O, también, “teoría crítica forjada en español” e incluso “avanzada del Humanismo internacional”, tal como enfatiza Julio Ortega en diversos micro episodios del Prólogo (9-16) y en su condición de coordinador de Nuevos hispanismos interdisciplinarios y trasatlánticos (Madrid / Frankfurt: Iberoamericana / Vervuert, 2010).
Dicho prefacio, creemos, es un lugar particularmente elocuente para calibrar las características y alcances generales de lo que –desde aproximadamente una década [1]– viene voceándose como estudios de marca transoceánica.
En principio, estos últimos reivindican –y no por mero eclecticismo, precisa Ortega– los denominados estudios culturales y post-coloniales que, grosso modo, recuperaron las literaturas regionales, las tradiciones orales y los textos aborígenes… todo esto, además, amalgamando siempre la historia cultural con su par material. Es decir, los trasatlánticos no reniegan de esto; sino, más bien, desean constituir un paso adelante, una “más exigente práctica democrática” (9).
Y esta práctica, ¿en qué consiste en concreto? Por un lado, quiere verse libre de, en palabras de su privilegiado vocero: “los cánones forjados por la conflictiva voluntad de verdad de varias persuasiones críticas y autoridades teóricas” (10); en primer lugar, de la autoridad de las disciplinas sociales, las cuales: “por necesidad de categorización, homogeinizan sus objetos de estudio” (10). Ante este impase teórico, los trasatlánticos proponen privilegiar no las disciplinas, sino más bien el acto de la lectura; la metodología comparativa y el vaciado rizomático que éste provoque. Aunque, no se trata aquí sólo de una estrategia transdisciplinaria o intersticial; sino, en lo fundamental, también: “de las hipótesis de una resolución cultural afirmativa, que recusan tanto el viejo archivo del discurso traumático y autoderogativo como la mitología actual del neoliberalismo economicista” (11). Como podemos observar, se exige a los estudiosos una mayor complejidad de miras disciplinaria junto con, no menos, una auto-crítica de su rol pedagógico y cultural.
Por otro lado, y para honrar aquello de “nueva geotextualidad”, los trasatlánticos reivindican –tal como Edward Said previó en The return to Philology (2004)– la textualidad literaria. No poner de lado, hecho en que usualmente incurren los estudios culturales y post-coloniales, los textos mismos; y junto con ello la filología. Aunque, advierte el renombrado crítico peruano, habría que liberar previamente a esta última –para que sea realmente internacional– del estigma que como discurso de legitimación del Estado-nación ha tenido tradicionalmente.
[1] Al menos desde el punto de vista de los trabajos que, sobre el tema en concreto, Julio Ortega empezara a publicar a partir del 2001:
—(2001a): “Estudios transatlánticos”. En: Signos Literarios y Lingüísticos III, 1
(enero-junio), pp. 7-14.
— (2001b): “Escritura colonial, lectura postcolonial: el sujeto transatlántico”. En: Signos Literarios
y Lingüísticos III, 1 (enero-junio), pp. 15-32.
— (2003): “Post-teoría y estudios transatlánticos”. En: Iberoamericana, III, 9, pp.109-117.