Cual mi explicación.
Esto me lacera de tempranía.
Esa manera de caminar por los trapecios.
Esos corajosos brutos como postizos.
Esa goma que pega el azogue al adentro.
Esas posaderas sentadas para arriba.
Ese no puede ser, sido.
Absurdo.
Demencia.
Pero he venido de Trujillo a Lima.
Pero gano un sueldo de cinco soles.
Este esquema que vamos esbozando —la relación motivada entre los números y el mar en Trilce— asimismo ilumina, creemos, textos «difíciles» al interior del libro y que, en apariencia, no tienen ninguna relación con el agua o el mar. Así, por ejemplo, el poema XIV, que según Alberto Escobar «debe ser visto como un poema clave, si no del libro entero, sí cuando menos para iluminar la actitud del yo» (citado en Ortega 1991: 91). Son 11 versos libres dispuestos a la manera de cuatro estrofas, la primera y la última formada cada una por dos versos divididos por un espacio simple; las otras dos estrofas constan de tres (vv. 3-5) y cuatro (vv. 6-9) versos respectivamente. Existen dos registros muy marcados, uno, podríamos decir, literario-abstracto y otro, coloquial-concreto. Este último se nota en la estrofa final: «Pero he venido de Trujillo a Lima./ Pero gano un sueldo de cinco soles». Ambos versos, paradójicamente, son endecasílabos. El poema concluye con el sustantivo «soles» que guarda relación, evidente, con el astro rey y con la moneda oficial peruana (desde hace unos años, nuevos soles). Veremos, enseguida, que la primera estrofa tiene también una implicación solar y, sobre todo, cada uno de los versos que presiden las estrofas segunda (v. 3) y tercera (v. 6). De antemano, podríamos decir que en este poema, muy semejante al LXIX, están presentes —como veremos— el mar y el sol simultáneamente, con este último, aunque tácito, como elemento agente, y con un relieve o protagonismo mayor que en el poema LXIX. El sol será equivalente al Dios padre que entreveíamos en nuestro análisis del poema V.
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