 a 1998, dirigiera Jesús Urzagasti.  Generoso escritor y amigo al que rindo mi homenaje enterado de su reciente deceso. 

En los últimos años cada vez que recalaba en La Paz y preguntaba por él me decían que no se dejaba ver por nadie.  Es el único intelectual boliviano con el que, frente a frente, me he sentido a vontade; acaso por ser él chaqueño.  Me decía, y nos reíamos a boca llena con su ocurrencia, que los paceños (y de alrededores) demostraban aquel inalienable acartonamiento porque andaban extreñidos.  Obviamente, desde que se me informara de aquello, al presente son casi ya veinte años,  me la he pasado un tanto mejor en La Paz; es decir, ejercitando la comprensión o la solidaridad.

Claro que exagero en todo esto.  Caricaturizo para hacer resaltar, aun más, la amistad o complicidad que de modo inmediato nos sabía comunicar el amigo Jesús.  Tengo otros viejos y nuevos conocidos –y conocidas– bolivianos con los que es agradable y llevadero entrar en mayéutica.  Sin embargo encuentro que, aunque talentosos, son disímiles todos.  Qué de común pueden tener, entre sí, un Humberto Quino y un Homero Carvalho; un Juan Carlos Ramiro Quiroga y un Jorge Campero; una Vilma Tapia Anaya y una Jessica Freudenthal; etc; etc.  Salvo que todos ellos escriben poesía y se me hace que Eduardo Mitre, en sus Pasos y voces (2010),  omitió acaso al mejor entre todos sus compilados y estudiados allí; me refiero al Jorge Campero de Árbol eventual (1984, 2009), poemario publicado con Jaime Sáenz todavía  en vida.  Árbol eventual es la mariposa de la crisálida que constituye la poesía de Vilma Tapia; es la adolescencia frente al justificado –por demiúrgica tarea– cansancio de Quino (y un tanto del propio Jaime Sáenz); es el pensamiento vivo –la inteligencia natural– frente a tanta exhibición de saber librezco.  Es un libro de sangre ligera, tal como la recordada amistad de Jesús Urzagasti.

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[Llegar de incógnitos]

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 Llegar de incógnitos

Con un  anzuelo coger

Entre las que den el peso

Si  es inferior se completa

Con piedrecitas en sus bolsillos

 Tráfico humano,  la poesía

Contrabando artero

Suicidio culposo

E incesto con el ave

Que todos llevamos dentro

-Te tienen miedo, Pedro

Y qué culpa tendríamos

Si nos hemos  quedado

 Jugando hasta muerte

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Año 2064

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I

Guardas algo de tu memoria adulta

Luces antenas arborescentes

El sabor del deseo también

La bruma

Del odio y de la tristeza

Cerrada  la mirada

Se filtra también algo

Menos sencillo de identificar

La alegría innata

Y no esta pre-programada

De ahora mismo

Esta como postiza

De ahora mismo

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Viernes santo de un poeta

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Requerir requerirte

Flor pistilo

Contra la tremenda noche

Dos tres cuatro inútiles

Gestos

Ante la hecatombe

Ya muerto suicidado asesinado

Qué duda cabe

Con un resto de flor viva

Para envenenar a la muerte

Que es mucha masiva y poderosa

Para matar a la muerte

Para eso te requiero

Coro inaudible

Desde mi pecho enamorado

Lágrimas sobre  mis lágrimas

Así aumentadas y desbordadas y hoscas

Contra todo aquello que mata

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Busco alma extraña, no una sabionda: a propósito de los nuevos poemas de Carlos Quenaya

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Cuando Carlos [Eduardo] Quenaya, publicó su primer poemario: Elogio de otra vana invención (2008), escribimos lo siguiente:

Macizos renglones cual ramas llenas de un invierno benevolente. Invierno iluminado de otra latitud: nieve silente, ardillas alertas y hondas huellas del que se anima a aproximársele. Carlos Eduardo Quenaya (veinticuatro años) no escribe de antemano como peruano y ese es su primer y gran acierto, un peruano de utilería –progresista o reaccionaria– nos referimos; y más bien lo hace como un ser de otro planeta que, sólo por principio de analogía, está próximo a nosotros. Hace tiempo que no percibo entre los jóvenes poetas tal independencia de carácter y, por lo tanto, tal promesa de estilo. Y tan hondo e íntimo fervor por la poesía. Y tanto apetito por aprender. Que son quizá las marcas típicas del corredor de fondo en la literatura. Corredores, y no tramitadores ni saltimbanquis, de los que estamos ávidos por aquí. A cada última generación le corresponde, en hora buena, descreer absolutamente de todo; pero sólo a algunos se les concede andar solos hasta el final y encontrar sentido incluso al absurdo, incluso a la muerte. Incluso a la reiterada sensación de que ya se acabó la poesía y nos debemos resignar a lo políticamente correcto o al mercado. Este primer poemario de Quenaya actúa como un inesperado conjuro frente a todo aquello.

Hoy, a la salida de su segundo poemario: Los discutibles cuadernos (Lima: Praracaídas/ Tribal, 2012), nos reafirmamos en nuestras palabras de aliento al joven poeta y filósofo peruano; “Canción”, lleva por título uno de los textos del presente poemario:

 

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