El gusano saltarín y otros poemas, de Isaac Goldemberg

DESIERTO

Duna

que se abre

al semen

del sol.

Olas

de arena.

Lo guían

los espejismos.

Son expertos

en eso.

El caballo

sobre

el desierto

es su barco.

Su cabeza es

el mascarón.

Grupa

de popa,

pecho

de proa.

Quilla que

lo sostiene

en su curso,

relincho del

mascarón,

sacudón de

la popa,

jadeo de

la proa.

El desierto

sopla

como un fuelle

de forja,

la muerte

espera

en el espejismo.

Creemos que entre todos los textos de El gusano saltarín y otros poemas, la mayoría de ellos notables, nos quedamos con “Desierto”; ya que se reúnen aquí y conjuran juntos — mi alusión a Los conjurados, de Borges, no es peregrina– los principales temas y motivos del libro, junto con la sapiencia y sutileza retórica, fruto de una larga y fructífera labor, desplegadas en el mismo.  Temas, en “Desiertos”, sin el menor asomo de patetismo; riesgo que corre el autor al convocar aquí, sobre todo, el motivo de la ultratumba.  Retórica, cuya carpintería –lona y listones de madera– podría asomar también por allí justo porque el tema apunta a sólo un par binario; es decir, se trata de seducir al lector recreando –jugándoselas el autor por entero– entre los límites de un escueto, aunque de hecho sea  infinito,  formato: vida/ muerte. “Desierto” logra sortear cualquier escollo posible y va más allá todavía. Goldemberg nos hace participar y reconocernos en su ludismo primigenio, tan remoto como la de los primeros amerindios en la costa norte del Perú, pensamos en la playa de Chérrepe (Chepén), niños jugando entre la arena caliente y un mar siempre frío; o más remoto todavía, el espejismo efímero que pareciera ser la existencia.  Sobre aquello de un sol fertilizante y las olas que, al final, por poner un ejemplo, serían los muros mismos de la ciudad de Chan Chan, ciertamente habría mucho que ahondar; y, acaso por simple coincidencia, justo en esos andábamos y hemos sintetizado aquello en un post reciente de nuestro vallejiano blog, Vallejo sin Fronteras: “Y la península párase”: Contra André Coyné.  Vallejo y Goldemberg, entonces, y nosotros también y, asimismo, cada uno de ustedes. P.G.

CUATRO POEMAS DE ISAAC GOLDEMBERG

 

Puntuación: 5 / Votos: 3

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