Poeta “peruano” en tanto Catulo también emigró y se aposentó –hasta hoy mismo– en esta vasta tierra de promisión; con seguridad esto ocurrió desde los años sesenta del siglo pasado (Antonio Cisneros y Rodolfo Hinostroza, entre muchos otros). Es un caso semejante a otro poeta “peruano”, un tanto anterior, el paceño Humberto Quino (1950) respeto de Hora Zero. Fino, acertado, púdico (incluso los poetas infrarrealistas lo son); y con estos recursos retóricos (mucha retórica) a veces logra levantar una/algunas imágenes inolvidables. Es decir, sin proponérselo, a veces este mago realiza un auténtico acto de magia; huido de su propio “archivo de huellas digitales” (Eduardo Chirinos). Ya no más Neruda ni Ginsberg ni otras citas eruditas o papel moneda que a la larga nada dicen, más bien lastran. Tal como sucede en el poema “The Emily Dickinson´s herbarium” (algo largo para copiarlo entero aquí), aunque citamos un fragmento:
O acaso afuera de la habitación, lejos
de una mesa dispuesta para la soledad,
las hierbas, las plantas y los árboles
sin más fruto que la muerte de la tarde,
nada dicen
de esta vida, sólo crecen esperando
a que las estaciones o las pisadas
de algún animal digan algo por ellos.
Marco Antonio Murillo hace extrañar, porque justo a través de estos versos se entrevé la posibilidad, a los poetas mexicanos trocados en animales escribientes. Ya no más contemporáneos ni estridentistas ni infras, queriendo todos escribir a la manera de o en contra de Octavio Paz. Aquello debería interesarles un colmillo, o más bien no, bueno, si se percatan que los traen. Una caspa, más bien; tan sólo un algo de lodo sobre las patas. P.G.
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