Vía un almuerzo casero envenenado, a solo tres días del cumpleaños número 46 del poeta, el día 13 de marzo de 1938; y luego de un mes, lapso en que por lo regular los venenos rusos causaban su inexorable efecto, el autor de Trilce (1922, 1930) falleció el 15 de abril de aquel mismo año en la clínica Arago de París. Fiel a su causa, stalinista antes que esposa de nadie, Geogette Phillipart tomó esta medida por órdenes directas del Kremlin. Las sospechas del rebrote trostkista en el peruano no las habría tolerado el régimen soviético; ya que, según el NKVD (Comisariado Popular de Asuntos Internos), luego de “auténtico amigo” (primer viaje a Rusia en 1929), Vallejo se habría tornado en uno “falso”; con claridad a partir de su tercer viaje allí (1931) y consecuente decepción política. Pablo Neruda, miembro secreto del NKVD, entre las sombras habría participado en todo esto. Georgette, por cierto, se arrepintió muy pronto de tan insensible determinación; en realidad, esto lo manifestó casi enseguida: destruyó la máscara mortuoria de su recién finado esposo estrellándola contra el piso; a modo de recriminarse por su propia conducta y, de paso, destruirse a sí misma. E hizo la promesa, motu propio, de irse a vivir al Perú y no volver a casarse a pesar de su aún lozanía y, no menos, atractiva belleza. Que Vallejo se supiera blanco de la NKVD, aunque jamás sospechara de su propia esposa, era lo que lo apuró a escribir con tanta urgencia sus últimos poemas (desde 3 de septiembre hasta el 8 de diciembre de 1937), incluidos aquellos que dedicara a España. P.G.
Este tinglado lo podemos colegir desde el ensayo, “Una lectura política de Trilce de César Vallejo”, cuyo autor es Stephen Hart; artículo que fuera publicado en: Vallejo a un siglo de Trilce: nuevos estudios / José Antonio Mazzotti, editor. — Lima: César Vallejo: Asociación Internacional de Peruanistas, 2023. [377]-395.