Para empezar, Juvenal Agüero, me recuerda a una paloma que conocí casi por casualidad. Ella recogía -solamente haciendo uso de su pico- la comida escarchada de hierba que los alumnos dejábamos cerca de la cafetería del Campus de la Universidad Católica. Juvenal limeño, es un ave de libertad vasta a la cual se le han cortado las alas y él no lo sabe. Él sigue desplazándose de ciudad en ciudad sin lograr despegar. Avanza penetrando el mundo lentamente, sin embargo, la tierra lo espera calmada con una mujer entre los brazos. (1) mujer = (1) oportunidad. El peruano, ha recorrido -con sus patas de gaviota- el deseo pantanoso de Manaus y no ha conseguido alzar vuelo tampoco desde Madrid; tan sólo ha logrado estremecerse con la vorágine consumista estadounidense. Juvenal ha llegado lejos, pero a paso torpe debido a la invalidez de sus alas. Y es esta lentitud la que no lo convence. Agota su energía galopando de aquí para allá, deseando separarse de su yo terrenal y elevar su espíritu animal sobre el cielo, empero, el suelo -todos aquí lo sabemos- es solamente preciso para nadar. Todos los animales pueden volar, pero –simplemente- algunos no logran despegar – creo haber leído por ahí. (D. B.)