Archivo de la categoría: Narrativa
04/04/08: Tony “Bachata”
La conveniencia de introducir un diálogo a estas alturas del relato no debe
dilatarse una página más. Es imprescindible figure escrita una conversación, entre dos o más personajes, para que el lector no desespere con la misma cantaleta de la prosa. Idealmente, el coloquio debería entablarse entre gente del llano, aquélla con la cual Juvenal interactúa diariamente. Memorable es el habla dominicana, memorables las personas que la representan, que la montan en ese gran teatro del mundo que es, por ejemplo, el parque Enriquillo o la transitadísima avenida Juan Pablo Duarte no lejos ambos, a su vez, de la concurrida Zona Colonial. Alucinantes diálogos le ha tocado presenciar a Juvenal, suculentos piropos, desproporcionadas y proliferantes disputas por un quítame estas pajas. Agüero ahora mismo piensa comprarse una pequeña grabadora para registrar el habla y, luego, tratar de reproducirla en la casta e indiferente pantalla de su computadora. Mas, por otro lado, piensa también que ésta es una tarea condenada al fracaso. Por lo tanto, el reto de su trabajo no sería el de transcribir sobre la página –amputando un brazo de más o añadiendo un diente de menos– el habla cotidiana capturada en su grabadora, sino, más bien, recrearla de una vez y de sopetón para que brote fresca y espontánea, tal como habitualmente figura sobre las musicalizadas calles de aquella hipnotizante república.
Es por este motivo que Juvenal no va a imitar, por ejemplo, el habla de su buen amigo Tony “Bachata”. Sería imposible reproducir las frases de éste y, menos, su acento brotado de las más puras cepas del populoso distrito de Villa Mella. Es mucho mejor que el lector todo se lo imagine. Taxista y camuflado policía, “Bachata” –que es más popular que el síndico de su municipio– recibe este sobrenombre por ser amigo personal de casi todos los bachateros reconocidos, llámense éstos Anthony Santos, Raulín, Chicho Severino, Frank Reyes o Félix Cumbé (“el haitianito que canta”). Y porque, además, muchas veces les brinda protección en las concurridas fiestas que se llevan a cabo en los alrededores de la ciudad capital; desde “El Blanco” de Boca Chica hasta una terraza enclavada, por ejemplo, a orillas del acogedor río Yamazá. Muy concurrido éste –especialmente los domingos– por variopinto tipo de personas. Están allí la voluminosa matrona, atornillada a la orilla, al cuidado de sus bulliciosos críos; la muchacha bella y como suspendida en el aire por la fuerza, al unísono, de incontables y fervorosas miradas; los novios tímidos –y ceremoniosos– chapoteando junto con todos, y aquellos algo más audaces que toman distancia del grupo –con sus cuerpos forman una sola quilla contra la corriente– y ávidos se internan entre las rocas grandes, entre los árboles frondosos.
30/03/08: Juvenal Agüero y el Brasil
Olgaides Ribeiro de Olivença, era el nombre de la minina que Juvenal Agüero estaba reservando para el final; es más, incluso no íbamos a saber nada de ella porque nada pasó, al menos, en términos de las formas de comunicación descritas aquí hasta el momento. Pero si Juvenal tuviera que nacer otra vez, y pudiera elegir un territorio, se iría al Brasil, a Manaus –donde aún ella lo está esperando–, al barrio de Espíritu Santo; para dormir con ella y olvidarse absolutamente de todo, hasta del escribir, entre su peladinha y sus piernas y sus brazos larguísimos, aunque aún algo torpes, recién aparecidos –como la forma que el escultor arrancó de una materia preciosa — de entre el barro alborotado que es siempre la pubertad. Describir a Olgaides rebasa los límites de lo que un simple papel puede contener y, entonces, Juvenal queda simplemente agradecido a ella, eternamente obrigado. Asegura que esta muchacha, nacida en Belem do Pará y criada en Manaus, pertenece al futuro, no al suyo, por cierto, pero sí al del más auténtico Orpheu brasileiro o de cualquier otra nacionalidad.
26/03/08: Para Charo
No fue un amor a primera vista. Digamos que él era una piedra intrusa sobre el asfalto nuevo. Podía ser arremetida por algún neumático; podía ser recogida por cualquier prudente, o rechazada por un odiador de piedras. Lo cierto es que él tenía el brillo de las piedras, ese brillo.
Ella es bella, y en ese tiempo lo era más todavía; pero no fue un amor a primera vista. Digamos que ella era tierna y olorosa como el lodo, empleando una imagen cercana. Y esto es lo paradójico de toda la historia, ¿qué pasa cuando la piedra y el lodo se encuentran? Literalmente, él se adosó y se sumergió, y ella lo tragó y lo fue tragando como sólo ella podía hacerlo.
¿Qué sucedió después? o ¿qué ocurre ahora? No lo sé. Sólo escucho el estrépito de los autos, sólo siento el vibrar de esta masa resinosa debajo de mí, y percibo las voces, algunas fugaces voces. Estoy ciego, con una costra dura que me cubre todo el cuerpo, y casi sin poder respirar.
26/02/08: Catábasis/ José Donayre Hoefken
Dante, atormentado por la lepra y la epilepsia, ha considerado que al mundo le queda muy pocos años. No más de treinta, calcula, mientras degusta su fiambre con un pan duro: un círculo de harina, agua, manteca y sal que le remueve la dentadura desde su raíz. Algún día, agrega a sus santas preocupaciones, escribiré sobre esta infernal tortura.
03/02/08: Juvenal Agüero y la noche
A Juvenal Agüero le cayó un rayo de luz de parte de su neurosis, de la poesía o del mismo Dios cuando estaba en tercero de secundaria. Fue en Villa Koschka, en realidad, una casa de campo casi abandonada que tenían los jesuitas a no más de hora y media de Lima. Esta casa no dejaba de ser un lugar interesante para alguien que venía del corazón de una urbe donde nunca llueve y donde, por las divisiones de clase trasladadas al mapa de la capital, su barrio de Breña no poseía ningún encanto ecológico, ni mar ni árboles ni nada que se le parezca, solamente tráfico –conectado como estaba al centro de la capital– y calles escasamente iluminadas.
31/01/08: Cuentos súbitos de Homero Carvalho Oliva
29/01/08: Juvenal Agüero en Bolivia
En Santa Cruz de la Sierra, por los meses que van de Febrero a Noviembre de 1994, Juvenal Agüero trabajó al lado del psiquiatra más importante de Bolivia; psiquiatra y empresario, para ser más precisos. Fue en el marco de un sincero propósito para procurar instalarse de nuevo en Latinoamérica. Juvenal dejó inconclusos sus estudios del doctorado en una AB League norteamericana y, por cierta amistad que tenía con una señora cruceña que había conocido en un viaje anterior, se decidió por Bolivia antes que por el Bajo Perú. La verdad de la milanesa es que después de vivir cinco años seguidos en el país del norte y perder a Ramsa, el único y real estímulo que lo mantenía allí vivo, sufrió un shock cultural tan agudo que el solo hecho de escuchar hablar en inglés lo crispaba y le producía insoportables migrañas. Juvenal Agüero sujetó el timón de su existencia, pues, y se vino a trabajar de profesor de literatura en una escuela privada de la que era director aquel polifacético médico.
11/10/07: La escritura en dominó de Eulogio Javier
Jugábamos al dominó, ese extraño juego en el cual se juega
al contrario de la vida, porque cada cual lucha por tener cada
vez menos (37)
Este breve pasaje de “La otra cara”, relato perteneciente a Odio a los espejos (Santo Domingo: Editorial Búho, 2006) –reciente libro de cuentos del autor dominicano Eulogio Javier (1963)– de algún modo resume tanto los temas como la carpintería de su arte verbal. Efectivamente, los siete cuentos que integran el libro son como otro igual número de partidas de dominó –de trámite expeditivo e impecable– que el narrador entabla con sus lectores. Y donde ganar, asimismo, es quedarse sin pieza ninguna; por un lado, sin pizca de certidumbre sobre la realidad y, por el otro, sin letra que no nos hayamos bebido casi sin darnos cuenta, tal la fluida calidad de la escritura de Javier. Es decir, lo único sobre lo que nos queda constancia es sobre el propio juego, en este caso, de desapariciones en las que se ha tornado la presente narrativa.
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09/09/07: Benito Pérez Galdós y la poesía
ARTÍCULOS
Granados, Pedro, “La novela como responso y elegía: la distribución de lo lírico en Fortunata y Jacinta”, Anales Galdosianos,Queen’s University, Kingston, Ontario, Canadá – Casa-Museo Pérez Galdós, XXXVII (2002), pp. 103-112.
Granados, Pedro, “Poesía e historia en El doctor Centeno”, Anales Galdosianos, XXXVIII-XXXIX (2003-2004), pp. 93-102.