Archivo por meses: agosto 2022

Israel Tolentino Cotrina

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“Nací en Tingo María (1975). Con Elita, hemos jurado ante Dios compartir nuestras vidas desde el 2013, tenemos a Fátima y Bernadette, nuestros motorcitos, A los catorce aprendí a caminar. Fui feliz en mi escuelita parroquial, donde muchas veces me quedé a dormir para ir tempranito a comprar el pan. Me duele la poesía. El 2005 conocí al P. Ugo de Censi. Descubrí la esperanza. Amo los andes y su fatiga. La vida tiene sentido si se ama. Me gusta la comida sencilla y los dulces y el café y el licor de 45%. La familia y los amigos son importantes. Admiro a los que viven sobre los 3500, a los buzos a pulmón, los sabios de los pueblitos, a Pablo Macera, J.E. Eielson, Juan.Javier, Jota Castro, a Pedro Granados.  He descubierto que soy peruano del Perú”

Así reza su perfil en su blog; así como de allí hemos tomado la fotografía, de por sí absolutamente poética.

Tuve el privilegio de que Israel ilustrara una antología publicada el 2006,  Al filo del reglamento.  Nos conocimos a través de Manuel Munive, amigo y curador peruano, también por aquella misma época.  Extraordinario grabador:

“Genealogía interrumpida”

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“Hay un árbol de piedra en mi memoria”/ Viviana Gonzales Taborga

Lo más parecido, en el Perú, a la voz aguardentosa de la poesía de Gloria Mendoza Borda.  Mito de Inkarrí anclado y vociferante, y no por esto menos reflexivo o inteligente.  Pero la ingesta debe continuar hasta estar todos, y en primer lugar la poeta, “bien borrachos”.  No otro es el reto ¿y el límite?  Merecer estar absolutamente ebrios por encargo y a favor, precisamente, de nuestra comunidad.  De lo contrario, si uno lo está sólo a medias, se corre el riesgo, siempre a escasísimos milímetros, de caer en el proselitismo, el folklore o la literatura de auto-ayuda. Tornarnos en el Inkarrí profesional o de utilería que fácil se consume y olvida.  P.G.

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Poesía peruana y mediación conceptual

“Si alzando las manos,

formando una garra,

pudiera desgarrar

mi cielo más próximo…

Quizá esa sea la destreza

del hombre del futuro.

Comerse su propio cielo”       (Granados 1986)

La capacidad mediadora de la poesía peruana –en perspectiva conceptual o multinaturalista[1]— alcanza su plenitud con Trilce.  Logro que tiene sus antecedentes en el mito de Inkarrí, Dioses y hombres de Huarochiri  y la Nueva corónica y buen gobierno de Huamán Poma de Ayala.  Además, en su reacción a la poesía “mundonovista” del Modernismo (José Santos Chocano).  Así como, por otro lado, en cuanto aquel poemario de 1922 constituye una elaboración propia del costumbrismo limeño (Granados 2007) –tipo Ricardo Palma, Clemente Palma o José Diez Canseco–; lo mismo que del criollismo o ruralismo del grupo Colónida y Abraham Valdelomar (Granados 2017a).

Trilce que tiene en los 30′, a través de la poesía de Martín Adán, a su mejor glosador multinaturalista en clave barroco-coloquial.  Y ya en la generación del 50, dado el interés por la cultura precolombina entre la mayoría de sus miembros –sobre todo entre los motejados “puros” (Javier Sologuren, Jorge Eduardo Eielson, Blanca Varela, etc.) y no tanto así entre los “sociales” (Alejandro Romualdo, Washington Delgado, Pablo Guevara, etc.)– al poemario Estancias (1960) de Sologuren como un auténtico heredero de su poderosa mediación conceptual.  Obviamente, una vez catalizada la lectura de este último poemario con la antropología de Claude Lévi-Strauss, el budismo Zen (Daisetsu Teitaro Susuki) y, no menos, con lo que ha elaborado Eduardo Viveiros de Castro sobre el pensamiento amerindio.  Estancias, entonces, cual un concatenado repertorio de ideogramas o discretos diseños con los cuales entablar, desde el Perú, un diálogo intergaláctico.

Seleccionamos a Javier Sologuren, a quien dedicamos nuestra tesis de Bachiller en Humanidades por la PUCP (Granados 1987) y no, por el contrario, a Jorge Eduardo Eielson o a Blanca Varela –habiendo estos últimos incluso rescatado de modo explícito la herencia precolombina en sus poemas– porque en el primero de ellos prima el existencialismo tanto como, en la poesía de Varela, predomina el expresionismo. Ahora, no es que no sea posible, implicando a Lévi-Strauss o a Viveiros de Castro en nuestra tarea, levantar una topografía multinaturalista a partir de la lectura de aquellos poetas peruanos; sino que la fanopea de Javier Sologuren –acaso de modo paradójico en tanto poeta “puro” o en menor grado “ideologizado”–  mapea y sintetiza aquella mediación de manera simple y sorprendentemente elocuente (Rebaza 2000).

Por otro lado, y de manera secuencial, generación poética peruana de los años 60-70 que, a semejanza del subgrupo de los poetas “sociales” del 50′, estuvo intensamente interesada, acaso con la solitaria excepción de Luis Hernández Camarero, en la real politik y no en lo post-humano (otra manera de aludir al multinaturalismo).  Así como los poetas peruanos –del 90 y del 2000– escasamente se concibieron amerindios.  Y, más bien, estos últimos asumieron y ventilaron en sus obras diversos tipos de problemáticas globalizadas y urbanas como la de la identidad (género, etnicidad), ecología e incluso una construcción cultural filantrópica como la del multiculturalismo; además de ensayar un desmontaje semiótico generalizado: “giro lingüístico”, “giro visual”, etc.  Ante este panorama, es recién hasta la poesía de la denominada generación de los años 80 (ejemplos, Magdalena Chocano o este autor) y, también, la de dos poetas contemporáneos y al mismo tiempo marginales  de Hora Zero (años70) como José Watanabe y Vladimir Herrera, cuando la mediación conceptual vía el “giro ontológico”[2] o el multinaturalismo –y, no menos, la extraordinaria irradiación de Trilce— se ha tornado tan marcadamente relevante e influyente en toda nuestra región: “Vallejo en español selvagem y portunhol trasatlántico” (Granados 2017b). (P.G.)

[1] Según la cual: “se afirma la unidad (‘universalidad’) de un espíritu cósmico versus la diversidad (o ‘particularidad’) de los cuerpos naturales (Rizo-Patrón).

[2] “Las aproximaciones ontológicas críticas [ni “naturalismo” ni “constructivismo”] están unidas en su cuestionamiento de la capacidad de la ontología moderna de la sustancia cartesiana—la visión de que el mundo está dividido en dos tipos de sustancias, materia extendida y pensamiento—para explicar plenamente el mundo material.  Fundamentalmente, la metafísica alternativa consiste en ontologías relacionales.  Más que hechas de objetos discretos o piezas de materia, todas las cosas están constituidas por sus relaciones. […] Un nuevo lenguaje intenta imaginar la compleja topología de estas realidades relacionales, incluyendo la “red” de Latour (2005), la “malla” de Ingold (2007, 2012) y la “mezcla” o “enredo” de Barad” (Alberti 2017).  Y, no menos, el “multinaturalismo” (1996); aunque: “Es revelador que el objetivo de Viveiros de Castro –sistematizar el pensamiento amerindio en una metafísica tal que pueda tener un efecto recíproco sobre el pensamiento antropológico y la metafísica “naturalista” u occidental—rara vez es citado.  Como tal, mucha de la ontología social y la nueva arqueología animista omiten la postura crítica de la obra de Viveiros de Castro” [Aunque esto ya lo curé desde la obra de un poeta “amerindio” como Javier Sologuren, y sustenté en la PUCP ya en 1987]. (Alberti 2017)

Referencias

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Convalecencia/ Paranaländer*

No es tan fácil, mi querido rumano, dejar de pensar, me quedan muchos vicios, restos de aporías frívolas, largas sombras de dudas intrascendentes proyectadas sobre los muros del día: ¿Tupa miri debe ser traducido como pequeño dios, diosito o semi-dios? ¿Mobutu, privilegiando el lingala antes que el francés, influyó que llegará a la composición de mil canciones el Hechicero de la guitarra: Franco? ¿Terminó el autentical indie rock (“Fuck and run”) con el embarazo de Liz Phair? Los haikus de Sologuren -como ese que graba mi memoria destruida por la plaga “Nada me apura/la página en blanco/ rezas sus soles de muchacha”- son mejores que los de Silva Santisteban: “Corre el río en el sueño/eres mi pensamiento/ señora magnolia”? ¿Es el ser del signore Vattimo -ese filósofo hoy olvidado con merecimientos- más una boleta de ANDE que hay que pagar en tiempo antes que el vacío delirante de los espacios estrellados sobre mi cabeza inmoral?

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Trilceanas ciudadanías: Taller

Resumen

“Trilceanas ciudadanías: Taller”, en evidente tributo a Trilce (1922) de César Vallejo, habría que describirlo desde varios círculos concéntricos tal cual el impacto de una piedra sobre un agua tranquila. La circunferencia más cercana al impacto consistiría en implementar, una vez más, aunque cada una haya tenido sus particularidades, algunas reales y concretas experiencias pedagógicas anteriores; en tanto dinámica, evaluación y publicación de las mismas.  Es decir, referirnos a algo específico y verídico que, en múltiples oportunidades, ya ha sido ensayado y cuyos resultados, socializados en papel o en línea, incluso ya han sido recepcionados con éxito.  Un segundo círculo, conectado y sucesivo del anterior, tiene que ver con el efecto del Taller en el contexto de la comunidad donde éste se implemente; es decir, con el desmontaje y crítica de los supuestos teóricos implícitos en nuestra idea misma de la literatura.  Mejor dicho, más bien con los prejuicios que sobre la literatura nos hemos formado y traemos al Taller; los cuales, por lo general, nos restan autonomía y creatividad cuando debemos expresamos a través de la escritura.  En pocas palabras, prejuicios que sobre todo nos restan ciudadanía.  El tercer y cuarto círculo, aunque en estricto desbordan el marco temporal del Taller, consistirían en la intervención social consciente, de parte de los talleristas o ex-talleristas, sobre las instituciones literarias vigentes para intentar volverlas más democráticas y creativas.

Palabras clave: Talleres de creación literaria; talleres de ciudadanía; escritura y ciudadanía.

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Posthuman Street

Photo by María C. Piazza (1956 – 2021)

A street (scenography in  package, not just painted).

(Darkness) A beam of light settles in the center of the stage, waits a moment, becomes restless, moves slowly towards one end, stops, zigzags back searching, goes crazy, walks the entire street at will, rests at one end, she tries to return to the center, but stopping again resignedly vanishes from the stage.

(Daylight) The entire set advances towards the stalls and stops almost at its threshold. These voices are heard muffled:

Pink Wall: That light

Gray Wall: Your wishes are imposed on memory

Blue Wall: Those who inhabited us searched for it until the last moment

Pink Wall: Especially the teenagers in their weeping

Gray Wall: And we powerless, always so powerless

Blue Wall: Yes, each one was left alone, very alone

Pink Wall: Children masturbated to scare off the terror

Blue Wall: They were blind to our affection, to our gratitude

Gray Wall: Some adults waited at the edge of the sea

Pink Wall: Others waited in the mountains

Blue Wall: At least they had that privilege

Gray Wall: The others were simply consumed by their own death

Blue Wall: At the expense of our lives

Pink Wall: Which we always wanted to share with them

Gray Wall: And they didn’t listen to us

Blue Wall: They spoke to each other in very loud voices

Pink Wall: Or did not speak

Gray Wall: They stepped on each other, and loudly

Blue Wall: We have their virtues!

Gray Wall: And our own nature

All: We hope the wind never blows too hard and often

Pink Wall: Just enough

Blue Wall: So that it’ll carry our voices to the other cities

CURTAIN

 

Exercise written, approximately, around 1980; and preserved unpublished to this day.

©Pedro Granados, 2022.

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Eielson y Sologuren

http://repositorio.pucp.edu.pe/index/handle/123456789/4780

Es sabido que la poesía del polifacético artista peruano pareciera atravesar varias etapas que irían, grosso modo, desde la conciencia de la escisión o fragmentación de la experiencia personal.  Por ejemplo, en Noche oscura del cuerpo: “Cuento los dedos de mis manos y mis pies/ Como si fueran uvas o cerezas y los sumo/ A mis pesares” (“Cuerpo mutilado”) o “Siempre rodeado de espuma/ Siempre luchando/ con mis intestinos mi tristeza. Mi pantalón y mi camisa” (“Cuerpo en exilio”); y, sobre todo, en Habitación en Roma.  Hasta una paulatina reconciliación individual, comunitaria y sideral con el presente y con el pasado. Sin embargo, no podríamos corroborar que en Sin título (2000) u otros poemas no publicados en libro, tal como señala Susana Reisz en “Eielson visionario”: “el amor es una auténtica relación: dual y cósmica al mismo tiempo. El cuerpo es el de la persona amada y también el del universo” (Nu/ do. Homenaje a j.e. eielson. José Ignacio Padilla (ed.) (Lima: PUCP, 2002), de ninguna manera. Más bien, su opción por lo continuo o indiferenciado o abstracto, una vez superados los “nudos”, no deja de traslucir crisis de compañía, cierto énfasis sutil en la soledad voraz.

Esta impronta de su último arte vallejiano, para bien suyo -y en desmedro de la crítica tendenciosamente uniforme que encontramos, por ejemplo, en el libro de Padilla–, no hace sino confirmarnos, a pesar de que aquella crítica en general lo soslaya, que lo mejor de la producción del gran poeta peruano sigue siendo Noche oscura del cuerpo (1955). Lugar de llegada prosódica, sintáctica y temática que en la obra posterior -con muy pocas novedades- se calca estilísticamente y, en los motivos, sobre todo si seguimos a aquella crítica homogénea, fatalmente se dulcifica. La poesía de Jorge Eduardo Eielson sigue encontrando su fuerza, aunque expresada quizá a costa del propio autor o ahora con aún mayor pasmosa inteligencia, en el “escarnio y deshora”. Si no fuera así, la poesía de Jorge Eduardo Eielson se parecería cada vez más a la de su amigo, compatriota y contemporáneo, Javier Sologuren. Mas, dado el caso, y en el precio de estas equivalencias, pesarían el orden y el concierto, lo eximiamente destilado y, claro, en la comparación saldrían mucho mejor librados los beatos versos del desaparecido autor de Vida continua. P.G. »Leer más