Insumos para una biografia “multinaturalista” –en este caso– la de un autor tan importante y ya tan mediagrafiado e icónico como César Vallejo. Hacia otra perspectiva de biografia en la que se tornarían visibles las identidades múltiples del personaje. Es decir, una que en vez del secuencialismo historiográfico acostumbrado (Muniz Sodré), guiado por la ficción de la identidad única y por una perspectiva positivista o psiciologista; pueda, más bien, percibir al personaje biografiado en sus múltiples roles o dimensiones y, algo fundamental y prácticamente inexistente en las más conocidas biografias de César Vallejo, en su específicidad cultural o multinaturalista (Viveiros de Castro).
“La cuestión clave del arte y de la poesía nueva es fisiológica” (César Vallejo)
-César Vallejo. Una biografía literaria [2013] (trad. de Nadia Stagnaro. Lima: Cátedra Vallejo, 2014), libro sobre el que anteriormente ya escribimos una breve reseña, milita en el “modo anglosajón” de leer la obra del peruano (entre otros: Lambie, Rowe, Higgins, Clayton, Franco y el propio Hart); el cual, en lo fundamental, consiste en un “entendimiento más empírico de los fenómenos de la existencia diaria que fueron empleados por Vallejo para desarrollar el sentido de los poemas” (p.17). Ahora, sobre todo en su versión original en inglés aunque se filtran también en su traducción, se perciben ciertos tonos en el discurso y hasta muletillas –no es este el lugar para enumerarlos– que permiten tipificar el trabajo del profesor Hart como una biografía –ni evocativa ni, mucho menos, axaltatoria– sino más bien “judicialista” (Italo Mariconi); es decir, una que se escribe para hacer el juzgamiento moral de la persona biografiada. Acaso sea el testimonio de Elena Garro, allí, el único que nos pone ante otro color o tesitura dentro del relato harteano. Por lo tanto, transforma también al lector en un policía; auto-persuadido y ávido de más datos aparentemente irrefutables. Y aunque Marco Martos nos diga, en la “Presentación”, que esta biografía no es lineal (p.14), sí lo es –basta con repasar el Índice–; lineal, unidimensional y positivista para ser más exactos.
-Sin embargo, incluso tal como está, el presente trabajo constituye el más valioso libro –“acerca de su vida entera” (p.15)– que sobre Vallejo hasta la fecha se haya escrito. Eso sí, insistimos, la presente biografía pide a gritos una perspectiva simétrica, donde cultura y naturaleza no anden divorciados (Latour), más todavía tratándose de la vida César Vallejo: un trickster o un zorro, hemos dicho ya por ahí, compatible en su fuero más interno –por no decir ontológico o filosófico– con aquella frase tan bonita que acuña Eduardo Viveiros de Castro para referirse al modo de pensamiento y comportamiento amerindios: “A inconstância da alma selvagem” (título de una colección de sus ensayos). En realidad, tarea pendiente esta última, para cuya concreción hemos aportado ya un granito de arena con nuestro libro, Trilce: húmeros para bailar, muy en particular, con un capítulo del mismo titulado: “El archipiélago Vallejo: XLVII”; el cual, a modo de dejar constancia de su complicidad, ha merecido un comentario entusiasta por parte del Prof. Amálio Pinheiro de la PUC-SP:
“Para los amerindios de Brasil y sus vecinos el yo también se entrega a los otros múltiples y solo actúa dentro del movimiento de intercambio plural interespecífico: el archipiélago. Tú logras ahí, en contra de las autonomías textuales, un zigzag interno/externo entre los acontecimientos amorosos (y mucho más) y la aventura fónico-gráfica del poema, siempre, por lo tanto, biografemático”
-Entre los numerosos aspectos ventilados por el trabajo de Stephen Hart –y que nos entusiasman– se encuentran aquellos que, por ejemplo, iluminan el pudor –consecuencia de un amor correspondido– para hablar de poesía por parte de Vallejo. Discreción, distancia, hondo sentido crítico –compatibles con los de Benito Pérez Galdós en sus novelas ante la “poesía” devaluada de su época– en respuesta a una vivencia o experiencia radical: “La reserva de Vallejo sobre su propia obra fue tan extrema que todos –desde Larrea hasta Georgette– quedaron sorprendidos al ver la cantidad de poemas que dejó a su muerte” (p.201). Asimismo, aunque Hart no termine de explicárselo ni acierte a explicárnoslo, en algunos pasajes de su obra percatarse de la catadura animal y, por cierto, no menos humana de su biografiado; aquella tan elocuente “pena de un megaterio” ante la dialéctica o pensamiento dominante europeo, aunque sea progresista o de izquierda. Es decir, una pena a tono con la propia anagnórisis del poeta: “En mi celda leo de cuando en cuando; muy de breve en breve cavilo y me muerdo los codos de rabia, no precisamente por aquello del honor, sino por la privación material, completamente material de mi libertad animal” (p.127). Y ante la cual no es suficiente percibir la continuidad de la presencia de los animales en toda esta poesía o, incluso, percatarse del síntoma a través del cual: “we find the humanity in our Animalestar” (Michelle Clayton) cuando se trata construir una biografía de César Vallejo. No hablamos de zoología o de zoopoética aquí; tampoco, semejante a la del animal, y aunque acaso pueda servir como atenuante para las muchas culpas del poeta, la “bodily inocence” (Clayton) de su existencia. Más bien, en las huellas del neurólogo Antonio Damasio, y tal como expone Anna Caballé: “la identidad reside en el cuerpo antes que en la mente […] es una cuestión biológica, antes que lingüística o cultural”. A lo que cabría agregar, para matizarlo y darle una cobertura ontológica y no menos latinoamericana a nuestra lectura de César Vallejo: “es más verdad la geografía que la historia” (Caballé); en referencia a los mitos inscritos en los paisajes en los que hemos nacido, le haríamos decir nosotros.
-En general, el “pacto biográfico” respecto a César Vallejo es ya del todo ambiguo, por no decir insuficiente. Lo más probable es que Vallejo, tal como Pariacaca, naciera también de cinco huevos. Obvio, lo anterior, como el negarse el poeta a naturalizarse francés, para nada se trataría de un “fiero nacionalismo” (p.279). Tampoco se trata, en esto de intentar implementar el multinaturalismo o la perspectiva simétrica para entender mejor a aquél oriundo de Santiago de Chuco, de algo semejante a un “neo-junguismo” (Stephen Hart sobre la narrativa biografista de Juan Larrea). Por el contrario, se trataría más bien de implementar otra lógica:
“la praxis europea consiste en ‘hacer almas’ (y en diferenciar culturas) a partir de un fondo corporal-material dado (la naturaleza); la praxis indígena consiste en ‘hacer cuerpos’ (y en diferenciar las especies) a partir de un continuo socioespiritual dado: dado precisamente en el mito” (Viveiros de Castro)
Por lo tanto, creemos que para encontrar sentido, y no sólo entre los amerindios, nos queda una enorme tarea pendiente: trascender el positivismo (realismo, historicismo) y la prosopopeya (posmodernidad, “giro lingüístico”) a fuerza de nuestra capacidad metonímica –recíprocamente identificatoria con el objeto– y percepción no sólo radial, sino además multidimensional: concebir la existencia de cada uno como un “mil hojas”, a pesar de que acaso alguna de ellas se halle opaca, de capas vivas. Y esto vale también para el arte de fabricar una biografía.