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Ensayo

EL ARCHIPIÉLAGO VALLEJO

Hinostroza y Granados, Cuzco

Trilce XLVII

Ciliado arrecife donde nací,

según refieren cronicones y pliegos

de labios familiares historiados

en segunda gracia.

 

Ciliado archipiélago, te desislas a fondo,

a fondo, archipiélago mío!

Duras todavía las articulaciones

al camino, como cuando nos instan,

y nosotros no cedemos por nada.

 

Al ver los párpados cerrados,

implumes mayorcitos, devorando azules bombones,

se carcajean pericotes viejos.

Los párpados cerrados, correo si, cuando nacemos,

siempre no fuese tiempo todavía.

 

Se va el altar, el cirio para

que no le pasase nada a mi madre,

y por mí que sería con los años, si Dios

quería, Obispo, Papa, Santo, o talvez

sólo un columnario dolor de cabeza.

 

Y las manitas que se abarquillan

asiéndose de algo flotante,

a no querer quedarse.

Y siendo ya la 1.

ANÁLISIS

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Un niño asesino entre las manos de Dios: sobre La mirada de Pedro Granados/ Carlos Llasa

Las palabras hacen cosas. Cada promesa, por ejemplo, es un acto; cada profecía, una realidad; cada nombre, un objeto, un animal o una persona. Aunque, por supuesto, el asunto no es tan sencillo. La pura enunciación no basta. Lo que determina el alcance del conjuro es la manera: el mecanismo por el cual lo dicho sobrepasa el punto de partida. Es decir, en el proceso de creación poética, la adecuación de los versos a la emoción que se quiere evocar es más importante que la experiencia real que originalmente impulsó al artista. No obstante, la manera no es independiente ni mucho menos arbitraria. La manera es orgánica (inherente a lo dicho) e interdependiente de la mirada del poeta. En ese sentido, La mirada, el nuevo libro de Pedro Granados (Lima, 1955), adecúa el lenguaje cotidiano a la exposición de las vísceras de la poesía misma, como un antídoto contra lo aparente: ‘Popa de la proa que nos conduce / Mascarón que se sacude / Mientras le escupen las olas / Bravas y los charcos hondos / Lodo tierra mordiente enterrados colmillos’.

La mirada es pues un mar (como suele ser la poesía de Pedro) que se detiene a reflexionar sobre sus propias olas cual si fueran pliegues de piel y carne. Es una vasta mirada tierna de niño asesino, de adolescente sabio, de amante con un ojo bueno ‘Y el otro muy malo’. Así, el ojo de Pedro, o del hablante, aunque angustiado, dialoga con el caos y la incertidumbre con la familiaridad de quien ahí habita. Sin embargo, tal vez lo más gratificante de este conjunto de poemas sea la manera en la cual el poeta se deja sorprender no sólo por el mundo material, sino también por su propia memoria. El poeta entreteje recuerdos con el hilo de sus observaciones en versos cuya cadencia podría describirse como intermitente, y desde cuya dicción emerge una atmósfera íntima. ‘Le escribo al insecto / Y al hocico de mi perro / Y al amigo / Y al que ahora mismo está solo’, declara el poeta en ‘[Apenas unas yemas sobre el papel]’, una de las mejores piezas de la colección.

El libro está dividido en dos partes. La primera, ‘La poesía no es una musa’ está compuesta por diez poemas que exploran dualidades como, por ejemplo, lo humano y lo animal, lo masculino y lo femenino, la ingenuidad y la sabiduría, la eternidad y el instante. La progresión del texto está marcada por una serie de definiciones (unas explícitas, otras implícitas) de la poesía, presentes en casi todos los poemas. La poesía es entonces ‘haber conocido todo / Detrás de bambalinas’; ‘La poesía es un anticipo / Una lección gratuita / De la puesta en práctica’; ‘La puta de todos (los poetas)’; ‘La poesía es un ser animal’; ‘percutir la piedra’, ‘incendiar la pradera’; en fin, ‘creer en Vallejo’. Como es evidente, el lenguaje es una inquietud inevitable en esta antesala de ‘La mirada’, el ambicioso poema en doce movimientos que conforma la segunda sección del libro.

Si bien los temas centrales se mantienen, el tratamiento de estos y de las imágenes es muy distinto. Los poemas de la primera sección se ocupan sobre todo de particularidades. ‘La mirada’, por el contrario, es un ojo hambriento a través del cual el lector se embarca en un intento por asir la vastedad del mundo: ‘Toda la realidad / Enmarcada en un ojo’; ‘Una mirada / Es más que suficiente’. El sol y la luz, por lo tanto, cobran vital importancia en el desarrollo de la secuencia, al igual que, por supuesto, la tiniebla. A lo largo del poema, Pedro despliega una de sus más grandes virtudes como poeta: hacer que del lenguaje cotidiano surja un lirismo exquisito; convertir ‘Una palabra retorciéndose muda’ en ‘Dardo y antorcha humeantes’; lograr que el sol ‘vociferante de tan mudo’ se filtre ‘por la mística persiana’.

Ejemplos de imágenes de alto vuelo poético sobran en esta nueva entrega de Pedro Granados. El lector puede atisbar al padre del hablante ‘recogiendo restos de vaca / De rinoceronte / De unicornios llegados a los tachos de basura / Para sus innumerables gatos’; o ver ‘ensartarse el amor / Tal cuentas de un collar / De perlas…’; o acaso descubrirse como ‘Un niño asesino / entre las manos abiertas y juntas / De Dios mismo’. La mirada confirma la solidez del estilo de Pedro y la eficacia de su manera de escribir poesía. Granados demuestra una vez más que es un artista con calle poética, cuya voz se resiste a categorizaciones simplistas y cuyo oficio gana vigencia con el paso del tiempo. El reconocido poeta y académico limeño revela entonces el lugar que la poesía, como epistemología y concepción del mundo, ocupa en la vida diaria. Así, al reconciliar los caóticos mundos interno y externo a través de un intelecto cruelmente tierno y sensual, La mirada de Pedro Granados se erige como un referente en la poesía contemporánea: ‘una nave / hacia la noche / hacia el día / hacia el horizonte’.

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“Pura y no bulto”: Poesía dominicana s.XX-s.XXI

“Creo que es este un libro que amerita una lectura pausada, porque es un esfuerzo genuino de un investigador literario [Pedro Granados], académico, que ha puesto sus ojos y oídos en la producción literaria dominicana, a la vez que refuerza una mirada nueva de esta poesía desde afuera (como lo hicieran Baeza Flores, Manuel Ugarte, María Prosdocimi de Rivera y otros)”. Miguel Ángel Fornerín

https://www.academia.edu/116350223/_Pura_y_no_bulto_Poes%C3%ADa_dominicana_s_XX_s_XXI

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Poéticas y utopías en la poesía de César Vallejo

Pedro Granados, Poéticas y utopías en la poesìa de César Vallejo (México: BUAP, 2004)

https://www.academia.edu/229588/Po%C3%A9ticas_y_utop%C3%ADas_en_la_poes%C3%ADa_de_C%C3%A9sar_Vallejo?email_work_card=thumbnail&li=0

Originalmente, tesis de PhD para Boston University (2003), aquí nació todo.  De un modo intuitivo tanto como analítico; es decir, los numerosos estudios que vendrían después y que nos han perfilado como un lector que cultiva un Vallejo simétrico. Aunque la edición de Lima (Fondo editorial PUCP, 2004) hace tiempo se agotó –y la simultánea edición mexicana (la de la foto) sólo circuló unos días y, luego de cumplirse el requisito de su publicación, pasó a los sótanos de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla–, nuestro trabajo no ha sido leído y meditado lo suficiente; continúa siendo un libro que vendrá.

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Masculino/ femenino en “Nostalgias imperiales” de Los heraldos negros

Aunque el tratamiento utópico de la mujer o de lo femenino va a tener su eclosión en la poesía póstuma de César Vallejo, particularmente en España, aparta de mí este cáliz. Sin embargo, consideramos que aquello ya es percibible –de modo simultáneo y paralelo a otros matices de lo femenino en esta etapa de la poesía del peruano– desde 1918, año de la publicación de Los heraldos negros. Es decir, desde muy temprano se iría optando por lo femenino frente a lo masculino (en tanto orden simbólico, político o cultural, y no tanto sexual) como un recurso metafórico para señalar y convocar sobre todo la esperanza. Al respecto, y a manera de ejemplo, leamos un poema del apartado “Nostalgias imperiales”; aquel denominado “Oración del camino”:

Ni sé para quién es esta amargura!
Oh, Sol, llévala tú que estás muriendo,
y cuelga, como un Cristo ensangrentado,
mi bohemio dolor sobre su pecho.
5 El valle es de oro amargo,
Y el trago es largo… largo…
Oyes? Regaña una guitarra. Calla!
Es tu raza, la pobre viejecita
que al saber que eres huésped y que te odian,
10 se hinca la faz con una roncha lila.
El valle es de oro amargo,
Y el trago es largo… largo…
Azulea el camino; ladra el río…
Baja esa frente sudorosa y fría,
15 fiera y deforme. Cae el pomo roto
de una espada humanicida!
Y en el mómico valle de oro santo,
la brasa de sudor se apaga en llanto!
Queda un olor de tiempo abonado de versos,
20 para brotes de mármoles consagrados que hereden
la aurífera canción
de la alondra que se pudre en mi corazón!

Tenemos aquí un «Oh, Sol […] muriendo» (v. 2), el típico crepúsculo de Los heraldos negros, tanto como un yo poético cuyo «corazón» sirve de sepultura a una «aurífera canción […] que se pudre» (vv. 21-22). También tenemos una «raza» del «Sol» (v. 8) ahora «huésped» y odiada (v. 9), vinculada, asimismo, a un específico paisaje y comunidad: «valle de oro amargo» (v. 11), «mómico valle de oro santo» (v. 17). Por tanto, el conjunto que forman la comunidad, la «raza», el propio yo poético y, por supuesto, «la canción aurífera de la alondra» se halla momificado, enterrado. Este conjunto solo resucita –tal como el Lázaro bíblico– a través de una canción («Oyes? Regaña una guitarra. Calla!/ Es tu raza», vv. 7-8) o de una tradición oral: «Queda un olor de tiempo abonado de versos» (19) que el poema contrasta muy claramente con lo canonizado, escrito, puesto sobre una lápida, enterrado definitivamente: «para brotes de mármoles consagrados que hereden/ la aurífera canción» (vv. 20-21).
Asimismo, pareciera estar ímplícito el sincretismo. El Sol está subordinado al Dios (Padre) cristiano, y el «bohemio dolor» del yo poético es equiparable a un «Cristo ensangrentado»; así lo leemos en estos primeros endecasílabos: «Ni sé para quién es esta amargura!/ Oh, Sol, llévala tú que estás muriendo,/ y cuelga, como un Cristo ensangrentado,/ mi bohemio dolor sobre su pecho» (vv. 1-4). El posesivo, puesto en cursivas, alude a otra persona gramatical que no es el «Sol» ni «Cristo» ni el propio yo poético; alguien que no está «muriendo» ni «ensangrentado» y no padece el «dolor», y que gracias a la vinculación semántica con su hijo que murió en la cruz, suponemos que se trata del Dios creador judeo-cristiano. En todo caso, en este poema el «Sol» es mero vehículo o puente y no tiene verdadero poder; no es la persona o agente decisivo, definitivo. Obviamente, queda abierta la posibilidad de que tanto Cristo (aquí «ensangrentado», pero después, sabemos, glorificado) como el yo poético (y con él «la aurífera canción», y todo lo demás) resuciten. Sin embargo, lo más cercano o análogo, en lo que va de nuestro análisis, a un Inkarry en franca función de resurrección es aquella «¡oh nueva madre mía!» del poema «Nervazón de angustia» perteneciente a «Plafones ágiles». Tanto que nos animaríamos a distinguir entre un Inkarry masculino –lejano, pasivo o derrotado– y un Inkarry femenino activo o en nítida función de futuro.

Poéticas y utopías en la poesía de César Vallejo (Lima: Fondo editorial PUCP, 2004) pp. 46-47.

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“Huaco” y ciudadanía en Los heraldos negros

Conferencia, con igual tìtulo, brindada ayer (6 de marzo) en el ICPNA de Chiclayo (Perú) por invitación del Círculo de Estudios Lingüísticos y Literarios, “Luis Hernán Ramírez”, de la Universidad Nacional Pedro Ruiz Gallo.

https://www.academia.edu/115933426/_Huaco_y_ciudadan%C3%ADa_en_Los_heraldos_negros

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102 años: Trilce educa

             

Foto por Bruno Melo: Amálio Pinheiro y Pedro Granados en la PUC-SP

Trilce educa.  Acaso constituye la escuela poética que mejor educa.  A falta de maestros contemporáneos en ambas orillas trasatlánticas (lo dice César Vallejo en sus Crónicas), aquel poemario se ha vuelto un aula y ha hecho –de los que la han frecuentado con candor de primarioso – unos seres anfibios.  Mitad aire y mitad agua; torso humano y extremidades de caballo; una parte sumergida, la otra iluminada por el fuego de una misma y anónima isla.  Isla y archipiélago.

“102 años: Trilce educa”, nos invita a constatar, en primer lugar en nuestro propio pellejo, la complejidad y simultaneidad de saberes y experiencias que se activan una vez que leemos este poemario de 1922.  Complejidad y simultaneidad de nociones de las Humanidades en tanto: Libros, Pueblos, Narrativas y Posantropocentrismo[1].  Las cuales se tocan y entrecruzan como parte fundamental del legado de la obra de César Vallejo; es decir, no sólo aquella circunscrita a su poesía.  Tanto, y por extensión, como parte de un legado amerindio que aglutina lo distinto y que, en el caso específico de Trilce, le imprime a aquello aglutinado un sentido: el mito pan-andino de Inkarrí.  Trilce sería, nada menos, que aquel mito reencarnado o en activo; “descubrimiento” vallejiano treinta años previo a las primeras noticias que lo documentan (Ej. José María Arguedas).  Trilce apelaría, entonces, en contraste con la vanguardia histórica (Cubismo, Dadaismo, Surrealismo), no a un montaje arbitrario o aleatorio de fragmentos o ruinas; sino, por el contrario, a observar la manera cómo el cuerpo del Inka es restituido en sus “fermentos”: cada uno de nosotros.  Red de huacas o línea de ceques, pues, o como prefiriéramos denominarlo.  Un Inka universal, más bien, no sólo regional o local.  Y un mito, cabe enfatizarlo, que no es nostalgia ni utopía; sino un hecho cotidiano en nuestro cuerpo, la ubicua presencia del sol en nuestras vidas.

En suma, y en oxímoron con la radical libertad y “vanguardia” de la obra del peruano, existiría un modo “correcto” de leer a Vallejo.  Siempre y cuando, de manera multidimensional, nos manejemos en simultáneo con aquellas cuatro nociones de las Humanidades  toda vez que leamos la poesía, crónica, teatro o ensayo de aquel “Cholo”.

PEDRO GRANADOS (Perú, 1955). Su poesía ha sido traducida parcialmente al portugués, inglés y alemán. Ha publicado también varias novelas cortas: Prepucio carmesí, Un chin de amor, Una ola rompe, Boston Angels, Fozi lady!, entre otras. Asimismo, algunos libros de crítica; entre estos su tesis de PhD para Boston University, Poéticas y utopías en la poesía de César Vallejo (Lima: PUCP, 2004); al cual se le suma, por ejemplo, Trilce: húmeros para bailar (2014) o Trilce/Teatro: guión, personajes y público, ensayo que mereció el Prêmio Mario González de la Associação Brasileira de Hispanistas (2016), o Cèsar Vallejo: Tiempo de opacidad (2022). Desde el 2014 preside el “Vallejo sin Fronteras Instituto” (VASINFIN). Actualmente vive en Lima, Perú.

[1] Granados, Pedro.  “Humanidades”. Uwa’Kürü – Dicionário analítico – volume 5 / organização: Gerson Rodrigues de Albuquerque, Agenor Sarraf Pacheco. – Rio Branco: Nepan Editora; Edufac, 2020.  115-117.

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César Vallejo musical

Mención necesaria y liminar, en este ensayo, merece el famoso artículo de Xavier Abril (“Vallejo, la música, exégesis del poema XLIV de Trilce, el influjo mallarmeano y la crítica”) (Abril 63-91). Título y palabras claves, a un tiempo, que nos permiten asentir en lo sustancial con aquel talentoso crítico peruano, sobre todo con su postura contra la “incuria ultraísta” o vanguardista según la cual Vallejo –en Trilce— renunció a la música. Menos, en el focalizado y sistemático fervor mallarmeano que Abril cree entrever en la poesía del autor de Los heraldos negros; dicho sea de paso, y acierta aquí el autor de Exégesis trílcica, poemario de 1918 en franco “acatamiento rubeniano” o verleniano y, no menos, pleno de “referencias musicales”. Ni Mallarmé –aquello de que no se trata ya más de “trozos sonoros regulares o versos, sino de subdivisiones prismáticas de la Idea”– ni solamente la música culta o europea constituyen aquello que acierta a describir al “melómano” Vallejo. Sino que fue también, y sobre todo, la música popular o cotidiana o incluso “mítica” (glosolalias cuyas ondas, según Paul Zumthor, persisten aunque la cultura que las originó haya históricamente desaparecido) a lo que César Vallejo, en lo fundamental, y en toda su riqueza y complejidad, supo prestar oídos.

https://www.academia.edu/37230285/C%C3%A9sar_Vallejo_musical

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