Tal como los textos de Hora Zero, la poesía infrarrealista y la que en específico compila esta antología “personal” (de Rubén Medina, autoincluido aquí) ha patéticamente envejecido. De manera simultánea a Ginsberg, las muchachas, Rayuela, Fidel Castro, el LSD, la & y un amplio etcétera. Enhorabuena. Ahora sólo nos queda, siempre es la tarea pendiente, hacer poesía. Los que se salvan aquí son Edgar Artaud Jarry, por su “esposa”, inteligencia y sentido del humor; y el mismísimo Mario Santiago Papasquiaro, el de “mi patria es este cacto jugoso que arranco de la boca misma del desierto”, que siempre fue un gran poeta y de ninguna manera un grupo. El resto no es silencio, sino un murmullo apiñado y denso. A esta antología ni la salva el sesudo, inofensivo y aburrido texto introductorio del profesor Medina, el de “Applying for citizenship”, aunque cite y recite a Roberto Bolaño, asomando con un manifiesto (“Déjenlo todo, nuevamente”) también por aquí.
(No continuará)