Análisis de Trilce XIV

bp2.blogger.com/.../-gDhQWf_3HQ/s320/soles.jpg

Cual mi explicación.
Esto me lacera de tempranía.
Esa manera de caminar por los trapecios.
Esos corajosos brutos como postizos.
Esa goma que pega el azogue al adentro.
Esas posaderas sentadas para arriba.
Ese no puede ser, sido.
Absurdo.
Demencia.
Pero he venido de Trujillo a Lima.
Pero gano un sueldo de cinco soles.

Este esquema que vamos esbozando —la relación motivada entre los números y el mar en Trilce— asimismo ilumina, creemos, textos «difíciles» al interior del libro y que, en apariencia, no tienen ninguna relación con el agua o el mar. Así, por ejemplo, el poema XIV, que según Alberto Escobar «debe ser visto como un poema clave, si no del libro entero, sí cuando menos para iluminar la actitud del yo» (citado en Ortega 1991: 91). Son 11 versos libres dispuestos a la manera de cuatro estrofas, la primera y la última formada cada una por dos versos divididos por un espacio simple; las otras dos estrofas constan de tres (vv. 3-5) y cuatro (vv. 6-9) versos respectivamente. Existen dos registros muy marcados, uno, podríamos decir, literario-abstracto y otro, coloquial-concreto. Este último se nota en la estrofa final: «Pero he venido de Trujillo a Lima./ Pero gano un sueldo de cinco soles». Ambos versos, paradójicamente, son endecasílabos. El poema concluye con el sustantivo «soles» que guarda relación, evidente, con el astro rey y con la moneda oficial peruana (desde hace unos años, nuevos soles). Veremos, enseguida, que la primera estrofa tiene también una implicación solar y, sobre todo, cada uno de los versos que presiden las estrofas segunda (v. 3) y tercera (v. 6). De antemano, podríamos decir que en este poema, muy semejante al LXIX, están presentes —como veremos— el mar y el sol simultáneamente, con este último, aunque tácito, como elemento agente, y con un relieve o protagonismo mayor que en el poema LXIX. El sol será equivalente al Dios padre que entreveíamos en nuestro análisis del poema V.

Según Espejo Asturrizaga, este poema fue escrito en Lima, probablemente durante el verano de 1921 (1965: 114). Los dos primeros versos los podemos leer como el anuncio de la presentación de un espectáculo (externo), pero del que se va a conocer o ya se conocía, lamentablemente, su moraleja (correlato interno). «Cual mi explicación» (v. 1), lo podemos leer entonces: ‘Tal como me lo explico o tal como me lo expliqué’; es decir, existe de entrada una ambigüedad o simultaneidad de tiempos, típica de Trilce (1). En «Esto me lacera de tempranía» (v. 2), el adjetivo sustantivado, «tempranía», tiene por lo menos dos connotaciones importantes; en cuanto al espectáculo externo, es una marca temporal (temprano) que implícitamente nos informa de la presencia del sol. En cuanto correlato interno de ese espectáculo, asume el significado de ‘lucidez prematura’ y, desde esta perspectiva, podríamos glosar todo el segundo verso: ‘Esto [aquel espectáculo] del que soy prematuramente lúcido me hiere’. Esta segunda connotación es análoga o guarda un paralelo con «Me moriré en París con aguacero,/ un día del cual tengo ya el recuerdo» — versos de «Piedra negra sobre una piedra blanca», en Poemas Póstumos, que fueron una premonición o visión anticipada de la propia muerte del poeta.

Los versos 3 al 9 son visualmente el despliegue de ese espectáculo: la contemplación del mar y el sol desde la playa. El modo mismo en que están distribuidos estos versos desde el margen derecho nos invita a contemplar una resaca: movimiento en retroceso de las olas después de que han llegado a la orilla. En este sentido comprendemos el acierto del doble espacio entre los versos 2 y 10 de este poema, que colaboran en el logro de aquel efecto visual. «Esa manera de caminar por los trapecios» (v. 3) no sería sino una imagen en la que el sol recorre —iluminándolas— las olas del mar, y donde «trapecios» son, icónicamente, esas masas de ondas marinas o esas olas sobre las que aquel elemento agente, implícito en este verso, camina (2). En el poema LXIX («Qué nos buscas, oh mar, con tus volúmenes/ docentes! Qué inconsolable, qué atroz/ estás en la febril solana») se encuentran también las imágenes que siguen (vv. 4 y 5), que son, desde nuestro punto de vista, estróficamente dependientes del verso anterior (véanse las sangrías al margen izquierdo). Así, «Esos corajosos brutos» [«los trapecios», las olas] se precipitan como si no fueran de verdad [«como postizos»] , como si no se fueran a hacer daño al chocar contra la arena o la piedra de la playa. «Esa goma [la fuerza gravitacional de la Tierra] que pega el azogue al adentro [la cresta blanca de las olas hacia el fondo, hacia la misma masa marina]» (v. 5). El «azogue» es mercurio, y este es blanco y líquido —e icónicamente análogo— a la espuma de las olas, sobre todo si es que está iluminado, como es el caso, por la luz solar. En estos dos últimos versos, entonces, y a pesar de la presencia implícita del sol, el papel protagónico lo tiene el mar.

«Esas posaderas sentadas para arriba» (v. 6) abre la tercera estrofa y tiene como personaje principal nuevamente al sol. La redondez de unas nalgas, paródicas o burlonas (3), significativamente dibujan también el número 0. Pero este es ahora un círculo en lo alto, lugar prestigioso en Trilce, cuya luz —en relación con «posaderas»— es equivalente al «guano» del «salobre alcatraz» del poema I, materia, asimismo, altamente positiva en el poema XIV. Círculo de arriba, cíclico como el mar; paralelo a este y significando cualitativamente otra cosa, a pesar de la ironía o travesura implícita en el verso. Aparición, manifestación repentina, asombro que el yo poético evoca revelándonos complicidad o familiaridad con lo Otro (el sol), trato campechano, humorada entre adolescentes: el astro rey mostrándole el trasero al mar (4), a la manera en que el yo poético, en otro texto, le iba «sacando la lengua a las más mudas equis» (LXXVI). Aquí el gesto es lo más importante, no el acto en sí mismo (mostrar las «posaderas»); actitud que debemos rescatar y poner de relieve también en el verso 3, donde no se trata sólo del «caminar», sino que se pone énfasis en el modo: «esa manera». Tenemos, entonces, en lo alto, un 0 (el sol) que es perpendicular respecto a otro (el mar cíclico o la Tierra que rota, de la cual aquel es aquí su sinécdoque), en lo bajo. Ambos espacios son independientes y cualitativamente distintos el uno del otro. Los versos números 7, 8 y 9 alternativamente, y en conjunto, aluden al carácter circular, fatal, ineludible del mar; retoman —en la lógica que vamos encontrándole a este poema, y respecto a la estrofa anterior— el protagonismo de este último elemento. En la contemplación de la playa el yo poético corrobora, gráficamente, la imposibilidad de ser: «Ese no pude ser, sido»; es decir, de modo figurado, las crestas de las olas y sus espumas inevitablemente regresan a la superficie y al fondo marinos. Es el conocido juego de ejes, vertical-horizontal, la dinámica de la X actuando otra vez en este poema.

Entre los versos finales 10 y 11, el primero de estos es una constatación que puede funcionar como una pregunta. De este modo se le podría glosar: ‘Pero ¿para qué he venido de Trujillo a Lima? si ya sé, ya sabía, lo que iba a encontrar’ (ambigüedad temporal, esta vez por el uso del presente perfecto «he venido», análoga a la de la primera estrofa). Es, por un lado, el correlato interno del paisaje marino, del fatum de su circularidad en la intimidad del yo poético a pesar del traslado de escenario o ciudad; pero, también, la experiencia palpable de la zozobra en un paisaje —el de Trujillo— que se ha desplazado a las calles de Lima: «Pero gano un sueldo de cinco soles» (v. 11). Una vez yuxtapuesto el campo semántico ‘moneda’ a este último verso, intensifica aquella zozobra por la referencia a lo mísero del ‘sueldo’; y, asimismo, torna relevante la relación anagramática de las palabras ‘suelo’ y ‘suel(d)o’. En esta aparente inversión del significado positivo del Sol (amigo del yo poético que vela desde lo alto) se mantiene la connotación original. Entonces, la proliferación del astro rey en «cinco soles», en vez de ilustrar necesariamente la aguda miseria del yo poético, puede estar —a otro nivel— revelándonos todo lo contrario: la multiplicación e intensificación del apoyo solar hacia aquél. No de otra manera podemos entender la elección de la conjunción adversativa «Pero» entre los versos 10 y 11, en vez del lógico empleo de la conjunción copulativa: «Pero he venido de Trujillo a Lima./ Y [Pero] gano un sueldo de cinco soles».

La conjunción adversativa al inicio del último verso nos brinda la pauta, por definición, de que estamos ante ‘un concepto que se contrapone a otro diverso o ampliativo del anterior’ (Diccionario de la Lengua Española). Por lo tanto, si bien es cierto que el verso 11, por un lado, subraya la ubicación del yo poético de lleno en el plano horizontal, recibiendo supuestamente un salario ridículo y bastante afrentoso; por otro lado, y a pesar de ubicarse en el plano horizontal (léase circular o marino), experimenta una plenitud que le viene de lo alto. Gana ya no uno —como el que contempla al comienzo del poema iluminando el mar—, sino ahora nada menos que «cinco soles», poderosísima manifestación de este dios tutelar frente a la zozobra o el caos.

En este sentido, además, podemos leer los versos 7, 8 y 9 como el positivo testimonio, por parte del yo poético, del «absurdo» (v. 8), como una promesa que se le cumplió, como un clímax análogo, por ejemplo, al de la experiencia mística tradicional: «Ese no puede ser, sido./ Absurdo./ Demencia». Y, por último, en este sentido también, el verso número 2 de Trilce XIV: «Esto me lacera de tempranía», guardaría estrecha relación semántica con un «que muero porque no muero» (San Juan de la Cruz) o algún otro oxímoron frecuentísimo en la literatura ascetico-mística cuando se describe el éxtasis o la «noche de los sentidos» (Marchese y Forradellas 1986: 304).

NOTAS
(1) Meo Zilio puntualiza al respecto: «la temporalidad vallejiana se coloca en una línea de continuo presente, de estupor siempre actual, por lo que el pasado y el mismo futuro se hacen, ellos también, presentes y hasta se vuelven intercambiables» (1996: 636).
(2) Es importante señalar que en «Trilce, la mañana [por tanto el sol] no es un suceso cronológico, sino que está “animada” [ejemplos en Trilce II, III, VI, VIII, XVII, XXIII, XLV, LXIII, LXIV y LXXVI]» (Lema 1991: 242-244).
(3) Enrique Foffani nos ilustra sobre la especificidad de la parodia en Trilce: «Por un lado, lo que se parodia es todo el discurso sobre el dolor fracturando así su posible hegemonización pero, por otro, se parodia también el discurso poético de Los heraldos negros» (1994: 138).
(4) Como en Trilce X, y esta vez con indiferencia (según el yo poético) ya el sol nos las mostraba a nosotros: «Cómo arzonamos, cara a monótonas ancas» (v. 13).

De Poéticas y utopías en la poesía de César Vallejo (Lima: Fondo editorial PUCP, 2004)

Puntuación: 3.89 / Votos: 9

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *