Estuve en el mundo de los sueños
y me dieron naranjas azules
el sol violeta seducía, seducía
y la sangre de Dios
era verde.
a andrea araos, de chiripa, en paris
Si estoy muerto, de entrada, si la muerte, la experiencia sin experiencia de la muerte (la expresión del desastre, picante, en Blanchot) me antecede y precede a cada yo por venir, a cada establecimiento de un ego o primera persona singular, segunda muerte, si la hay, se da, uy cuándo, cuando la relación de vida, la impagable, yo conmigo mismo, bio-grafía, se interrumpe mismamente, se disuelve subsumida, fagocitada por lo mismo en mí mismo. Yo, cómo no, es otro – otro que mí mismo; cuando dejo de ser otro, cuando la “realidad” habrá asimilado a la “dicha” (deseo, promesa, imposible, etc.), estoy doblemente muerto. Y el ego dúplice corre entonces desbocado entre fraseo y fraseo como esos cuerpos decapitados en EL OTRO DUELO (Borges). ¿Suscitarme otra vez, dice usted? ¿Resuscitarme – quién, de nuevo?
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Vivir es estar en infracción.
A una ley o a otra ley.
No hay más alternativas:
no infringir nada es estar muerto.
La realidad es infracción.
La irrealidad también lo es.
Y entre ambas fluye un río de espejos
que no figura en ningún mapa.
En ese río todas las leyes se disuelven,
toda infracción se vuelve otro espejo.
Pocos escritores se han atrevido a desafiar el canon impuesto por la tradición
literaria peruana, y han optado al igual que Martín Adán, César Vallejo, Jorge
Eduardo Eielson, a quebrar las leyes, los formatos usualmente conocidos y
concebidos en épocas decimonónicas, además de proponer nuevos lenguajes
que fueran puentes para sus innovadoras ideas. En esta estirpe de creadores natos
se encuentra el poeta y novelista Pedro Granados, por sus revolucionarias
propuestas de contar una historia o hacer de ella una suerte de collage,
una simultaneidad de imágenes en un solo discurso poco ortodoxo al que él
denomina “nobloga”, que es una especie de novela pero con la estructura de un blog.
Esta estructura es empleada en su última novela (nobloga) En tiempo real, que
comparte diversos géneros como poesía, narrativa, artículo periodístico, ensayo;
que no funcionan aisladamente sino que se entrelazan en base a un sujeto
común, como Juvenal Agüero (Pedro Granados), un escritor peruano de 51
años, quien luego de varios años de ausencia retorna a su patria, en la que
espera vivir una vida común y corriente. En cierta forma, el argumento roza con
lo cotidiano y nada espectacular, eso se explica por las mismas palabras del
autor, quien no aspira a escribir “grandes temas”, porque precisamente no cree en
esos “mitos”, sino en formularse nuevos métodos de contar una historia, y no
contarla solamente, dejando al lector que haga su parte de reunir y darle sentido
a los textos insertados en la novela. Porque también Pedro Granados comparte ese
vínculo de privilegiar las formas, y no tanto el contenido, con el escritor francés
Raymond Queneau en sus Ejercicios de estilo, obra que llega al paroxismo en
cuanto al tema que explota, pero con diversos tipos de discursos. Sin duda la
última obra Pedro Granados es un metatexto, al cual emplea vasos comunicantes
con sus novelas anteriores (Un chin de amor y Prepucio carmesí), y de esta manera
va creando su propio universo, donde se mezclan personajes reales con ficticios,
hechos imaginados con sucedidos verdaderamente, siendo como espejos reflejando
realidades ocultas, rostros semejantes, a la manera de Jorge Luis Borges; y por
cierto en el libro se habla de las semejanzas que tienen Juvenal Agüero con Juan
Dahlman del cuento de “El sur” del escritor argentino. En tiempo real, es un
logro para su autor y para el bien de nuestra literatura, que exige ser leído y
releído cuantas veces sea necesario, porque cada lectura nos arroja nuevas inter-
pretaciones y abre una nueva brecha para la discusión sobre los nuevos discursos
que están predominando en esta era de la posmodernidad, ya que de por sí, la obra
comentada, está dentro de esa etapa por mérito propio.
La poesía dominicana: “el secreto mejor guardado del caribe”
Arcángel
Mi dulce de Baní caliente
ser guarapo de caña
ánima
cartera de mis expendios
depositario de mis emociones
hace tiempo te caigo atrás
como se persigue un fantasma
sin querer encontrarte.
Mi ojo de buey eléctrico
mi fólder contenedor infinito
herméticamente sonriente
tibio y duro y constante
detrás de ti lo que espero
como se pide una fruta a un árbol.
Estas yemas que han brotado para la primavera
me dicen exactamente lo que a ti te dicen. Nada más.(1)
Incontinencia, es la imagen que el escritor y catedrático, Pedro Granados, nos revela a través de su personaje de jovial latitud, Juvenal Agüero. Las novelas cortas parecen haber trasgredido los límites de la fluidez para ser explosivas, sorprendernos llega a ser su oficio perfecto, como una bragueta dorada esperándonos en la copa del Cerro San Cristóbal.
Para empezar, Juventud Agüero, me recuerda a una paloma que conocí por estrictas razones del azar. Ella recogía -solamente haciendo uso de su pico- la comida escarchada de hierba que los alumnos dejamos cerca de la cafetería del Campus de la Universidad Católica. Juvenal limeño, es un ave de libertad vasta a la cual se le han cortado las alas y él no lo sabe.
La poesía dominicana: “el secreto mejor guardado del caribe”
RENATO ALEXANDER (entrevista)
¿En qué consiste el movimiento Erranticista?
El movimiento Erranticista es un movimiento de jóvenes artistas que se desenvuelven en diferentes áreas de las artes, como la pintura, el teatro, la literatura, el cine, entre otras.
¿Cómo empezó?
Comenzó como un grupo de amigos de diferentes barrios que nos reuníamos en la Zona Colonial y compartíamos pintura y poesía.