A mis inminentes 60 años
Ha pasado el tiempo
Irremediablemente
Como también de modo irremediable
Nosotros mismos
Los recuerdos de mi padre dicen
Que él leía pequeñas historias
Para sus hijos
Y hacia gallitos inimitables
Origamis salados cuyos pliegues
Como una danza
Hasta aquí llegan
Porque de sal es que hemos sobrevivido
Sal como gracia y buenaventura
Cómo no
Si la hemos besado con los besos
De nuestra boca
Y sal en tanto atropello, mezquindad
Cerrazón general
Buena poesía de mierda tenemos
Sustentada en el organillo de nuestras
Apetencias
Y nuestras omnipotentes penas
“No hay nada político en lo que dice, pero todo es político. Como los herméticos italianos se vale de la poesía para denunciar, pero se asienta más allá de lo panfletario, en la esencia de la poesía, en ese lugar que trasciende épocas como un río perpetuo, y que va recorriendo las diversas realidades históricas a través de un hilo conductor: custodiar la belleza-verdad, cuya peculiaridad es cambiar siempre de rostro: somos uno siempre, y esta es la razón por la que podemos realmente ser todos”
De la Fuente Umetsu acierta
Entre mis paisanos
Como también acertó Martín Adán:
“con viva gratitud/
por el envío de sus bellos poemas”
Preparándonos
Para llegar a viejos y escépticos de todo
Menos de ella
*Me provoca hacer un balance de la crítica de la poesía peruana, digamos, post-Mariátegui. Y también, en la medida de lo posible, de la crítica a nivel de la región. La poesía es su crítica. Labor por ahora complicada porque –como siempre– carezco de auspicios; aunque de algún modo mi manuscrito engavetado, “Autismo comprometido: sobre poesía latinoamericana reciente”, brinda ya algunas luces. Lo que sí podría anticipar es que en este periodo hemos tenido la suerte de tener pésimos lectores de poesía; gracias a los cuales hemos reaccionado e intentado trabajar nuestro propio huerto. Y también extraordinarios críticos: Julio Ortega o Amálio Pinheiro, a modo de ejemplo.