A través de la creación colectiva en la escritura de poesía (y también de novela corta) –esta práctica atravesó y complementó todas las disciplinas de Español o Literatura que formalmente dictamos allí desde 2011 al presente– nos fuimos percatando de las representaciones y de las identidades que los estudiantes construían de sí mismos en su proceso de interacción social. Estudiantes brasileños, la mayoría, pero también extranjeros (paraguayos, uruguayos, colombianos, argentinos, bolivianos, peruanos, entre otros). Es decir, desde la creación colectiva de la literatura, según Graciela Montaldo: “la única práctica cultural que sustenta los deseos” –a través de aquel flujo y reflujo de complejas mediaciones: personales, estéticas y culturales que con los estudiantes íbamos poniendo en común en aquellos talleres– notamos que se iba abriendo paso un prototipo de poeta “paranaense” entremezclado con uno regional o latinoamericano que, obvio, una vez identificado, intentamos acompañar, potenciar y promover. A estas alturas para nadie es un secreto que, por ejemplo, una obra como Mar paraguayo (1992) de Wilson Bueno: “es una especie de punto alto de la denominada nueva escritura conosureña [afiliada al “neobarroso” y neobarroco que surgió en Cuba], que integra, ya sin restricciones por lo menos autorales, a la escritura conocida en aquella zona de la lengua castellana en abierto diálogo con la literatura más radical del Brasil” (Eduardo Milán). Todo esto a buena hora. Sin embargo, la potencia de este prototipo híbrido (multicultural, polilingüístico y socialmente trashumante) de la triple frontera brasileña-argentina-paraguaya, se halla en plena expansión, y a nivel de todo el continente. Prueba de esto es, por ejemplo, la incorporación del inglés que ahora mismo ensaya –en sus poemas y en sus traducciones libres– un poeta tan identificado con el “portunhol selvagem” como Douglas Diegues (ej. “Open Eyes and otros poemas kaures, de Malcolm Lowry”). Puntualizando que dicho prototipo asimismo ha recibido –y ahora devuelve con creces– la herencia de otras comarcas sociales y culturales; en particular creemos la andina a través de la referencia y magisterio de una poeta peruana afincada en Asunción desde la década de los 90, Montserrat Álvarez; y, a través de ella, del trasvase de una estética Kloaka y –aunque un tanto antes en el tiempo– también de una Hora Zero (años 70); movimiento este último, debemos recordar, que en su momento se adelantó e influyó incluso a los infrarrealistas mexicanos.
En este contexto, acaso la primera cosecha o adelanto, más orgánico (2013), de nuestro trabajo en la UNILA ha sido la creación colectiva del poeta Alejandro Abdul, prototipo de autor híbrido, post-genérico y transfronterizo (brasiguayo que vive en Foz do Iguaçu, trabaja como agente turístico en la triple frontera argentino-brasileña-paraguaya, tiene ascendencia árabe y compone sus versos en portunhol). Cuya cristalización ha constituído, igualmente, un intento de no quedar constreñidos al performance, al graffiti o a recontar en voz alta los cuentos del canon; sino abiertos al reto de escribir poesía, crear literatura, de modo post-romántico (colectivo), crítico y a la vez “personal” o emotivo.
*Para los que no se ubican, la Universidade Federal da Integração Latino-Americana (UNILA) se creó el 2010 y se alza en Foz do Iguaçu (Paraná, Brasil); un lugar estratégico, geopolíticamente hablando, en la triple frontera que Brasil comparte con Argentina y Paraguay.