André Coyné (1927-2015), es un estudioso fundamental en cuanto a la biografía y poesía de César Vallejo se refiere; en general, en cuanto a través de su trabajo, hemos heredado una imagen sintética del poeta nacido en Santiago de Chuco. Íconos –que acaso ya no cabe se explicite la fuente– cuyos perfiles asoman en cualquier estudio contemporáneo que se emprenda del autor de Trilce; a manera del que han construido unos otros pocos estudiosos: Juan Espejo Aturrizaga, Antenor Orrego, Juan Larrea, la misma Georgette de Vallejo, etc.
Entre sus trabajos compilados en Medio Siglo con Vallejo (Lima: Fondo editorial PUCP, 1999), dos nos parecen en particular relevantes y radicalmente actuales; obvio, en cuanto a las preguntas que sobre la obra de César Vallejo nos hemos hecho hasta el presente. Uno es el titulado, “Una interpretación de Vallejo” (1952); el otro, “Trilce: proceso y sentido” (1988), cuyo último párrafo citamos íntegro:
“quisiera salvar una lectura de Trilce, cuyos lineamientos sólo bosquejé, pero que […] debería permitir a la nueva generación de los lectores defenderse del terrorismo [negritas nuestras] de quienes hasta ahora siguen leyendo el poemario vallejiano de 1922, primero que todo en función de los poemas últimos de diez y quince años posteriores- de su autor” (Coyné 621)
Denuncia de un “terrorismo”, llamémosle parisino [marxista, cristiano o, en términos generales, más o menos ético u holista], que no impide soslayemos el hecho que de Coyné haya, acaso sin querer, instalado otro; no referimos a leer Trilce fundamentalmente en tanto comunicación de orfandad o desamparo: “el presente no se enriquece con el pasado; a cada instante el yo experimenta la destrucción temporal en la soledad irremediable del ahora” (Coyné 130); amén de la lectura canónica del estudioso francés respecto a Trilce I, en tanto y en cuanto “poema de la defecación” [y corolarios poscoloniales: importancia del guano de islas para la economía del Perú, migración, violencia, etc.].
Sobre el otro artículo, “Una interpretación de Vallejo”, casi cuarenta años anterior al dedicado a Trilce, y que constituye en realidad una amplia reseña del libro del profesor español Luis Monguió (César Vallejo. Vida y obra. Lima: Editora Perú Nuevo, 1952), cabe resaltar la –a final de cuentas– incertidumbre de ambos autores europeos ante el tema “nativista” de Los heraldos negros. Con acierto metodológico, Monguió distingue dos formas de “nativismo”:
“una externa que usa y detalla léxico, nombres, personas, objetos y geografía locales como materia poética; y otra, interna, espiritual, anímica, que puede hasta prescindir de aquellos accesorios para expresarse” (Monguió 104)
Y Vallejo echaría mano a estas dos formas en su primer poemario. Coyné, por su parte, y una vez tomado distancia frente a cualquier “nativismo” (sea “externo” o “interno”); se anima a ser incluso más radical: “si en “Huaco” [perteneciente al apartado “Nostalgias imperiales” de Los heraldos negros] encontramos exclusivamente reivindicado un pasado prehispánico, dicha reivindicación es meramente episódica” (Coyné 126-127). Raciocinio, este último, con el que no estamos en absoluto de acuerdo; aunque sí con aquello de que Vallejo: “terminará con las formas tradicionales de la poesía en que encajan todavía los poemas nativistas” (Coyné 127). Verbigracia Trilce (1922) donde Monguió, según Coyné, destaca que esta obra: “coincide con los movimientos europeos de vanguardia en su voluntad de liberarse de la retórica y de las esclavitudes formales; conserva sin embargo un fondo humano particular que bastaría para asegurarle una inconfundible originalidad” (Coyné 129). Originalidad o complejidad, puntualizamos nosotros, fruto de mantener un “nativismo” no episódico, sino inclusivo y palpitante, el cual desarrollará a plenitud justo en aquel poemario.
Lecturas complementarias:
Vallejo sin Fronteras Instituto