Andrés Piñeiro, Andrés (2015). Martín Adán. Cartas escogidas. Prólogo, selección, transcripción y notas por Andrés Piñeiro. Presentación por Alonso Rabí do Carmo. Lima: Fondo editorial PUCP.
Dentro de esta selección de cartas de Martín Adán, de talante muy poco dionisiaco si comparamos su empaque con aquella rociada y no menos patética crónica de Cesáreo Martínez (“Elogio de la noche y el fuego”, 1968), encontramos algunas misivas no respondidas por el autor de La mano desasida. Crónica que trata de tres jóvenes escritores sanmarquinos (Cesáreo y Gregorio Martínez, y Juan Ojeda) que, luego de estar bebiendo en la misma chingana (Chino Chino, del centro de Lima) en presencia de Martín Adán, no acreditaron que el poeta se hubiera incorporado a su mesa y, finalmente, compartiera con ellos tres días seguidos bebiendo; allí y en otros lugares de la ciudad de Lima, con el poeta sin probar alimento, y hasta dejar al autor de La mano desasida –hacia las 10 de la noche del tercer día– de vuelta en el Chino Chino. Para esto, Adán los habría estado observando y, como deseaba beber en compañía, eligió entre ellos a los que, a ojo de buen cubero, acaso le parecieron los más recios para el trago. No es que el poeta fingiera cercanía, aunque jamás el grupo volvería a reunirse, sino que en lo fundamental el poeta deseaba chupar aquella vez en grupo (aunque indefectiblemente siempre a solas). Baste recordar lo que le pareciera, no los aspavientos del maldito o ilustrado Juan Ojeda, sino el mismísimo Ginsberg en una de aquellas misivas antologadas por Andrés Pinheiro:
Ginsberg, si mal no recuerdo, es nombre de una aldea en Alemania del Sur. ¿No será nombre gentilicio y de judío? Gente de mente frágil…
Lo más importante, pero lo más dudoso: cuando le dije que yo había pasado largos años en manicomios —lo dije, con deliberada malignidad, para despedirme—, él me dijo muy seriamente, y en voz baja, que él había nacido en un manicomio estando su madre internada” (“De Martín Adán a Honorio Delgado [Lima, 1960]”)
En síntesis, y como sabemos desde La casa de cartón, Adán cuando quiere es cruel y burlón y, sobre todo, sabe aquilatar muy pronto a las personas. 1968 era quizá el año, en el contexto de su Diario de poeta (1966-1973), donde a su alma arreciaban con más intensidad los meteoritos del ser: “La vida no se elige: la vida se padece”, “Yo pienso como pide el mendigo: la cosa”, “Desvestido, furioso, ya como cuerpo humano”, leemos entre otros sonetos escritos aquel año. Ahora, no se trata de si Adán fue conservador (reaccionario) o liberal (revolucionario); en aquella misma carta a Honorio Delgado, en referencia a Gingsberg, escribirá: “Es un famosísimo autor yanqui que, por su modus vivendi, está llamado a arrasar cierta clase social en Lima. Tiene talento, pero el de Satanás. Me trae muy nervioso. Ni morir puedo”. Es decir, no debemos identificar al poeta dentro de aquella “cierta clase social en Lima”. Obvio, más que a los conservadores nos referimos a los snobs y a los siempre a medias educados académicos, mozos de San Marcos o de La Católica, como eran aquellos con los que se fuera de copas.
Ahora, respecto al trabajo de Andrés Pinheiro, útil y necesario si queremos sacudirnos de la idea que usualmente nos hemos forjado de un Martín Adán ausente de lo cotidiano, entre esto el cuidado material de su trabajo literario, y volcado de modo excluyente a la bohemia. Entre las lecciones de retórica clásica que constituyen las idas y vueltas de tamaña comunicación epistolar, llama la atención aquella misiva no respondida a Antonio Cornejo Polar, a la sazón, director de la Casa de la Cultura del Perú. Pasamos a copiar íntegramente aquella misiva, no sin antes especular un tanto por el motivo de su no acuso de respuesta o, también podría ser, probable no inclusión por parte del mismo Pinheiro; esto habría que corroborarlo. Ciertamente, al motivo estético corresponde sobre todo uno histórico-ideológico en la comunicación de Cornejo Polar; se trataba de absolver un cuestionario en torno a “las relaciones del artista y su público en el Perú actual”. Juzguen por ustedes mismos.
Lima, 30 de abril de 1970
De la Casa de la Cultura del Perú a Martín Adán
Ministerio de Educación
Casa de la Cultura del Perú
Señor
Martín Adán
Con miras a su publicación en el siguiente número de la revista Cultura y Pueblo, la Casa de la Cultura del Perú está entrevistando a artistas de diversas especialidades y a secretarios de cultura de sindicatos sobre el tema general de la audiencia que efectivamente recibe el arte en el Perú actual. Sería valiosísimo conocer su opinión al respecto. Para evitar posibles interpretaciones equivocadas, le rogamos contestar por escrito nuestro cuestionario o parte de él, pudiendo añadir aspectos relativos al tema que el cuestionario no aluda. Le pedimos disculpas por el tono tal vez demasiado directo de algunas preguntas, pero estamos seguros que usted comprenderá que nuestro único objetivo es suscitar una inquietud y plantear públicamente, en los términos más concretos, el tema de las relaciones del artista y su público en el Perú actual.
Sus respuestas deberían estar en nuestro poder antes del 25 de mayo para poder publicarlas en el número siguiente de la mencionada revista.
Con este motivo reitero a usted las consideraciones de mi estima personal.
Atentamente,
Antonio Cornejo Polar
Director de la Casa
de la Cultura del Perú
Cuestionario
- ¿Cómo se siente usted escribiendo en un país cuya población tiene un altísimo porcentaje de analfabetos?
- ¿Podría usted decirnos cuál ha sido el tiraje de sus obras más importantes y cuál ha sido su distribución efectiva (venta, donación, etcétera)?
- Imaginamos que usted quisiera tener más lectores. En ese caso, ¿qué ha hecho por conseguirlos? ¿O se trata, más bien, de problemas cuya solución excede a las posibilidades personales del escritor?
- ¿Hasta qué punto el número de lectores está en relación con el lenguaje —o en general con la «forma»— que el escritor crea?
- ¿Usted cree que un obrero peruano medio entendería su obra y le interesaría?
- En suma: ¿para quién escribe usted? (Piheiro 100-101)