Archivo por meses: mayo 2018

Aníbal Quijano y César Vallejo

Con el término «poéticas» aludimos a las propuestas metatextuales contenidas en cada uno de los libros o etapas de la poesía de César Vallejo. De esta manera, distinguimos cronológicamente cuatro períodos: Los heraldos negros (1918), Trilce (1922) y los poemas de París[1] (desde 1923 hasta la muerte del poeta en 1938) donde, asimismo, cabría distinguir la autonomía del corpus constituido por los poemas de España, aparta de mí este cáliz.

Con el término «utopías» denominamos las proyecciones del deseo, coherentes y sistemáticas, en cada uno de los períodos arriba considerados. Deseos o proyecciones que no tienen que ser necesariamente explícitas. En todo caso, tal como lo observa Aníbal Quijano [1928-2018], entendemos que «la utopía debiera ser admitida como un fenómeno de naturaleza estética. Lo que no es, sin embargo, lo mismo que decir que la utopía es, tout court, un fenómeno estético […]. Se parte a la búsqueda de otra sociedad, de otra historia, de otro sentido (esto es, de otra racionalidad), no únicamente porque se sufre materialmente el orden vigente, sino ante todo porque disgusta» (“Estética de la utopía”, Hueso húmero, n.º 27, 1994: 33).

[1] No podemos denominar libro a esta colección por los serios problemas textuales que entran en juego cuando queremos estudiar los poemas póstumos de César Vallejo: ¿«Poemas humanos», «Poemas en prosa», «Nómina de huesos», «Sermón de la barbarie», «poemas de París»? Lo cierto es que estos textos, aun cuando guardan una evidente afinidad, también son como varios libros en ciernes; unos más ligados en el lenguaje y la composición todavía a Trilce; otros más vinculados, curiosamente, con algunos poemas de Los heraldos negros; y, finalmente, otros que anuncian o anticipan el élan profético y la épica escrituraria de España, aparta de mí este cáliz.

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Eduardo Viveiros de Castro en fichas

Viveiros de Castro, Eduardo

2010    Metafísicas caníbales.  Líneas de antropologia postestructural.  Stella Mastrangelo (ed.).  Madrid: Katk Editores.

“los estilos de pensamiento propios de los colectivos que estudiamos son la fuerza motriz de la disciplina […] Aceptar la oportunidad y la importancia de esta tarea de pensar el pensamiento de otro modo es comprometerse con el proyecto de elaboración de una teoría antropológica de la imaginación conceptual, sensible a la creatividad y a la reflexividad inherentes a la vida de todo colectivo, humano y no humano” (17-18).

“La metafísica occidental es verdaderamente la fons et origo de todos los colonialismos” (20).

“es con el lenguaje del estructuralismo que se escribe el programa de su posteridad” (21)

“Es digno de notar que a partir de un análisis crítico de la noción de afinidad, concebida por los indios sudamericanos como una bisagra entre dos opuestos: humano y divino, amigo y enemigo, pariente y extraño, nuestros colegas brasileños hayan llegado a aislar lo que podría llamarse una metafísica de la predación. […] De esa corriente de ideas se desprende una impresión de conjunto: nos agrade o nos inquiete, la filosofía ocupa de nuevo el centro del escenario.  Ya no nuestra filosofía, de la que mi generación pidió a los pueblos exóticos ayuda para deshacerse; sino, por un asombroso retorno de las cosas, la de ellos [Claude Lévi-Strauss, “Postface”, L’Homme, 154-155, pp. 713-720] (23)”

“Perspectivismo interespecífico, multinaturalismo ontológico y alteridad caníbal forman entonces las tres vertientes de una alter-antropología indígena que es una transformación simétrica e inversa de la antropología occidental” (26)

“la praxis europea consiste en ‘hacer almas’ (y en diferenciar culturas) a partir de un fondo corporal-material dado (la naturaleza); la praxis indígena consiste en ‘hacer cuerpos’ (y en diferenciar las especies) a partir de un continuo socioespiritual dado: dado precisamente en el mito” (30)

“esa crítica imponía la redistribución de los predicados ordenados en las dos series paradigmáticas de la ‘Naturaleza’ y la ‘Cultura’: universal y particular, objetico y subjetivo, físico y moral, hecho y valor, dado e instituido, necesidad y espontaneidad, inmanencia y trascendencia, cuerpo y espíritu, animalidad y humanidad, etc.  Este nuevo reparto de las cartas conceptuales nos condujo a sugerir la utilización de la expresión ‘multinaturalismo’ para designar uno de los rasgos distintivos del pensamiento amerindio en relación con las cosmologías ‘multiculturalistas’ modernas; en tanto estas últimas se apoyan en la implicación mutua entre la unicidad de la naturaleza y la multiplicidad de las culturas […] la concepción amerindia supondría, por el contrario, una unidad del espíritu y una diversidad de los cuerpos.  La ‘cultura’ o el sujeto representaría la forma de lo universal, y la ‘naturaleza’ o el objeto la forma de lo particular” (34)

“La similitud de las almas no implica que se comparta lo que las almas expresan o perciben.  La forma como los animales ven a los animales, a los espíritus y a otros actuantes cósmicos es profundamente diferente de la forma como esos seres los ven y se ven (35).

“El encuentro o el intercambio de perspectivas es un proceso peligroso, y un arte político, una diplomacia.  Si el relativismo occidental tiene el multicularismo como política pública, el chamanismo amerindio tiene el multinaturalismo como política cósmica” (40)

“por lo tanto, si en el mundo naturalista de la modernidad un sujeto es un objeto insuficientemente analizado, la convención epistemológica amerindia sigue el principio inverso: el objeto es un sujeto insuficientemente interpretado.  Aquí, es necesario saber personificar, porque es necesario personificar para saber.  El objeto de la interpretación es la contrainterpretación del objeto” (42)

“Los artefactos poseen esa ontología ambigua; son objetos, pero necesariamente indican un sujeto, porque son como acciones congeladas, encarnaciones materiales de una intencionalidad no material.  Y así, lo que unos llaman ‘naturaleza’ bien puede resultar la ‘cultura’ de los otros” (43)

“el mito propone un régimen ontológico comandado por una diferencia intensiva fluyente que incide sobre cada uno de los puntos de un continuo heterogéneo, en que la transformación es anterior a la forma, la relación es superior a los términos y el intervalo es interior al ser.  Cada sujeto mítico, al ser pura virtualidad, ‘ya era antes’ lo que ‘será a continuación’, y es por eso que no hay nada actualmente determinado” (48)

“El relativismo cultural, o multiculturalismo, supone una diversidad de representaciones subjetivas y parciales, incidentes sobre una naturaleza externa, una y total, indiferente a la representación.  Los amerindios proponen lo contrario: por un lado, una unidad representativa puramente pronominal: es humano todo ser que ocupe la posición de sujeto cosmológico; todo existente puede ser pensado como pensante (existe, luego piensa), es decir como ‘activado’ o ‘agendado’ por un punto de vista [El punto de vista crea, no el objeto, como diría Saussure, sino el propio sujeto]; por otro lado, una diversidad radical real u objetiva” (54)

“la noción de multinaturalismo no es la simple repetición del multiculturalismo antropológico.  Se trata de dos modos muy distintos de conjugación de lo múltiple.  De ese modo, podemos tomar la multiplicidad como un tipo de pluralidad; la multiplicidad de las culturas, por ejemplo; la bella multiplicidad cultural.  O, por el contrario, tomar la multiplicidad en la cultura, la cultura en cuanto multiplicidad.  Este segundo sentido es el que nos interesa […]  Parafraseando la fórmula de Deleuze sobre el relativismo [El pliegue, Barcelona, Paidós, 1989], diríamos entonces que el multinaturalismo amazónico no afirma tanto una variedad de naturalezas como la naturalidad de la variación, la variación como naturaleza.  La inversión de la fórmula occidental del multiculturalismo no se aplica únicamente a los términos (naturaleza y cultura) en su determinación respectiva por las funciones (unidad y diversidad) sino también a los valores mismos de ‘término’ y ‘función’ […] el multinaturalismo perspectivista es una transformación en doble torción del multiculturalismo occidental.  Marca el pasaje de un umbral semiótico-histórico que es un umbral de traductibilidad y de equivocidad; un umbral, justamente, de transformación perspectiva” (58).

“el problema que se plantea para mí no es de ampliar el estructuralismo en extensión, sino el de interpretarlo en intensidad, es decir, en una dirección postestructural […] cómo releer las Mitológicas a partir de todo lo que Mil mesetas me ha ‘desenseñado’ sobre la antropología” (68-69)

“desde hace algún tiempo se observa un desplazamiento del centro de interés en las ciencias humanas hacia los procesos semióticos como la metonimia, la indexicalidad y la literalidad: tres maneras de rechazar la metáfora y la representación (la metáfora como esencia de la representación), de privilegiar la pragmática por encima de la semántica y de dar preferencia a la coordinación sobre la subordinación” (95)

“El perspectivismo –la dualidad como multiplicidad– es lo que la dialéctica –la dualidad como unidad—debe negar para imponerse como ley universal” (113-114)

Se trata de imaginar los contornos posibles de una concepción rizomática del parentesco capaz de extraer todas las consecuencias de la premisa según la cual ‘las relaciones son parte integrante de las personas’ [Marilyn Strathern, ‘Parts and wholes: Refiguring relationships in a postplural world’, en Reproducing the future: Antropology, kinship, and the new reproductive technologies, NY, Routledge, 1992, 90-116, 101]

“en el mito [en clave de discurso estructuralista de parentesco antiedípico], todos los actuantes ocupan un campo interaccional único, a la vez ontológicamente heterogéneo y sociológicamente continuo (donde toda cosa es humana, lo humano es otra cosa)” (130)

“Una característica distintiva del chamanismo amazónico es que el chamán es a la vez el oficiante y el vehículo del sacrificio” (155)

“no es nada sorprendente que, en cuanto imágenes definidas por su disyunción en relación con un cuerpo humano, los muertos sean atraídos por cuerpos animales; es por eso que en la Amazonía, morir es transformarse en animal… o como entrando en un cuerpo animal que eventualmente será muerto y comido por los vivos” (159)

“Las diferencias de potencial transformativo entre los existentes son la razón de ser del chamanismo” (162)

“el futuro de la noción maestra de la antropología, la noción de relación, depende de la atención que la disciplina sepa prestar a los conceptos de diferencia y de multiplicidad, de devenir y de síntesis disyuntiva.  Una teoría postestructuralista de la relacionalidad, es decir, una teoría que respete el compromiso ‘fundamental’ del estructuralismo como una ontología relacional, no puede ignorar la serie construida por la filosofía de Gilles Deleuze, el paisaje poblado por la figuras de Leibniz, Spinoza, Hume, Nietzsche, Butler, Whitehead, Bergson y Tarde, así como las ideas de perspectiva, fuerza, afecto, hábito, acontecimiento, proceso, prensión, transversalidad, devenir y diferencia” (180-1)

“El parentesco no es esencialmente un fenómeno social; por medio de él no se trata exclusivamente, o siquiera primordialmente, de regular y determinar las relaciones de los seres humanos unos con otros, sino de velar por lo que podría llamarse la economía política del universo, la circulación de las cosas de este mundo del que formamos parte” (195)

“Ni una forma de doxa, ni una figura de la lógica (ni opinión ni proposición), el pensamiento indígena debe ser tomado –si se quiere tomarlo seriamente—como una práctica del sentido: como un dispositivo autorreferencial de producción de conceptos, de ‘símbolos’ que se representan a sí mismos” (210)

nosotros no podemos pensar como los indios; como máximo, podemos pensar con ellos” (211)

“La obra de Lévi-Staruss es el momento en que el pensamiento amerindio arroja su golpe de dados: por los buenos oficios de su gran mediador conceptual, supera definitivamente su propio contexto y se muestra capaz de dar qué pensar a otro, a cualquier otro, persa o francés, que se disponga a pensar; sin más, y sin más allá” (214)

“Todo mito es por naturaleza una traducción […] se sitúa, no en una lengua y en una cultura o subcultura, sino en el punto de articulación de éstas con otras lenguas y otras culturas.  El mito no es nunca de su lengua, es una perspectiva sobre otra lengua [Mitologías]” (223)

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Objetos de distracción & laberinto

Objetos de distracción  & laberinto (Lima: ediciones imaginarias, 2017), es el más reciente libro de poemas de Magdalena Chocano.  Los textos incluidos aquí tienen data; es decir, acaso resulta mejor  hablar, más bien, de una colección de poemas donde algunos de estos  se remontan a 2016, 2015, 2006 e, incluso, algunas de sus versiones van hasta el año 1995.   Muestra de casi un cuarto de siglo, entonces,  la de Magdalena Chocano en tanto poeta.  Bumerang.  Castillo en la arena cuyas manos pueriles interrumpieron –por pura curiosidad, para adentrarse más allá de la playa– y luego recomenzaron.  Una infancia sabia es a lo que se ha dedicado y dilatado en sus propios círculos concéntricos esta poesía.  Y a mover el pez caído en la red y observarlo en sus varios y distintos ángulos posibles (falocentrismo, logo-falocentrismo, unidad del sujeto, linealidad de la historia, secuestro del mito, etcétera), con ojos abiertos e imperturbables.

Magdalena Chocano, en tanto in illo tempore, se asemeja finalmente  tanto a Eielson como a Martín Adán.  Su alcoba, su cohabitación con el nombre, pertenece a un paisaje muy abierto .  Contra la cháchara de las palabras; contra la potencia del verbo, en cualquiera de sus formatos: “entender lo colateral: lo más urgente”.  Y lo colateral, a los versos de Chocano, no son únicamente los elocuentes vacíos en el espacio de la página; sino nuestros propios vacíos en una u otra de las persuasivas narrativas que –de modo ininterrumpido– intentan moldearnos.  El carpe diem no habita aquí.  Tampoco la prosopopeya.  Magdalena es una Alicia, aunque cuyo páis de las maravillas constituye ahora las vastas escaleras de los Andes. La que antaño desposó a Inkarrí.  Y que por este motivo –y de manera equivalente al Inca-Rey– no se brinda en fragmentos ni en llantos ni en monovalentes dolores.  Sino en redes que son fractales que son reemsamblajes que son glosolalias… poemas que suceden.

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SIN ENCHUFE (Nueva novela breve)

“[Puntualiza Don Emir, amigo fortuito de Ludwing] -¡Záfese de este ambiente!- susurró con dramatismo-. Ahora quien importa es usted. ¡Záfese! -exclamó de pie-. ¡No permita que esta se convierta en la ciudad de sus ruinas!”
Nan Chevalier, El Viaje sin retorno desde un puerto fantasma.

Al Santo Domingo que viene.

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Las memorias apócrifas de Juvenal Agüero

Sin embargo, poco a poco, llegó a dominar lo esencial del fulbito que es el ritmo y la confianza propia, y la alegría. Es más, hacia sus dieciocho años jugaba literalmente a voluntad; arrancaba desde su propio arco si quería, y después de sembrar sobre el asfalto a todos sus adversarios –incluido al siempre improvisado arquero-, hundía la pelota en la red rival. Amasada la bola, cimbreante sus muslos, el esférico pendulaba a gusto entre sus pies ligeros; conoció algunos instantes de éxtasis y de gloria, pero nunca entendió lo que era un juego de competencia. Se concentraba en los amistosos, pero en los partidos serios se cagaba de risa. Era una risa incontenible; algunas veces, flojas las piernas, chuecas de tanto reírse, tenía que abandonar allí mismo el campo de juego.

http://blog.pucp.edu.pe/blog/wp-content/uploads/sites/97/2012/08/presentacion_prepucio_carmesi.pdf

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Simbología prehispánica del paisaje/ Carlos Brignardello

“En general, puede decirse que el culto a las huacas, a expensas de un Dios único, incide en la importancia de la naturaleza.  En ello podemos estar todos de acuerdo.

Esta explicación lleva camino a mostrar que para el entendimiento profundo de los sitios sagrados prehispánicos es imprescindible conocer el paisaje donde están situados.  También es útil para comprender que el arte de una cultura puede referirse a él, no sólo en cuanto a la iconografía, sino de manera más esencial, a través de una incorporación que convierte el objeto estético en parte del entorno.  A nuestro juicio, ello ocurrió en Paracas y en Chancay: dos culturas privilegiadas por la peculiar coloración de su yermo” (308)

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Juvenal Agüero y el fútbol peruano

“El poeta de la zurda”

Entre los jugadores peruanos, admiraba la guapeza de Roberto Challe y la inteligencia de César Cueto, el “Poeta de la zurda”; atesoraba dos escenas que, tal como el juego de este último, emergían de pronto de su memoria del modo más inesperado, eran dos auténticas epifanías: un pase de casi setenta metros, perfectamente elíptico, para que el “Ciego” Oblitas pegara la corrida y metiera el gol con el que el Perú ganó a Francia en el Parque de los Príncipes en la antesala del Mundial de Italia en 1986; la otra, el “Poeta de la zurda” pasando con pelota dominada a través de un túnel de argentinos manolargas para servir en el vacío, frente al área chica del arco contrario, una pelota que recogió como una luz “Patrulla” Barbadillo, descolocó al arquero, infló la red y dejó completamente muda a la hinchada celeste que abarrotaba –en un partido trascendental para ambos equipos, y que empató Maradona en el último minuto– el monumental estadio de River Plate.

Pero, eso sí, a pesar de sus muchos goles y hartísimas fotos en la prensa local e internacional, nunca lo terminó de convencer el “Nene” Teófilo Cubillas. Como algunos escritores que ya son profesionales desde chiquititos y van acaparando todos los premios, así le pareció siempre el juego del moreno del Alianza Lima (¡Alianza corazón!); disciplinado y prudente, fácilmente se hizo al gusto de los que alaban la profesionalidad –que al final es sólo purita prudencia– y hoy por hoy, por supuesto, aquel zambito del equipo afincado en el barrio de La Victoria es lo que es en los Estados Unidos de Norteamérica. A Juvenal mucho más le gustó el juego del “Cholo” Hugo Sotil, que siempre enfiló hacia el arco contrario como si llamaran para comer. Serrano de origen, de modo análogo a lo que sucedió en Chimbote durante el boom de la pesca con los que –desde diversos puntos de los andes– bajaban hasta este puerto buscando alguna colocación, se hizo patrón de lancha al día siguiente de haber aprendido, sujeto a un cable por la cintura, a nadar por lo menos sus tres brazadas. Es decir, a costa de punche y de sentimiento, aparte de su enorme talento para hacer lo que quería con la pelota, Sotil se metió en el bolsillo a todos los públicos. Los entendidos, al principio, no le aceptaban tantísimo chiche; acostumbrados a la marinera o, máximo, a la zandunga, no entendían para nada aquel endiablado baile que más tenía de fuga de huaylas o de embestida de borracho; mas, el “Cholo” Hugo Sotil fue también observando a los otros jugadores, refinándose, y sin perder para nada la esencia de su estilo –de por sí, pícaro y valiente — fue gloria en el Barsa y, ahorita mismo, lo único que al grueso de los catalanes anima para hablar alguna vez bien sobre el Perú.

De Prepucio carmesí (New Jersey: ENE, 2000)

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