Comparte con Juan Larrea, al que no cita, el argumento de que, a través de la obra de César Vallejo, España o el hispanismo se continúa o salva en Hispanoamérica y viceversa; es decir, que –por ejemplo al Perú– lo salva y define su matriz española en el sentido de compartir la mejor tecnología universal –frente al inglés, alemán o, incluso, el portugués– que es el idioma español. E, insiste Guillermo G. Maestro, que de esta posición –ideológico-política– no lo mueve nadie y aquel que no simpatiza con ella “que se joda”.
Considera, a pesar de enfocarse en España, aparta de mí este cáliz, que Trilce es el mejor legado poético vallejiano ya que, este poemario de 1922, implica un racionalismo a escala distinta del tradicional (prosaísmo). Sin embargo, Maestro, esta gran novedad histórica-epistemológica que constituiría Trilce la sigue enmarcando dentro de las coordenadas que ya sustentara Guillermo de Torre: ultraísmo y creacionismo; más, esta vez a manera de Juan Ramón Jiménez, una “ortografía autológica” (Gustavo Bueno) y, por último, aquello de que en Trilce se cultiva la rima interna y no la que va a finales del verso. Para lo cual, el arribo a estas descripciones, no precisaríamos de Derrida ni de ninguna otra “bibliografía aberrante” (sic).
Acaso lo más rescatable de su ponencia, respecto a España, aparta de mí este cáliz, sea puntualizar que constituye un libro fermentado por la política; pero que no se halla necesariamente “comprometido” (ambos bandos son fanáticos y violentos). Gravitación, esta última, que hizo perdieran originalidad tanto Pablo Neruda como Nicolás Guillén en España en el corazón y, respectivamente, España, cuatro angustias y una esperanza; poemarios, aduce el ponente, y a diferencia del de Vallejo, teatrales o fingidos. Resume Maestro: César Vallejo no es soluble en la política; en contraste, por ejemplo, con la poesía española de los años 50 que ha envejecido muy mal. Y agrega, asimismo, que si bien es cierto en el poemario del peruano los Evangelios serían transversales, Vallejo los seculariza; Dios sería España. En otras palabras, se trataría únicamente de un formalismo religioso tal como en su obra entera se ventilaría tan solo un psicologismo formalista o lingüístico. En suma, siempre fiel a su maestro Gustavo Bueno, en esto consistiría aquel “materialismo filosófico” que nuestro autor observa en la obra del nacido en Santiago de Chuco; y el cual está detrás de su lema, sólo a tientas expuesto, dirigido a ilustrar sintéticamente toda la poesía del peruano: “llanto de la materia”. Frase que, en el contexto, podríamos conectar al hecho que, en España, aparta de mí este cáliz, luego de la hecatombe de la Guerra civil Española (y de la actualidad política) todo se halla, entiéndase el hispanismo – con Vallejo, en particular, encomendándolo a los “niños”– por reconstruirse. Se finaliza entonces con esta idea: España se preservará gracias a Hispanoamérica (Larrea). P.G.