Raíces de una vida a plazos

Centro Cultural Peruano-Japonés, 05/02/2025

A la hora de partir de este mundo, un judío que se preste no solicita urgente confesión, sino puntual testamento.  A partir de esta inequívoca señal, César Vallejo es judío, Isaac Goldemberg es cristiano y nosotros acaso devotos de la poesía; hemos estado aquí para dar testimonio.  Es decir, y para bajar al llano, como atinadamente acomete siempre Goldemberg en su poesía y en su narrativa, todos al final reculamos ante el portento de los valses de Los embajadores criollos y, en particular, ante la voz de arena de Rómulo Varías, nuestro Roberto Goyeneche peruano.  Voz pura, como a capella, aunque carne que desde su origen ya venga como sazonada; marinada con su agilísima cebolla (en cuadrados muy pequeños), su urticante y destellante rocoto e inundada generosamente de limón.   Vallejo, entonces, se halla en la raíz del Libro de las Raíces: “Wayno zapateado de Chepén a Santiago de Chuco”; tanto como en la flamante edición “aumentada” de esta memorable novela, La vida a plazos de Don Jacobo Lerner (Lima: Revuelta Editores, 2025), percibimos un homenaje poliédrico (no podría ser de otra manera) a la poesía del “Cholo”, aunque el anzuelo  al lector parecería constituir aquí sólo una propia versión  de Trilce XXVIII (“He almorzado solo ahora, y no he tenido”).  Pero no es así,  en esta breve y postrera sección de La vida a plazos…,, asimismo hallamos otros poemas en diálogo entre el nacido en el frío Santiago de Chuco y aquel nativo del muy caluroso Chepén; se alude, entre otros textos, también a La araña (“Es una araña enorme que ya no anda”) o a Trilce III (“Las personas mayores/ ¿a qué hora volverán?”).  Obvio, no se trata de un calco, de ninguna manera, sobre todo si reseñamos  la obra reciente de un gran escritor, sino que aquellas líneas de Vallejo actúan, sobre todo, como un catalizador o un lubricante para liberar  algo atascado.  Pocas páginas tan intensas y finas, en la literatura peruana y de nuestra región, estas de “Trilce XXVIII (Efraín.  San Sebastian: 1935)” que cierran el actual estado de cosas (a ser testamentadas) de esta novela. Un Macario (Juan Rulfo) concertado con un niño Ernesto (JMA), tejen la prosodia de su hechizante entramado; una especie de Alicia en el país de las maravillas, recitado en runa simi o en tono de huaynito, algo más que únicamente la fiesta de su imaginario. 

©Pedro Granados, 2025

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